Opinión
Viernes 29 de Marzo del 2024 02:56 hrs

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El Día Después


La contienda ha venido a poner sobre relieve cuán dividido está el país y cuán necesario es un proceso de reconstrucción política y social. Nunca en la historia moderna del país —ni en los tiempos del autoritarismo salinista— habíamos enfrentado una situación semejante

Al margen de los resultados finales de los comicios, una vez concluida la jornada electoral del próximo domingo, los problemas nacionales seguirán donde mismo. Terminada la gritería desatada al calor de las campañas, volveremos a la realidad.

Con suerte no terminaremos peor. Tras los procesos, el país quedará dividido como nunca no tanto por los desencuentros y los jaleos naturales de una contienda electoral, sino por la discordia y los odios atizados desde la misma presidencia de la república.

Si el partido del gobierno y la oposición no estuvieron a la altura de las elecciones, el presidente López Obrador llegó a excesos inimaginables. Jamás hubo una mínima preocupación en acatar las disposiciones legales ni en respetar las reglas no escritas de la política. Por el contrario, se desplegó toda una estrategia deliberada para acosar a críticos, tratar de asaltar a las instituciones electorales y convertir la elección en una lucha en lodo. El resultado final fue el encrispamiento de partidos y candidatos y la mediocridad del debate.

Durante todo el proceso, una y otra vez el discurso populista descalificó desde la máxima tribuna del poder —la conferencia mañanera— a los adversarios políticos y de manera sistemática se le trató de restar legitimidad al INE y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

También se fustigó a la prensa, a los críticos, a los empresarios y a los organismos de la sociedad civil. Desde el Poder Ejecutivo se intenta cada día destruir los tejidos políticos, sociales e institucionales. De ahí que, una vez pasadas las elecciones, será necesario diseñar nuevas formas de diálogo, de hacer política y de cohabitación social para comenzar a reconstruir lo perdido.

La contienda ha venido a poner sobre relieve cuán dividido está el país y cuán necesario es un proceso de reconstrucción política y social. Nunca en la historia moderna del país —ni en los tiempos del autoritarismo salinista— habíamos enfrentado una situación semejante.

¿Es posible hacer una reconstrucción cuando el mismísimo presidente de la república recurre al encono, al golpeteo y a la frivolidad como herramientas fundamentales de su estrategia de gobierno? ¿Hay manera de restaurar las bases del equilibrio de Poderes cuando el Ejecutivo instaura una autocracia?

La respuesta es sí.

Amplios sectores de la sociedad —empresarios, colectivos civiles, medios informativos e intelectuales— han planteado ideas muy claras para avanzar en un proyecto bajo las bases de una democracia moderna: equilibro de poderes, seguridad, fortalecimiento institucional, certeza jurídica, impulso económico, transparencia, eficiencia gubernamental, tolerancia, lucha anticorrupción y reconocimiento de minorías y oposiciones.

Si el presidente López Obrador no ha tomado nunca en serio la democracia electoral, es hora de que los sectores pensantes de Morena y aquellos grupos de ese partido y del gobierno que aún albergan aspiraciones de libertad y democracia se abran desde hoy a un diálogo para replantear la nación que queremos.

La oposición, a su vez, debe iniciar un proceso de autocrítica, reconocer sus pecados, muchos de los cuales llevaron a millones de electores a optar por el salto al vacío y apostaron por López Obrador. Ese mea culpa de los partidos de oposición debe ir acompañado de una depuración de los corruptos, ladrones y oportunistas enquistados en sus élites y nóminas.

La mañana del lunes 7 de junio los problemas del país seguirán ahí: el autoritarismo presidencial, la inseguridad con su caudal de sangre, la creciente militarización del país, la violencia político, el desplome económico, el desempleo, los feminicidios, la corrupción, el crimen organizado…

Al margen de ganadores y perdedores, la realidad con todos sus bemoles estará ahí. Vale la pena enfrentarla con mayor participación social y formas más imaginativas del ejercicio de la política. Se requiere de voluntad, autocontención y mucha tolerancia. De otra manera, perderemos todos.

Si tras la tormenta electoral la unidad parece imposible por ahora —el 65 por ciento de los mexicanos ve a un país dividido—, iniciar un diálogo nacional que permita zanjar diferencias y avanzar en las coincidencias y en proyectos comunes es imprescindible. Se requieren acuerdos políticos con urgencia. Sería una pena que tras un proceso electoral tan áspero, tan estridente y tan lleno de sangre camináramos ahora a una etapa todavía más crítica: la de una sociedad herida y radicalizada en la víspera de un quiebre democrático.

Galerín de Plomos

Los comicios se tiñeron de rojo de principio a fin con cerca de 90 políticos asesinados — 35 de ellos candidatos a un puesto de elección popular— y 500 incidentes de violencia. Cárteles del crimen organizados y grupúsculos del poder se encargaron de violentar la elección de pe a pa. ¿Quién responde por las víctimas de la violencia política? Todavía unas horas antes del cierre de campañas, ayer fue secuestrada la candidata de MC a la alcaldía de Cutzamala de Pinzón, Guerrero, Marilú Martínez, y la casa del candidato de Redes Sociales Progresistas a la presidencial municipal de Tlapacoyan, Veracruz, Roberto Pérez, fue allanada y baleada. La violencia política no es fenómeno nuevo. Su recrudecimiento a los niveles de esta elección, sí.

Twitter: DBrondo






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Prisas y caprichos siempre llevan por mal camino. Primero fue el Tren Maya y ahora se descarrila Mexicana de Aviación con un pleito multimillonario en USA…

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