Opinión
Domingo 19 de Mayo del 2024 12:48 hrs

Enrique “Catrín” Salas, un Guerrero Saltillense


En el round nueve con volado de derecha que me dio el Catrín debajo del pómulo izquierdo se me hizo una especie de bolsa muy aparatosa de sangre y el réferi y el doctor pararon la pelea y en puntos iba arriba el Catrín, por lo que le dieron el triunfo a él. ¿Te puede dar gusto que te ganen? Si era mi hermano el Catrín, sí

Enrique Salas, “el Catrín” no era mi amigo.

Era un hermano que la vida me regaló

Nos conocimos en el gimnasio de la colonia del “Ojo de agua” de Saltillo.

Con toda la dureza de las contiendas, el box es una escuela de la vida. En ese contexto conocí a Enrique Salas, “El Catrín” para sus amigos.

Nuestro entrenador era Don Ramón de la Peña, una gran persona que nos otorgaba su actitud sabia en materia boxística y generosa como ser humano.

Un tiempo después los dueños de aquel viejo local se lo pidieron al entrenador y nos cambiamos a otro lugar ubicado por la calle de “la Llave” y ahí seguimos entrenando.

Cada sesión de entrenamiento nos servía a ambos, para descubrir pequeños trucos del otro, pero más allá del box, empezamos a platicar de nuestros gustos por la vida y las diversas maneras de entenderla y enfrentarla.

En ese tiempo yo ya había colgado los guantes del boxeo profesional y había optado por estudiar la carrera de Arquitectura, después de entender las preocupaciones de mi Papá y las reflexiones de mi tío Rudy. 

Sin embargo, lo que nunca dejé, fue la convivencia y las sesiones de entrenamiento en los gimnasios de ese tiempo.

Al calor de las peras, costales, round de sombra, sesiones de guantes, Enrique y yo aprendimos a conocernos y tratarnos con camaradería, afecto y respeto

A él le gustaba ver la técnica que yo había adquirido en los gimnasios laguneros y en correspondencia a mí me pasaba igual. Las sesiones en el gimnasio eran un nuevo curso. El aprendía de mí y yo aprendía de él.

Terminábamos de entrenar y nos íbamos a un café que estaba ubicado en contra esquina al edificio del Gobierno del Estado, por la calle de Hidalgo. Platicábamos de cuanta tontera se nos ocurría: Me reclamaba que no le hubiera llamado un día que me di “un tiro” contra cuatro judiciales, en un bar frente a las oficinas del correo y el telégrafo de Saltillo, al cual primero le decían “La Jirafa” y luego el “Cesar, o al revés, pero eso no importa. 

Su reclamo no tenía justificación, no había celulares. Sin embargo, me gustaba su actitud fraterna y solidaria.

Al ritmo de los cantores del café frente al Palacio de Gobierno, un día nos abordó el gran Adrián Rodríguez García, el “Economista Non” y rector de la “Universidad Universo”, quien, en su “locura mágica” nos invitaba a defender la patria en contra de la “pirata de la Tacher”: Eran los tiempos de la guerra en las Malvinas

Al calor de cafés, nos poníamos a platicar todo lo que se nos ocurriera. El Catrín se pitorreaba, de las cosas que yo le platicaba.

En uno de esos días, nos citó a platicar nuestro manager o entrenador Ramón de la Peña. 

Nos informó que habría una función de box, que llevaría una pelea estelar que encabezaría el boxeador David “El Macetón” Cabrera, un destacado boxeador, que había superado desventajas físicas, a partir de una férrea disciplina boxística.

Enrique Salas iba a boxear en la pelea semifinal de esa función

Al terminar su explicación, le comenté que les deseaba lo mejor para quienes iban a boxear en esa función.

Y es ahí donde la puerca torció el rabo.

Nos dijo nuestro entrenador que el boxeador que iba a pelear contra el Catrín se había lastimado en su preparación para la pelea y me pedía que yo supliera al contrincante de mi amigo. Yo en ese tiempo ya me había retirado del boxeo profesional, era profesor y Secretario Académico en la Escuela de Arquitectura, aunque traía condición física porque asistía diariamente al gimnasio

Extrañado por la propuesta del entrenador, le pregunté ¿Usted quiere que me suba a boxear con mi hermano el Catrín? 

Sí, me dijo, es la única forma de salvar la función. 

“Hagan de cuenta que, igual que como hacen las sesiones de guantes en el gimnasio, se suben al ring, pero ahora en una función pública de box” nos dijo Don Ramón de la Peña.

Nos vimos el Catrín y yo, nos reímos y convenimos salvar la función y subirnos al ring. Fue en junio de 1979, en el estadio de la Ciudad Deportiva. 

Arriba del ring, sabes que hay reglas, pero que das y te dan, no hay tregua.

No por nada, pero fue la mejor pelea de la función, limpiamente nos dimos con todo el Catrín y yo. 

En el round nueve con volado de derecha que me dio el Catrín debajo del pómulo izquierdo se me hizo una especie de bolsa muy aparatosa de sangre y el réferi y el doctor pararon la pelea y en puntos iba arriba el Catrín, por lo que le dieron el triunfo a él. ¿Te puede dar gusto que te ganen? Si era mi hermano el Catrín, sí.

Con el moretón en la cara y el pelo lleno de vaselina, nos fuimos juntos el Catrín y yo a echar un caldo de gallina con arroz y una coca bien helada. Hacía calor ese día. Se pitorreaba de mí y del moretón en la cara.

Me preguntaba acerca de la política, platicábamos de nuestras familias, amores, desamores y de todo lo que se pudiera. Nos frecuentábamos seguido, le gustaba ir a los mítines o las luchas sociales en las que yo andaba metido en Saltillo. Siempre me decía, “aquí estoy para lo que se ofrezca”. Me daba mucho gusto verlo

Con el tiempo, me salí de Saltillo, pero seguido nos hablábamos por teléfono. Hasta que hace como un año sus familiares me llamaron para pedirme que les ayudara a que lo atendieran en el IMSS, de males que lo aquejaban y que se le fueron incrementando en los últimos meses.

Antier en la madrugada, me despertó una llamada de Saltillo y era el hijo del Catrín, para decirme que su papa había fallecido. 

La noticia me puso triste, porque con Enrique Salas “el Catrín” se va esa parte íntima de mi vida, que no aparece en los medios, en los círculos sociales o políticos, sino que la llevas en tu mente, en tu corazón, en el alma.

Enrique Salas, el gran “Catrín”, que era un Caballero arriba y abajo del ring, un compañero de lucha y un hermano que la vida me regaló.

Descanse en paz.






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