Opinión
Viernes 29 de Marzo del 2024 04:08 hrs

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Nuevos Límites al Cinismo


Bajo la falacia de que encarna el monopolio absoluto de la ética pública, el Presidente actúa con niveles de prepotencia y abusos de poder inimaginables

El presidente López Obrador se ha convertido en el principal operador político de Morena. Se ha transfigurado en las piernas, los pies, los brazos, las manos, la cabeza y el corazón mismo del partido del gobierno.

Lo hace de la peor manera: a la usanza de las épocas —las más autoritarias— del régimen priista, cuando el jefe del Ejecutivo no sólo era el máximo representante del Estado, sino también el dirigente supremo del partido en el poder.

La diferencia ahora es que no lo hace bajo la mesa ni tras bambalinas ni a través de interpósitas personas, como lo hacían en los sesentas o los setentas los despóticos presidentes emanados del PRI. Lo hace de una manera abierta, descarada, sin miramientos.

Sin empacho alguno lo acepta hoy: él es quien está detrás de las denuncias iniciadas por la Fiscalía General de la Nación en contra de los dos candidatos punteros a la gubernatura de Nuevo León, Samuel García (Movimiento Ciudadano) y Adrián de la Garza (PRI). Ambos son opositores a su gobierno.

Bajo la falacia de que encarna el monopolio absoluto de la ética pública y de que está construyendo un nuevo régimen, el Presidente actúa con niveles de prepotencia y abusos de poder inimaginables. Nadie previó tales excesos del poder: ni los partidos ni las instituciones ni la ciudadanía.

Se trata de un comportamiento presidencial totalmente insólito en el México moderno. El presidente acusa, descalifica y difama desde el púlpito máximo del poder: sus conferencias mañaneras. Desde ahí, dicta las líneas para atender sus más profundas obsesiones: desacreditar a la prensa, embestir a los críticos, aniquilar a la oposición y acosar a quienes piensan distinto. Su sentencia —porque también es juez— es inapelable: culpables todos.

Sin importarle las leyes, la veda electoral o el inmenso poder de que le confiere la Presidencia, López Obrador dedica tres de sus conferencias matutinas a señalar al priista Adrián de la Garza por supuestos delitos electorales.

Y sucede lo impensable: la Fiscalía General de la Nación, un organismo que se supone autónomo e independiente del Ejecutivo, responde de manera expedita, dice que sí e integra una carpeta de investigación para ponerle una espada sobre la cabeza al aspirante del PRI.

De pasó, la Fiscalía anuncia otra investigación contra Samuel García, abanderado de MC, quien encabeza las encuestas por la gubernatura de ese estado, por la sospecha de utilizar recursos de procedencia ilícita en su campaña.

No impresiona tanto el inicio de las investigaciones a los dos opositores, sino que haya sido el mismo presidente de la república quien las haya inducido en pleno proceso electoral, justo después del dramático desplome en las encuestas de su candidata, Clara Luz Flores, abanderada de Morena.

Una reportera le cuestiona a López Obrador si está metiendo las manos en el proceso de Nuevo León y el “Demócrata de los Palacios” contesta: “¿Cómo no voy a tener que ver (con las investigaciones). Claro que sí… no podemos ser cómplices del fraude”.

No le compete investigar o instigar. Sus palabras alteran el rumbo de los comicios y dañan el debido proceso. En todo caso, le compete a los órganos electorales locales o a la misma Fiscalía Especializada para la Atención de los Delitos Electorales (Fepade). Pero todo eso le tiene sin cuidado a López Obrador.

Él está más allá de las leyes, las instituciones y el pueblo. No hay el mínimo respeto a los comicios y al marco jurídico vigente. Por el contrario, promueve un rechazo sistemático a las reglas legales y a las reglas políticas —que también las hay— del juego democrático. Mantiene un desprecio orgánico a las instituciones electorales y ningún opositor es un adversario legítimo. Hay que liquidar instituciones y oponentes.

¿Cometió Adrian de la Garza algún delito penal o electoral? Eso no lo debe decir el presidente, sino las indagatorias, las pruebas, los hechos, pero López Obrador ya decidió que sí: violó la ley, dice, y ha decidido ir por su cabeza.

Según el mandatario, al promover la tarjeta “Mujer Fuerte”, que promete mil 500 pesos bimestrales a sus simpatizantes, De la Garza comete un delito porque utiliza programas sociales para condicionar el voto. Pero esa tarjeta no es aún un programa oficial, sino un compromiso de gobierno. Puede ser una estrategia de mal gusto, como dijo ayer el consejero del INE, Ciro Murayama, pero no una actitud delictiva.

Por lo demás, la misma postulada de Morena, Clara Luz Flores, promueve en su campaña su propia tarjeta —la “Tarjeta Nuevo León”— para, de igual manera, ofrecer apoyos a sus militantes. Otros candidatos de Morena en Jalisco o la Ciudad de México difunden los prometedores beneficios de la “Tarjeta de Excelencia” o de la “Tarjeta Violeta”. También aspirantes del Partido Verde y del PAN tienen su “Tarjeta Cumplidora” o su tarjeta “Unidos Contigo”, en San Luis Potosí y Baja California.

Sin embargo, el presidente no se rasga las vestiduras con ellos ni maldice a todos los vientos. Guarda silencio. Su disimulo es una nueva tragedia política, pues encierra el uso faccioso, intimidante e incendiario, de organismos autónomos como la FGN.

Eso es lo realmente inquietante: la misma Fiscalía anuncia desde ahora la posibilidad de imponer como medida cautelar la prisión preventiva sin pasar el caso por un proceso de análisis jurídico y ponderación. Es decir, por la vía penal podría castigar con cárcel a los candidatos de oposición antes de procesarlos y así bajarlos de un trancazo del proceso electoral. Una aberración sin nombre.

Las razones políticas son obvias: el Presidente no admite competencia. No tolera el desplome de la candidata de Morena en Nuevo León. Para él es inadmisible que un video —que exhibió como mentirosa a Clara Luz Flores— haya sepultado todo un proyecto político para el Estado.

Con miras a la elección del 6 de junio, la suerte de Flores está echada, no irá a ninguna parte, pero el Presidente no lo cree así o, al menos no se resigna a que así sea. El sueño de López Obrador es meter un pie en un estado industrial como Nuevo León y comenzar a construir desde ahí un eje de influencia política en todo el noreste del país. No ha podido meter su cuchara en Tamaulipas ni en Coahuila. Por eso le urge tener en sus manos la gubernatura nuevoleonesa.

Seguramente pensará que no puede perder un estado donde la pujanza empresarial es protagónica del desarrollo. Requiere abrir camino donde no ha podido, sacarle la lengua a los inversionistas en su propia casa e impulsar un nuevo Nuevo León desde la égida populista de la Cuarta Transformación. Ese es el último de sus motivos.

De pasada, busca medir los límites de la tolerancia de la sociedad a sus excesos. Pareciera que los exabruptos presidenciales tienen su raíz más en la debilidad que en la fortaleza: seguramente los resultados de sus encuestas electorales le dicen hoy al presidente que las cosas no marchan bien para su partido. El desplome de la Línea 12, la inseguridad galopante, el desempleo, el desastroso manejo de la pandemia y la creciente dictadura del crimen organizado deben estar pasándole factura al gobierno federal. El mandatario lo sabe y, por lo mismo, hay que hacer ruido, gritar, llamar la atención, desestabilizar si es necesario.

El 6 de junio será una buena ocasión para que la sociedad refrende su apuesta por la democracia, la pluralidad y la diversidad y le diga al presidente en las urnas: “No más excesos, no más abusos, no más presidencialismo”.

Galerín de Plomos

Morena recibió ayer otro revés electoral: el Trife le negó al diputado federal con licencia Luis Fernando Salazar su registro como candidato a la alcaldía de Torreón por presentar su informe de gastos de precampaña de forma extemporánea. ¿La salida que encontró el partido al “caso Torreón”? Al estilo Salgado Macedonio, impulsará como candidato al padre de Salazar: Luis Fernando Salazar Woolfolk. Morena y sus dirigentes le ponen nuevos límites al cinismo.

Twitter: Dbrondo






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Fuenteovejuna

Prisas y caprichos siempre llevan por mal camino. Primero fue el Tren Maya y ahora se descarrila Mexicana de Aviación con un pleito multimillonario en USA…

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