¡AL HUESO!
Primero el engaño
Práctica ritual, los gobiernos populistas y despóticos simulan, mienten y manipulan, torciendo acciones y hechos para presentarlos como éxitos y crear imágenes falsas ante la población. Un viejo y dañino recurso político hoy acentuado lo mismo en Estados Unidos que en México.
“La 4T es la dictadura más democrática del mundo”. Senador Oscar Cantón, MORENA.
Ayer, hoy y seguramente mañana, la palabra manipuladora, la palabra simuladora y la palabra mentirosa, con el cinismo y la hipocresía de soportes, han servido, sirven y servirán como instrumento de los déspotas populistas para falsear hechos y construir narrativas que, así sea en forma efímera, les generan apoyo ciudadano.
Baste recordarlo en aquella dupla Hitler-Mussolini, con Joseph Goebbels como artífice, que fueron centro y motor de uno de los peores tiempos de horror de la humanidad.
Las palabras falsas han resonado en estos días cuando Donald Trump fracasó en la presión diplomática para controlar el ímpetu nuclear del régimen totalitario iraní. Llevó a los judíos a una ofensiva militar contra Teherán y terminó sumado a la ofensiva israelí, con sus mandos militares jubilosos de probar la mayor bomba convencional construida.
Lo hizo por la paz, argumentó para justificar el haber traicionado una de las promesas centrales de su campaña electoral, no comprometer a USA en conflictos bélicos.
Hoy retoma su auto propuesta para postular al Premio Nobel de la Paz.
Lo hace cuando es a la vez un generador intrínseco de violencia y terror en su propio país, como lo describió en reciente entrevista el periodista Jorge Ramos, al abordar la situación interna en Estados unidos y el tema de la migración:
“El miedo está en todos lados. Nos encontramos en un momento en el que un Gobierno muy poderoso está atemorizando al resto de la población en muchos sentidos. Pero al mismo tiempo no existe una oposición efectiva que pueda contrarrestar esa fuerza”.
¿Suenan familiares esas palabras?
En nuestro México de hoy, un gobierno muy poderoso se obstina en el control absoluto, en acallar la voz crítica y toda disidencia, con una ausencia de oposición que para la población pensante acrecienta el temor.
Lo hacen, precisamente, utilizando a diario la vulneración del valor de la palabra.
Desde la tribuna matinal, la mandataria aseguró que PEMEX refina prácticamente todo el crudo que produce y contemplando la refinería Deer Park, en Texas, procesa todo el diésel y las gasolinas que consume el país.
Las propias cifras de la paraestatal lo desmienten y la Agencia Internacional de Energía, en su informe anual, anticipa que Petróleos Mexicanos tendrá la mayor caída de producción a nivel mundial en el siguiente lustro. En un reporte financiero a calificadoras, PEMEX mismo expuso que de no resultar exitosa una profunda reestructuración, irá a la quiebra.
Otra: “A los nuevos jueces los eligió el pueblo”, insiste la Presidenta, cuando fueron propuestos e impuestos en una de las más sucias operaciones electorales en la historia del país, incluso más descarada y vulgar que en la “dictadura perfecta” del pasado siglo.
La secundó con mayor impudicia la dirigente formal de su partido, Luisa María Alcalde, al argumentar que los famosos “acordeones” no pueden ser adjudicados a MORENA.
Siguió la simulación, con un sorpresivo discurso de CSP contra el Instituto Nacional Electoral, organismo ideado como garante de la democracia y que bajo la conducción de Guadalupe Taddei ha pasado a ser uno más de dóciles operadores del gobierno.
Tras la sorpresa, la intención: una reforma electoral no para controlar lo que ya dominan, sino para eliminar los consejeros y afinar el concierto de una sola voz, a través de la desaparición de los diputados y senadores de representación proporcional, que pese a los vicios y acomodos personales, son -a veces- al menos una voz que alerta.
La justificación, que nos repetirán hasta aturdirnos, es la “austeridad republicana”, cuando la simulación está perfectamente clara. Han malversado pesos y fingen ahorrar centavos.
Sucedió en el viaje de Sheinbaum a la cumbre en Canadá. Para la imagen populista, repitiendo la farsa de los inicios de su mentor, difundieron que voló en línea comercial; mientras, calladamente, la comitiva lo hizo en una aeronave de la Marina.
Sumando los vuelos, durante casi un día la jefa de Estado estuvo fuera de comunicación, en un ahorro pírrico que como país cuesta: No pudo -o eludió- hacer una escala en Washington, como le sugirió Trump, y es de imaginar si en esos tiempos vacíos hubiese ocurrido una emergencia grave en el país.
Todos simulan horrorizarse y rasgan vestiduras cuando se les acusa de estar implantando la censura, coartando la libertad de información y opinión, pero allí están los hechos. No solo la punitiva ley de telecomunicaciones, sino la indesmentible persecución penal de periodistas y hasta de actuantes en redes sociales.
Se suma la vigilancia personalizada a los ciudadanos, a través de la denominada “ley espía”, que faculta a la militarizada Guardia Nacional el acceso a los datos biométricos de cualquier persona, sin necesidad de presentar soporte para obtener orden de un juez.
Parafraseando el exitoso slogan del Doctor Simi, hoy podemos decir que son lo mismo, pero peor.