Opinión
Jueves 25 de Abril del 2024 13:10 hrs

¡AL HUESO!

Vendedor de Ilusiones


El caudillo no busca acuerdos, sino la exacerbación de los ánimos para presentar los problemas en términos apocalípticos y ofrecerse como su único salvador

"Todas sus hipótesis pesimistas se vendrán abajo muy pronto". López Obrador, diciembre de 2019. 

Escrita el fin de semana, la anterior colaboración “Malos augurios” en su sentido de no cambio fue corroborada por López Obrador en su homilía matinal del pasado lunes, primer monólogo del año posteriormente objeto de variados análisis en páginas de opinión de medios nacionales.

“Vendedor de ilusiones”, resumió Alfonso Zárate su espacio semanal, en que compara el estilo presidencial de construir una realidad alterna con la habilidad mercadológica de los vendedores de productos milagro para bajar de peso, curar males, etc., los que la gente sabe no funcionan y sin embargo los compra.

En el mismo sentido, Raymundo Rivapalacio en su columna diaria “Estrictamente personal” tituló su análisis “El ombligo de la mañanera” y tomando como referencia la cinta “No mires arriba” (Netflix) señala que la segunda parte del sexenio será una carrera frenética entre el arcoíris de la realidad virtual que a diario construye el Presidente y la negrura de los datos reales.

“Es una carrera entre qué tanto puede hablar, persuadiendo con verdades, mentiras o las dos juntas, atacando y enfrentando a la sociedad, para que la crisis económica, alzas en combustibles, impuestos, nulo crecimiento, asesinatos, enfermedades y conflictos sociales, no cambien la percepción y lo hagan responsable del desastre”, apuntó.

El doctor José Woldemberg, quien fuera presidente del Instituto Federal Electoral, derivó su análisis a desentrañar la mecánica tras la manipulación verbal con que se construye esa realidad virtual y lo hizo reproduciendo partes de “Amado líder”, texto del ensayista argentino Diego Fonseca sobre la ola populista.

Aplicado a nuestra realidad actual, el ensayo no tiene desperdicio y vale reproducir algunos tramos del entresacado tomado por Woldemberg para su columna:

“Todo movimiento populista/ (requiere) un caudillo carismático/ feligresía como movimiento/ margen para que coexistan activistas con agendas específicas y hasta competitivas… para elegir que ideas privilegiar/ Amado Líder ordena la vida pública alrededor de su voluntad demandando atención permanente/ termina concentrando toda la energía sobre sí mismo.

“(Utiliza) un discurso beligerante que atribuye los grandes problemas nacionales a la acción de élites políticas y económicas…/ El caudillo no busca acuerdos, sino la exacerbación de los ánimos para presentar los problemas en términos apocalípticos y ofrecerse como su único salvador/ debe crear una realidad paralela/ descontextualiza”.

“Niega la evidencia empírica/ rechaza el discurso experto, la legitimidad del periodismo y el método científico/ la realidad es asunto de opinión, de relatos en competencia y nunca de hechos/ crea un mundo a su medida e inyecta verdades alternativas/ Todo es objeto de fabricación, manipulación e invención y lo que no coincida con la visión de Amado Líder será señalado con el dedo: fake news/ demandará tomar decisiones privilegiando su relación directa -apostólica- con El Pueblo.

“(Copar y minar) los sistemas de representación/ evitar las legislaturas y gobernar a golpe de decretos y órdenes ejecutivas/ exigirá la lealdad incondicional de todos los funcionarios/ el discurso independiente de los medios será censurado o perseguido/ se atribuirá a la intelectualidad un valor negativo/ la ciencia acabará controlada y reemplazada por el conocimiento mundano… del hombre común”.

Y Woldemberg proyecta: “El libro, en el apartado que cito, no se refiere a México, aunque sería mejor decir no solo a México, y explora el mundo que construyen los líderes populistas. Pero al leer esas pocas páginas me pareció que lo que nos está sucediendo había encontrado un espejo: un presidente autoproclamado como la representación sin mediaciones de El Pueblo”.

“Un narcisismo exacerbado que quisiera ocupar toda la escena pública en forma permanente, proclamas simplistas incapaces de comprender la complejidad de los profundos problemas nacionales, explotación de una retórica que dice y sugiere que él es (y solo él) una especie de salvador, un diseñador de realidades sin contactos firmes con las evidencias como si las opiniones pudieran sustituir a los hechos, distanciado lo mismo del conocimiento como de cualquier otra voz que no replique la suya, refractario al periodismo crítico y a reconocer la pluralidad política que legítimamente existe en el país, hostil al resto de los poderes constitucionales”.

“¿Podremos tener así un buen año?”, cierra la columna y a pesar de nuestra natural inclinación a la duda, la esperanza y el optimismo, transcurrida una semana de más de lo mismo no es posible vislumbrar que en la segunda parte del sexenio se detendrá el deterioro país y caminaremos hacia un mejor México.

 






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