Opinión
Miercoles 24 de Abril del 2024 05:35 hrs

Vacacioncitas en Mazatlán


Los datos son contundentes, la formalidad, es el origen del bienestar. No proyectos de infraestructura insustentables, no programas de gobierno clientelares, no políticas públicas de anquilosado nacionalismo

Ella trabaja aquí desde hace catorce años. Hace dieciséis, la vida le dio un vuelco, con hijos adolescentes, su matrimonio se rompió. No conozco los detalles, sé que la vida que se imaginó, ya no fue. Con dolor y esfuerzo sacó adelante a los hijos; gente de bien, de trabajo y de familia.

Regresó de vacaciones el lunes, me la topé y pregunté cómo le había ido, si había descansado. Feliz; cinco días en Mazatlán con su hermana, en un hotel muy bonito, se la pasó muy bien. Me contagió su felicidad y me sentí satisfecho por la labor empresarial.

Ella no terminó la secundaría como muchos mexicanos. Fue condenada a la dependencia o a la pobreza por no contar con mayor nivel educativo. La Cepal, el Banco Mundial, el BID y sinfín de organizaciones pueden sustentarlo: el desarrollo y el nivel de ingresos de una persona y una población aumenta con el nivel de estudios.

La escolaridad promedio para los mexicanos, mayores de 15 años, es de 9.7 años (Censo 2020). Para todo fin práctico, contando preescolar, ni la secundaria terminamos. En Coahuila ocupamos el cuarto lugar con más años de escolaridad promedio: 10.4. En promedio, nos quedamos a meses de terminar la prepa.

Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Veracruz están en el fondo de la tabla como lo podemos esperar. Estos estados también presentan los mayores niveles de rezago social. Podríamos atribuir la pobreza a la falta de educación. Ésta, a su vez, a numerosos factores orográficos, sociales, políticos e históricos. Podemos rasgarnos las vestiduras cada mañana despotricando contra todo lo que no es como lo queremos. Eso no mejora la situación para nadie.

En Coahuila, contamos con un índice de rezago social muy bajo. Ocupamos el lugar 31 de 32 estados, de acuerdo con el Coneval.

Llama la atención que, aun estando en cuarto lugar de treinta y dos entidades federativas en años cursados, apenas contamos con 0.7 años más de escolaridad promedio que la media del país, 1.8 años más que Michoacán que ocupa, a su vez, el cuarto lugar con menos años de educación. Algo así como si todos en Michoacán dejaran la escuela en el primer año de la prepa y en Coahuila en el tercer año

Con todo lo importante que es la educación, cuesta trabajo creer que algo menos de dos años de educación en promedio hagan tanta diferencia. Cuesta trabajo creer que tan poca diferencia en educación haga tanta diferencia en el bienestar.

Algo más salta a la luz. Coahuila es el estado con menor tasa de informalidad laboral. 66 de cada 100 empleos son formales, tienen seguridad social, cuentan con vacaciones, reciben prestaciones y tiene la expectativa de un retiro, si no holgado, sí digno. Tienen estabilidad y se pueden desarrollar.

Comparando años de escolaridad, nivel de rezago social e informalidad laboral pareciera que encontramos la respuesta qué fue primero, el huevo o la gallina.

Lo primero es la formalidad laboral. Esta se da cuando hay un gobierno que fomenta la inversión de alta calidad, la libre competencia y la estabilidad. Llegan empresas que ofrecen estabilidad, desarrollo y una vida digna a sus empleados. Ellos saben que, por medio de su trabajo, tienen acceso a la salud, techo y alimentación digna. Que los sistemas de seguridad social les darán un retiro digno, aun cuando no ostentoso, independientemente de las situaciones personales que puedan vivir.

Al pasar los años, con las generaciones, la mayor escolaridad se da. Mayor desarrollo y bienestar para el pueblo de una nación.

Los datos son contundentes, la formalidad, es el origen del bienestar. No proyectos de infraestructura insustentables, no programas de gobierno clientelares, no políticas públicas de anquilosado nacionalismo. No lo que el presidente nos ha querido imponer, y que lo que le siguen quieren vender sin escrúpulos ni vergüenza.

En Coahuila está comprobado, lo hemos vivido en carne propia; el gobierno que se sabe servidor, que cuida y atrae la inversión, que dialoga con la sociedad y que invierte en el futuro, es el que le da a su población verdadero bienestar y una perspectiva de desarrollo. Y, por qué no, unas vacacioncitas en Mazatlán.






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