¡AL HUESO!
Los oídos sordos del Primer Mandatario ante las demandas de los gobernadores que integran la Alianza Federalista han hecho que la situación se torne ríspida
“La rebeldía es la vida; la sumisión es la muerte”. Ricardo Flores Magón
Observando la marcha del país con perspectiva de tiempo, corto tiempo, se hace visible la notoria distancia entre el compromiso de “diálogo con todos” asumido por el actual mando federal, y la cada día mas notoria conflictividad que genera su incontinencia retórica.
No existe ya la credibilidad y/o confianza inicial de una mayoría ciudadana en su capacidad para definir, dentro de la institucionalidad, cambios necesarios en variados órdenes de la vida pública nacional. Por el contrario, sus voluntariosas formas generan conflicto tras conflicto.
De partida, la imagen de un funcionario distanciado de la parafernalia de los anteriores presidentes y la voluntad de diálogo directo con la ciudadanía han quedado en palabras, resultado de los riesgos personales que ha generado su propio estilo de conducción.
Se comprobó durante la visita al norte de Coahuila, en el arribo con avanzada y escolta en una flamante camioneta blindada, de la que nunca bajó su ventanilla para atender a los ciudadanos demandantes de atención. Más notoria aun, la forma en que desde días antes los controladores de los actos segregaron a los asistentes para tratar de evitar cualquier protesta.
En los mismos parámetros se manejó la visita a Tamaulipas, donde arribó con un chaleco blindado que, para disimularlo, hizo necesario un abrigo bajo un sol calcinante.
Allí la segregación de asistentes no funcionó, porque el gobernador se alejó de la formalidad y abordó el cuestionamiento del pacto fiscal, reclamo respaldado de inmediato por la casi totalidad de los presentes, causando el enojo y abrupto abandono del Presidente.
Pulsar el nuevo ánimo nacional ha llevado temores al interior de Palacio Nacional, donde añoran la expertís del defenestrado Estado Mayor.
Precisamente, el tema del reparto fiscal dominó la semana política, porque los oídos sordos del Primer Mandatario ante las demandas de los gobernadores que integran la Alianza Federalista han hecho que la situación se torne ríspida.
Frente a la sostenida exigencia de la decena de mandatarios estatales, la primera reacción fue medirlos bajo la óptica de sus propias acciones y los acusó de juego electoral.
Un segundo paso fue desafiar a que consulten a la ciudadanía de sus estados sobre si están de acuerdo en abandonar la coordinación fiscal actual y se atrapó en jaula propia, porque le respondieron con las mismas consultas “patito” con que ha cobijado muchas de sus dañinas decisiones.
Luego trató de encubrirse en una manipulación, al señalar que los estados reclamantes tendrían saldos en contra en materia financiera por miles de millones con la Federación.
Mal recurso, porque ese precisamente es el centro del problema, el caduco reparto de un Pacto Fiscal obsoleto, que los gobernadores piden cambiar, para pasar de pordioseros de Hacienda a un acuerdo que conlleve una más justa retribución de lo que genera cada estado.
Agazapado en el rincón por la reprobación ciudadana, finalmente ofreció diálogo y, sin mucha autoridad personal para reclamarlo, lo condiciono a que “exista respeto a la investidura presidencial”, como si hablar con franqueza representara una agresión.
Lo esencial, la inequidad financiera agravada por su equívoca idea de “rey sol”, que se apodera del dominio de la ley y del tesoro, se trastocó en un conflicto que no sabe como enfrentar.
Resultado de su obcecación en descalificar y no escuchar, la Federación cruje y no son broma de Halloween los sentimientos separatistas que han aflorado en sectores incluso fuera de las tres entidades fronterizas cobijadas en la alianza.