Opinión
Miercoles 24 de Abril del 2024 07:51 hrs

Fuera Máscaras


Es imposible que el Presidente sepa las fuerzas que han desatado su impulso polarizador que ha aventado sin ningún recato, vez tras vez sin reflexión, sin ninguna previsión

“Llevas una máscara durante tanto tiempo que olvidas quién eres debajo de ella”  Alan Moore

 

Para el Presidente el llamado a quitarse la máscara, develarse tal y como uno es, ha sido un exhorto repetido mil veces haciendo referencia a los intereses ocultos que los que le robaron la presidencia promueven y defienden.

Si su adversarios tiraron las máscaras, ha sido el oficialismo quien las han recogido para defender posiciones indefendibles. Las máscaras del pasado ocultaron cochupos, abusos e hipocresías de aquellos contra los que López Obrador construyó su movimiento opositor.

Es el poder de los que lo ostentan hoy, el que muestra con orgullo falsedades, cinismo y corruptelas, su verdadera faz o máscaras que no se atreven a retirar.

Tanta ha sido la insistencia, la energía imprimida en pedir definiciones, la atracción liberada por su retórica, que se ha convertido en un hoyo negro en torno a lo que todo gira sin control. Los cercanos atraídos por la fuerza centrípeta de la que no se pueden escapar, los lejanos expulsados por la fuerza centrífuga que su descrédito genera. Dos fuerzas que actúan por la propia dinámica impresa, sin ningún tipo de control.

La retórica es  exactamente la misma que el Presidente dictó; el estandarte del combate a la corrupción, el blasón de la Cuarta Transformación y el lema de que es un honor estar con Obrador. Es una retórica que ya no le pertenece, donde , individuos y grupos,  que actúan con autonomía, se suman cometiendo todo tipo de tropelías.

Así como cuando uno tira una piedra con los ojos vendados, no conoce la dirección ni las fuerzas; la inercia, la fricción, la gravedad, que definirán su trayectoria, no puede saber contra qué cristal o cabeza frenará su camino; es imposible que el Presidente sepa las fuerzas que han desatado su impulso polarizador que ha aventado sin ningún recato, vez tras vez sin reflexión, sin ninguna previsión. ¿Qué es lo que se romperá? ¿A quién se descalabrará? ¿Cómo regresará a saldar la cuenta del daño generado? Son preguntas que no han pasado por su cabeza.

Después de tres años las cuentas se comienzan a acumular y los saldos a cobrar.

El oficialismo se ve hoy, más que como movimiento organizado, en coordinación para gobernar, dar resultados y lograrse la confianza del pueblo, como una jauría de lobos que, ante trapos ensangrentados que les avienta su maestro, jalonean y rasgan para quedarse con un pedazo con el que, el que los azuza, sepa que están dispuestos a cualquier cosa, a todo, a violar la ley, para quedarse con un jirón.

La oposición se cohesiona y fortalece sus lazos ante el oficialismo que, sediento de sangre, sale a perseguir a todo lo que no es parte de su jauría, o que no blande el estandarte aun sin saber lo que significa. La persecución alimenta su polarización que alimenta su cohesión que alimenta la persecución, y así, se van constituyendo en contrapeso al poder.

En esta acción descontrolada es donde el Presidente pierde relevancia. El foro sigue siendo de su propiedad, uso y abuso en exclusividad. Sigue siendo replicado por costumbre o por conveniencia, ya no por relevancia. La relevancia se transfiere a otros organismos; en el descontrol que se vive son todos los que han estado subyugados, amenazados o amedrentados las que van tomando poder.

Independientemente de las coincidencias o divergencias ideológicas, el juego político de los que mantienen sus fichas, no deja pasar oportunidades. Algunos como la Suprema Corte ven la oportunidad recuperar su propia relevancia, saben que no es de si sumarse a la jauría, tiran algunas máscaras y recuperan un poco de su independencia al votar en contra del Presidente.  

Entre la tolvanera y el ruido que todavía existe, la opinión pública, la sociedad civil, recupera su agenda propia. El Presidente pierde relevancia y el ocaso se avizora.






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