Opinión
Jueves 25 de Abril del 2024 16:17 hrs

Pantalla

El fantasma de Rebeca vuelve al cine


Después de 80 años de que Alfred Hitchcock realizara Rebeca se acaba de estrenar un remake con el mismo nombre, y la pregunta obligada es: ¿para qué hacer una nueva versión de la película sin aportar nada original a la historia? Se trata de dos películas con un mismo relato compartido que no pueden y no deben ser comparadas, puesto que hay una brecha de ocho décadas entre ambas producciones.

La Rebeca de Hitchcock se estrenó en 1940 y se llevó el Oscar como la mejor película del año compitiendo con mejores cintas como El Gran Dictador de Charles Chaplin y Las viñas de la ira de John Ford basada en una novela de John Steinbeck. Toda la obra del “maestro del suspense” está protegida por una gran aureola imaginaria y prácticamente todas sus películas son consideradas obras maestras. Es un lugar común pensar que no se puede (o no se debe) superar al genio del cine, pero independientemente de la genialidad de Hitchcock, la realidad es que muchas de sus películas no han resistido bien el paso del tiempo.

La nueva Rebeca, al igual que la antigua, está ambientada a finales de los años 30 del siglo XX, y está estelarizada por Lily James como una dama de compañía de una señora rica, vieja y necia que pasa unos días de vacaciones en Montecarlo. En el lujoso hotel donde se hospedan conoce al millonario inglés Maxim de Winter interpretado por Armie Hammer, quien en duelo por la muerte de su esposa Rebeca, vacaciona solo. De una amistad casual surge un romance y él le propone matrimonio a la joven, quien huérfana y sin muchas oportunidades en su vida, acepta de inmediato al ser deslumbrada por el viudo codiciado. Después de una larga luna de miel por Europa regresan a la mansión de Manderley, en Inglaterra, propiedad de la familia De Winter por más de 300 años y donde Maxim vivió con su difunta esposa.

Curiosamente la dama de compañía no tiene nombre en la película, simplemente se convierte en la señora De Winter, nueva dueña de la mansión. Es recibida por un séquito de sirvientes y por la señora Danvers, ama de llaves de la propiedad, personaje enigmático y perverso que se convierte en la rival de la señora De Winter que tiene que enfrentar el fantasma de Rebeca, la primera esposa de Maxim que poseía de manera legendaria todo el carisma, la belleza y la personalidad que cautivaba a su esposo, parientes, amigos, sirvientes y sobre todo a la aterradora señora Danvers interpretada por Kristin Scott Thomas.

Conforme avanza la trama se va develando la verdadera historia de Rebeca, quien en ningún momento aparece en la cinta ni siquiera en alguna fotografía, pero la película no encuentra su camino, va del romance al drama, de la tragedia al suspense, del thriller al melodrama, navega en un terreno pantanoso que no conduce a buen puerto.

Debo aclarar que primero vi esta nueva versión de Rebeca y luego vi la película realizada por Alfred Hitchcock. Descubrí con sorpresa que nunca había visto la cinta original, y luego después de poco más cuatro horas de tiempo invertido, me di cuenta que no me gustó ninguna de las dos. La Rebeca de Hitchcock en blanco y negro con Laurence Olivier y Joan Fontaine en los protagónicos no ha soportado bien el paso del tiempo, y la nueva versión en color dirigida por Ben Wheatley no aporta nada nuevo a la historia basada en la novela gótica -como es clasificada- de la escritora inglesa Daphne du Maurier publicada por primera vez en 1938.

Cuando se analiza una película que fue realizada hace tanto tiempo, es importante contextualizarla en la época y condiciones en que fue producida. Por eso me sorprendió releer parcialmente el libro El cine según Hitchcock escrito por el director francés Francois Truffaut donde a través de una larga entrevista con el realizador van recordando cada una de sus películas, y descubrir una pregunta simple que le hace Truffaut: ¿Está usted satisfecho con Rebeca? Y la respuesta es: “No es una película de Hitchcock. Es una especie de cuento y la misma historia pertenece a finales del siglo XIX. Era una historia pasada de moda, de un estilo anticuado. En aquella época había muchas escritoras: no es que esté en contra de ellas, pero Rebeca es una historia a la que le falta sentido del humor”.

Si ya en los años 60s Alfred Hitchcock decía que Rebeca era una historia pasada de moda y de un estilo anticuado, entonces no me queda claro porqué esta nueva versión conserva esos mismos elementos pasados de moda y anticuados. A manera especulativa, creo que si Hitchcock renaciera e hiciera de nuevo Rebeca, la hubiera filmado diferente, sobre todo cuando hoy en día ya no existe la censura que el director enfrentó en aquellos años 40s.

Para finalizar y como mera curiosidad, comparto una definición de novela gótica que no conocía, género literario en que clasifican a Rebeca: “En los términos más generales, la literatura gótica puede definirse como la escritura que emplea paisajes oscuros y pintorescos, dispositivos narrativos sorprendentes y melodramáticos, y una atmósfera general de exotismo, misterio, miedo y pavor.

A menudo, una novela o historia gótica girará en torno a una casa grande y antigua que esconde un terrible secreto o sirve de refugio a un personaje especialmente aterrador y amenazador. Estas características principales de la novela gótica crean un efecto oscuro y sombrío, sin embargo, los escritores góticos también han utilizado elementos sobrenaturales, toques de romance, personajes históricos conocidos y narraciones de viajes y aventuras para entretener a sus lectores.

La literatura gótica es un subgénero de la literatura romántica —es decir, romántica de la época, no novelas románticas con amantes sin aliento con pelo barrido por el viento en sus portadas en rústica— y mucha de la ficción actual proviene de él”. La mayoría de esos elementos los conservan las dos versiones cinematográficas de Rebeca, la de 1940 y la de 2020.

Entre las novelas góticas más memorables citan a Drácula de Bram Stoker, La caída de la casa Usher de Edgar Allan Poe, Frankenstein de Mary Shelley y El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Todas, por cierto, llevadas al cine en varias ocasiones.






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