Opinión
Viernes 26 de Abril del 2024 02:10 hrs

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De la Negligencia a la Tragedia


No es de extrañarse que en los próximos días veamos una ola de deslindes, aclaraciones y señalamientos, pero los peritajes técnicos dirán si fue la constructora, los funcionarios que autorizaron el proyecto, los directivos del Metro o mandos superiores del gobierno capitalino los responsables

Esta vez no habrá manera de echarle la culpa a Fox, a Salinas de Gortari, a Calderón o a Peña Nieto. Tampoco al neoliberalismo, a los conservadores o a la mafia del poder.

La tragedia de la Línea 12 del Metro, cuyo saldo en muertos y heridos es lacerante y desolador, ha puesto en el foco de la opinión pública a la Cuarta Transformación y a sus dos principales alfiles: Marcelo Ebrard, el primer mandatario electo de la Ciudad de México, y Claudia Sheinbaum, actual jefa del Gobierno capitalino.

Durante el mandato de Ebrard se construyó la Línea 12 y hoy el gobierno de Sheinbaum tiene bajo su responsabilidad la operación del Metro. De ahí que sea imposible dejar de vincular el accidente a sus administraciones.

Entre los períodos de ambos, gobernó el perredista Miguel Ángel Macera, cuya gestión lidió con las debilidades del diseño y las fallas estructurales del Metro. La tormenta de responsabilidades hoy también lo alcanza.

Harían bien las fuerzas y los actores políticos en no lucrar con la tragedia, un hecho desgarrador para el país, pero es imposible pensar que el accidente no tendrá efectos políticos. Con tres estrellas del firmamento nacional, el accidente del lunes, que ha cobrado la vida de 25 personas y ha dejado decenas de heridos, terminará por ser un tema político.

Hoy por hoy, Ebrard y Sheinbaum son los dos principales delfines para suceder a López Obrador en Palacio Nacional. Su activismo, su buena actuación en sus respectivos cargos, los ha llevado a tener un protagonismo insólito con miras al futuro.

La tragedia de la Estación Olivos del Metro, sin embargo, ha venido a empañar sus proyectos y aspiraciones electorales, justo cuando los astros comenzaban a alinearse para cualquiera de los dos.

Ambos están en el ojo del huracán por una razón: todo en el accidente habla de negligencia de las empresas que construyeron la obra, pero también de las autoridades responsables de su autorización, mantenimiento y operación.

Un rosario de errores parece ser la raíz de la fatalidad: ausencia de estudios preliminares, falta de un proyecto original, mal diseño, cambios inesperados en los planes, opacidad, premura en la construcción, fallas estructurales y falta de supervisión sistemática.

De la improvisación y la falta de claridad gubernamental hablan las cifras del proyecto: el costo original de la Línea 12 se tasó en 17 mil 583 millones de pesos; el costo final ascendió a los 26 mil millones.

Se trata de un árbol torcido de principio a fin. Especialistas y organismos como la Coparmex y el Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo, han señalado un subejercicio del presupuesto de mantenimiento y conservación. De hecho, del 2015 a la fecha el presupuesto general del Metro ha bajado sistemáticamente. De 19 mil 720 millones de pesos presupuestados aquel año, la cifra disminuyó a 15 mil 652 millones para este 2021. “Austeridad que mata”, la llamó ayer la Coparmex.

La negligencia en este caso ha sido criminal. ¿Qué sucedió? El gobierno capitalino ha anunciado una investigación de la Fiscalía General de la Ciudad de México y la contratación de una empresa internacional especializada en transporte y daños estructurales.

Aunque los peritajes de ambas instituciones dirán la última palabra, las aristas políticas del caso son ineludibles. El mismo Ebrard ha comenzado ya a tratar de desmarcarse del cataclismo al señalar que su responsabilidad sobre la Línea 12 concluyó en el 2013, luego de entregar la obra al gobierno de Mancera.

El canciller de la Cuarta Transformación asegura que “los primeros señalamientos sobre las fallas estructurales en la parte elevada de la línea ocurrieron después del sismo del 2017”. Es decir, en la administración de Mancera.

En el 2007, cuando inició la construcción de la Línea, Ebrard, en su calidad de “presidenciable”, tenía prisa por cortar el listón inaugural durante su mandato. Finalmente, la obra se inauguró en el 2012, pero fallas graves obligaron a la administración de Mancera a realizar una serie de auditorías que finalmente concluyeron en el 2013. Las consecuencias de ese apresuramiento se arrastran hasta el día de hoy.

No es de extrañarse que en los próximos días veamos una ola de deslindes, aclaraciones y señalamientos. Hay mucho en juego para los políticos. Ebrard, Mancera o Sheinbaum podrán decir misa, pero los hechos ahí están con su dramática carga de muerte y dolor. Para la Ciudad de México, el daño a la movilidad será desastroso durante meses o años.

Nadie dice que ellos sean responsables. Los peritajes técnicos dirán si fue la constructora, los funcionarios que autorizaron el proyecto, los directivos del Metro o mandos superiores del gobierno capitalino. Establecerán también líneas de tiempos de las irregularidades detectadas. Saldrá la verdad, o al menos eso se espera.

Para la Cuarta Transformación el accidente es todo un desafío a sus formas de prodigar justicia, hacer política e investigar a su propia clase burocrática. Ahora no hay manera de acusar al conservadurismo, ni a los exponentes de la vieja clase gobernante. Tampoco a los críticos o a la prensa.

De ahí la importancia del profesionalismo y la solidez de los dictámenes científicos. Los resultados de los peritajes serán fundamentales para hacer justicia a las víctimas y a sus familiares. La indolencia ha sido la causa de este doloroso episodio. La única manera de honrar la memoria de aquellos que el lunes no llegaron a casa es haciendo justicia.

La tragedia nos debe llevar a replantear las responsabilidades y deberes de los funcionarios, de las constructoras y de todos los involucrados en los grandes proyectos de la nación. Debe ser también el punto de partida de nuevos paradigmas —ajenos a la corrupción sistémica y las políticas electoreras— para asignar y ejecutar la obra pública en México.

Los errores de los servidores públicos y los malos constructores suelen pagarse con sangre.

Habrá mucho ruido alrededor, pero la fatalidad del siniestro exige transparencia y competencia técnica de los especialistas que hoy tienen la última palabra. Que callen los políticos y hablen los peritajes.

Galerín de Plomos

Muy caro le ha salido a Clara Luz Flores, candidata de Morena a la gubernatura de Nuevo León, haber mentido sobre sus ligas con la secta NXIVM, cuyo líder y fundador, Keith Raniere, fue condenado en Estados Unidos a más de 120 años de prisión por tráfico de personas, explotación sexual y posesión de pornografía infantil. La ex priista hoy reconoce su error y pide disculpas casi con lágrimas. Tras haber sido la puntera indiscutible en la carrera, su estrepitoso desplome en las encuestas ha dejado en claro que los electores no le perdonan haber mentido con tanta impunidad. Con miras a la elección del 6 de junio, su suerte está echada.






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