Opinión
Viernes 19 de Abril del 2024 19:07 hrs

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Incendios y Pensamiento “Catedral”


El cambio climático y los incendios obligan a repensar el futuro con una perspectiva de largo plazo de la sociedad en su conjunto, no sólo del gobierno. No hay nada más caro que perder nuestros recursos naturales y las fuentes de vida de los ecosistemas nacionales

Deberemos aprender rápido de las dolorosas lecciones que dejan los incendios de la Sierra de Arteaga, en Coahuila y, la Sierra de Santiago, en Nuevo León. El fuego nos ha mostrado de la peor manera la fragilidad de nuestro medio ambiente, es decir, la vulnerabilidad de la vida misma.

Las llamas nos han enseñado la forma en que una tragedia puede tener efectos exponenciales de un minuto a otro si no estamos preparados para enfrentarla. El siniestro de La Pinalosa se ha convertido en una catástrofe en todos los sentidos. Pasarán no años, ni lustros, sino décadas —quizá un siglo— para superar los estragos ecológicos, económicos, turísticos y sociales de la tragedia.

Amplias zonas de la Sierra de Arteaga aún muestran los estragos del siniestro de mayo de 1975 en La Siberia, el más terrible, quizá, registrado en Coahuila. El fuego consumió entonces miles de hectáreas de bosques y privó de su hábitat a miles de animales, muchos de ellos pertenecientes a especies endémicas. 

A casi 50 años de aquel incendio, apenas hay una mínima recuperación de lo perdido. A 50 años, no aprendimos la lección básica: si no existen políticas forestales de largo plazo, los recursos naturales, las zonas boscosas y los grandes ecosistemas del país, se nos irán de la manos como agua entre los dedos.

La magnitud de los daños del incendio iniciado la semana pasada es incuantificable para el país. Hasta ayer seguía “vivo” y propagándose en toda una zona golpeada por la sequía. Ese increíble pulmón del sureste de Coahuila y del Centro de Nuevo León quedará afectado para siempre.

Los estragos ya están hechos, pero no podemos seguir siendo sólo una sociedad reactiva ante los incendios de los bosques. Reaccionamos únicamente cuando tenemos la lumbre, literalmente, en los aparejos.

No podemos tener un inmenso tesoro ambiental sin guardabosques, sin equipos forestales, sin maquinaria de prevención, sin áreas cortafuegos, sin centros logísticos, sin sistemas de alertas, sin programas de reforestación y sin infraestructura y planes de vigilancia. ¿Alguien ha visto alguna vez a algún guardabosque de alguna institución gubernamental en Arteaga? 

Tampoco podemos seguir con un sinnúmero de instituciones ambientales de las cuales no se hace una. Ninguna se responsabiliza de la atención y el cuidado de la sierra y sus parajes y sus presupuestos —si tienen— son raquíticos. 

Urgen normativas y una legislación que obliguen a los propietarios de los viejos y nuevos desarrollos campestres a tener brigadas de seguridad y personal especializado en el manejo de bosques, al igual que a las instituciones oficiales. Debería haber, para que las áreas gubernamentales no se evadan de sus responsabilidades, organismos directamente responsables de la sierra y sus recursos. Pareciera que todas las instituciones ambientales de los tres niveles de gobierno tienen toda y ninguna responsabilidad.

No tenemos algo tan básico como políticas forestales y normas que atiendan los bosques de la Sierra Madre Oriental como un ecosistema único. Más allá de los límites estatales, ¿no sería bueno tener, por ley, una institución encargada del cuidado de esos bosques? Una experiencia interesante nacida desde la sociedad civil es la de Profauna, organismo que tiene bajo su cuidado la Sierra de Zapalinamé y el Cañón de San Lorenzo, en Saltillo. 

En Europa y Estados Unidos hay zonas de montes y bosques donde participan más de 3 mil personas en los planes de vigilancia y reforestación. Involucrar en forma directa a las comunidades de la sierra en el proceso de vigilancia será importantísimo en el futuro.

¿Todo esto es muy costoso? Por supuesto que no. Los bosques y las próximas generaciones lo valen. No hay nada más caro que perder nuestros recursos naturales y las fuentes de vida de los ecosistemas nacionales. Eso sí es costoso.

Lo que suele suceder con las políticas forestales, por desgracia, es que no dan votos, son de largo plazo y requieren de recursos que las burocracias chatas y los políticos miopes prefieren canalizar a sus clientelas electorales con visiones “cortoplacistas” que espantan. El voto, las prebendas, son primero.

Una vez pasada la emergencia, la sociedad civil, los colectivos ambientales y las asociaciones ecológicas deberían empujar a los gobiernos estatales y al gobierno federal a enfrentar el problema forestal de Coahuila y Nuevo León desde una perspectiva del “pensamiento catedral”.

Se trata de una visión totalmente ajena a las que tienen nuestros políticos e, incluso, a la de amplios grupos sociales agobiados por la “tiranía del ahora” de la nueva era digital. El filósofo australiano Roman Krznaric señala que el pensamiento catedral “es la capacidad de concebir y planificar proyectos con un horizonte muy amplio, tal vez de décadas o siglos por delante”. 

Esa perspectiva se basa en la idea de las catedrales medievales de Europa, donde las personas comenzaban a construirlas y sabían que no las verían terminadas en el transcurso de sus vidas. Es la forma, dice Krznaric, en que se levantó la Gran Muralla China o Machu Pichu. 

Dejar el porvenir sólo en manos de los políticos y sus burocracias podría ser catastrófico. El cambio climático y los incendios obligan a repensar el futuro con una perspectiva de largo plazo de la sociedad en su conjunto, no sólo del gobierno. 

El incendio que a estas horas todavía consume la Sierra de Arteaga seguramente no será el último. Esperemos que el próximo nos encuentre alerta, con la camisa arremangada y con vastos recursos para dar la batalla. 

Más allá, esperemos que un pensamiento catedral lleve a ciudadanos y políticos a impulsar ambiciosos planes de conservación, regeneración, reforestación y desarrollo sustentable. Muchos no llegaremos nunca a ver los resultados finales, pero habrá valido la pena. Los niños de ahora y las generaciones que vienen lo merecen.

Galerín de Plomos

El “zar anticovid” de la Cuarta Transformación, Hugo López-Gatell, señaló el pasado 4 de junio que un escenario catastrófico para el país implicaría más de 60 mil muertes por el coronavirus. Hoy llegaremos a 200 mil. Se trata de la cifra oficial, la cifra real podría rebasar los 600 mil. Responsable directo de la estrategia contra la pandemia, López-Gatell sigue en su cargo. ¿No gobierna un grupo de cínicos?

Twitter: DBrondo

 






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Con húmedo sarcasmo, los tabasqueños se quejan del centralismo. Dicen que en secreto, la primera producción de Dos Bocas la reparten en CDMX a través del sistema de agua potable…

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