Opinión
Jueves 09 de Mayo del 2024 02:17 hrs

Alternativa

Ardiendo


Así pues tenemos que los incendios son en parte consecuencia de la ola de calor, pero a la vez son causa, pues sin duda en las condiciones actuales que se están viviendo en el país mucho tienen que ver la deforestación y la pérdida de los bosques.

El calor es lo de hoy. Las redes sociales, las páginas de los periódicos, los informativos en radio y televisión, en suma todos los medios de comunicación, formales e informales, se explayan en la difusión de las variadas consecuencias de la ola de calor que sufre el país: desde las muertes de personas en la vía pública; las fallas en el suministro eléctrico y por lo tanto en los equipos de ventilación; la escasez de agua en las redes domiciliarias y en la que se vende embotellada; los cambios de horarios en actividades académicas y otros eventos… y los incendios forestales.

La noche del lunes se reportaban 44 incendios activos en el país. 24 horas después, a las ocho de la noche del martes, el Servicio Meteorológico Nacional atribuía a Conafor un reporte de 102 incendios, de los cuales 84 estaban activos y 19 ya estaban liquidados.

El inicio de los incendios está desde luego asociado a las condiciones atmosféricas, pues además de las elevadas temperaturas hay muy baja humedad relativa, y para colmo también hay presencia de fuertes vientos, lo que complica el combate y control de los siniestros.

Así pues tenemos que los incendios son en parte consecuencia de la ola de calor, pero a la vez son causa, pues sin duda en las condiciones actuales que se están viviendo en el país mucho tienen que ver la deforestación y la pérdida de los bosques.

La revista Expansión recién publicó un trabajo periodístico de la Red LATAM de Jóvenes Periodistas en el que se revelan hallazgos como que la superficie boscosa que se ha perdido en 20 años en el país, es equivalente a cinco veces la superficie de la Ciudad de México.

Las causas relacionadas con la pérdida de bosques en territorio mexicano son ganadería, apertura de tierras al cultivo, asentamientos humanos, expansión de humedales y los incendios.

La investigación de la Red LATAM identifica políticas públicas en tres sexenios consecutivos que han incidido en la destrucción de los bosques.

En el gobierno de Felipe Calderón se impulsó un programa de reconversión productiva para sustituir los cultivos de maíz por soya y palma aceitera, dos monocultivos que además de demandar grandes extensiones de bosque agotan los nutrientes de la tierra.

Se estima que en el sexenio de Calderón la deforestación alcanzó 324 mil hectáreas.

La situación empeoró al sexenio siguiente, el de Enrique Peña Nieto, en el que 350 mil hectáreas fueron arrasadas por el cambio de uso de suelo a pastizales y el aumento de tierras para la agroindustria.

En el actual, el gobierno de López Obrador no solo ha venido recortando el presupuesto de Conafor, que es un 30% menor al que se tuvo en 2018, además se ha impulsado el programa Sembrando Vida, para la plantación de especies frutales y maderables, al que paradójicamente se asocia la pérdida de cobertura forestal en una superficie de 70 mil hectáreas.

Y a esto sumemos la deforestación asociada a la construcción del Tren Maya.

Hoy que el calor nos agobia, surgen voces de agrupaciones ciudadanas que con acierto llaman a apostar por la forestación urbana para revertir el daño que se ha hecho al planeta. Hay mucho de razón en su planteamiento, y en los diferentes exhortos que se hacen a las acciones individuales y colectivas.

Sin embargo todos esos esfuerzos personales no tendrán mayor impacto si no hay una construcción de políticas públicas que apuntale una auténtica y eficaz protección de nuestros bosques.

Ya ha quedado en evidencia como el mayor daño va asociado a políticas públicas equivocadas. Entonces en la etapa que en los próximos meses se iniciará en Coahuila, y la que luego vendrá a nivel nacional, con las transiciones en los gobiernos estatal y federal, hay que apostar por acciones con mayor responsabilidad y visión.

También es importante revisar las estrategias de prevención de incendios y los mecanismos para su combate. 

Los retos no son menores, pero la urgencia de atenderlos tampoco.






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