Opinión
Miercoles 24 de Abril del 2024 00:14 hrs

¡AL HUESO!

Vecinos Irremediables


El presidente estadounidense es un político de instituciones, en cambio, el habitante de Palacio Nacional se caracteriza precisamente por lo contrario. Le estorban y desprecia las instituciones, sobre todo las de control y que escapan a su voluntad, dado que su visión política no va más allá de su ramplón mesianismo

“Estados Unidos no tiene un amigo más cercano, ningún amigo más cercano que Canadá". Joseph Biden.

  

“Fue una reunión muy bonita”, expresó Tatiana Clouthier al salir de Palacio Nacional al término de la cumbre bilateral del pasado lunes, entre los presidentes de México y Estados Unidos.

Más allá de la cándida expresión de la Secretaria de Economía –“¿qué haces allí hijita?”, habría exclamado el viejo "Maquío"-, la síntesis verbal de la funcionaria reveló el tono meramente formal de la junta de ambos presidentes, acompañados por sus principales colaboradores.

Sin embargo, tras los buenos modales y las usuales sonrisas condescendientes, los entornos previo y posterior marcaron el fondo: regreso de la relación bilateral a los cánones del Departamento de Estado y sus instrumentos para la defensa profesional de los intereses estadounidenses.

Si el estilo de Trump y sus ocurrencias tenía similitudes con las de, ante él, un sumiso López Obrador, con Biden existen profundas diferencias de visión y estilo.

El presidente estadounidense es un político de instituciones y lo demostró tanto en la defensa sin estridencias y manotazos de su triunfo -lo que le llevó a ganar amplio apoyo poselectoral-, como lo demuestra en el inicio de su gobierno, al regresar por ejemplo a las instancias internacionales que su vocinglero antecesor despreció y fustigó.

En cambio, el habitante de Palacio Nacional se caracteriza precisamente por lo contrario. Le estorban y desprecia las instituciones, sobre todo las de control y que escapan a su voluntad, dado que su visión política no va más allá de su ramplón mesianismo.

Por ello, desde el día anterior a la junta anunció como principal tema a tratar su urgencia electoral, conseguir las vacunas que no compró a tiempo y que le podrían alivianar la abrupta senda de fracasos con que se dirige a junio, bajo riesgo creciente de ver disminuido su poder absoluto.

Desde la mañana previa a la reunión, a través de la vocería de la Casa Blanca tuvo respuesta negativa. Se le adelantó que no habría cesión de vacunas, a la vez le advirtieron la preocupación de Washington por la arremetida contra la inversión extranjera.

Antes y después, desde la avenida Pensilvania marcaron también diferente visión sobre la forma de enfrentar de origen la migración. Mientras el mexicano propone replicar hacia el sur su corta visión de apoyos limosneros directos, Biden, con mirada de mayor plazo, prepondera canalizar y apoyar la inversión, a fin de crear desarrollo y empleos con arraigo.

López Obrador no hizo caso de ninguno de los mensajes y en la mesa insistió en sus urgencias y aspiraciones. Recibió del vecino sonrisas de gerente de banco, con un veremos que encubrió el no de fondo. 

Muy distinto fue en forma y fondo el encuentro, también virtual, que el mismo Biden tuvo días antes con el premier canadiense Justin Trudeau, con evidente confluencia de intereses y visiones, momento en que ambos establecieron como prioridad cumplir y hacer cumplir el tratado trilateral como base para un sólido desarrollo regional.

Un tratado que para López Obrador es piedra en el zapato, dado que no solo fue resultado de una negociación desarrollada en casi su totalidad por el gobierno anterior, sino que choca frontalmente con sus intereses retrógrados en aspectos torales como inversión externa, medio ambiente y energía.

Biden y Trudeau tienen claro que la confrontación ya está allí.

Por el lado canadiense, la minera First Majestic, que representa una de las mayores inversiones de ese país en México, solicitó un arbitraje internacional ante el cambio de parámetros en materia fiscal ejecutado por el actual gobierno.

Washington, a través del Departamento de Estado, adelantó y reitera con tono cada vez mayor la inconformidad por las agresiones hacia la inversión extranjera y principalmente por la contrarreforma eléctrica, tanto en lo económico como lo ambiental.

López Obrador, que rehúye el diálogo y la negociación porque su estilo es la imposición, encontrará en el conflicto a una recia y avezada diplomática.

No fue casual que junto al Secretario de Estado, Antony Blinken, y a Alejandro Mayorkas, Secretario de Seguridad Nacional, acompañara a Biden en la mesa Roberta Jacobson, la exembajadora en México designada comisionada para la frontera sur, conocedora de la realidad latinoamericana y particularmente de México y su idiosincrasia política.

Dama con quien, además, empresarios y políticos mexicanos mantienen sólidos puentes de comunicación.

 






OPINION

Fuenteovejuna

Otra óptica: Para la candidata oficial, lo grave no fue que enmascarados armados la interceptaron en Chiapas, sino que reporteros lo constataran y difundieran…

www.infonor.com.mx