La concentración de poder y sus excesos equiparan, dentro de las asimetrías entre México y Estados Unidos, a dos mandos que han encaminado a ambos países a un conjunto de crisis y a la polarización interna que complica o impide encaminar soluciones.
Trump ha sorprendido al mundo y a sus propios connacionales desafiando a la legalidad y la ética en el poder, polarizando a una sociedad, ya de por sí, propensa a la división
Lograron lo que querían, el control faccioso del Poder Judicial, pero creció el talón de Aquiles que les tortura: carecen de legitimidad. La elección fue un fracaso y el modelo lo será. No convencieron internamente y la opinión mundial los condena como destructores de la incipiente democracia.
Es necesario un cambio de narrativa. Este nuevo México no va a durar para siempre, por lo que, lo importante es, no lo que se acabó, sino lo que viene: lo que va a sustituir a lo que es hoy. Cuando se agote lo que el domingo se inauguró.
La farsa escenificada ayer, para imponer el control faccioso del Poder Judicial, es el mayor pero no único hecho de los que arrastran al país a una situación de caos con resultados impredecibles, mientras la ciudadanía permanece impávida frente a la destrucción