Regresamos a la cantaleta de siempre, mientras sentemos nuestras perspectivas en el dinero y la tecnología de otros (inversión extranjera), que nos llega por meras condiciones geográficas (la vecindad con EE. UU.) a pesar de que hacemos todo lo posible para evitarlo (reformas judiciales y del amparo, falta de inversión, mala educación, capitalismo de cuates, etc., etc.) seguiremos no perdiendo la oportunidad de perder una oportunidad.
Inconforme, frustrada ante un mundo adulto que nos les abre futuro, la juventud en el orbe vive una etapa de soterrada ebullición como en los prolegómenos del 68. Al momento, en México no hay expresiones abiertas y grupales de rebeldía, pero el desencanto está allí y crece, mientras el gobierno manipula pero no invierte ni crea para el sector.
Pero que no se diga que no hay progreso: antes marchábamos por dignidad, ahora se vuela por narrativa… y se aterriza en la pista del oportunismo. Porque en esta nueva izquierda de hangar, la congruencia ya no se mide por los pasos dados, sino por los kilómetros acumulados en clase ejecutiva
Para todo fin práctico los partidos de oposición están destrozados. Lo curioso es que los liderazgos que los condujeron durante la debacle son inamovibles.
A pesar de ello y por ese extraño fenómeno ocurrido también en el caso de López Obrador, termina el año con una aprobación personal de 75%, no obstante que es una popularidad sin sustento real cuando su gobierno es mayoritariamente reprobado en economía, seguridad, salud, honestidad y más.Hay apuntes sobre las razones.