Opinión
Viernes 19 de Abril del 2024 17:40 hrs

Remembranzas

Festival de Coahuila en La Habana (II de II)


Coordinar con el gobierno cubano la organización del Festival Artístico de Coahuila en la isla requirió de casi un año de reuniones y viajes, para lograr al final un programa de eventos que puso en alto el nombre de nuestra entidad

Ya que teníamos asegurados los lugares para los eventos en La Habana, prestados por don Eusebio Leal, tuvimos que realizar varios viajes para platicar con el director de Relaciones Exteriores con el fin de tratar lo relativo a los permisos de entrada y estancia en Cuba para los participantes coahuilenses en el festival.

Tuvimos que pedir permisos para iniciar las festividades con una ofrenda floral ante el monumento a Juárez, en una de las plazas de La Habana Vieja. Arreglamos con la biblioteca central el espacio para la entrega de los libros que regalaríamos de autores coahuilenses. Fuimos a la sala de exposiciones del centro histórico para tomar medidas de las paredes para saber con qué espacio contábamos y calcular cuántos cuadros podríamos llevar y, por lo tanto, a cuántos artistas plásticos invitar.

Los espacios para las presentaciones del Ballet Folcklórico de Adultos Mayores, para el encuentro de poetas cubanos y coahuilenses (y para esto tuvimos que conocer las propuestas de los poetas cubanos), tuvimos que medir el lugar en donde se colocaría la reproducción del dinosaurio que donaríamos, y, además, ajustar las agendas de los funcionarios para cada evento y la asistencia de nuestro Gobernador, que deseaba asistir. Fueron viajes y días de trabajo agotadores pues en cada reunión se modificaban las fechas y hasta los meses para llevar a cabo el festival.

Luego de casi un año de viajes, reuniones y constantes modificaciones, quedaron fijas las fechas y los sitios para cada evento, las agendas de funcionarios se confirmaron, y se confirmó también la asistencia de los artistas coahuilenses participantes. Nuestras negociaciones para los viajes por avión, las estancias en hoteles, los transportes dentro de La Habana, las comidas, la publicidad, las entrevistas en estaciones de radio y de televisión, todo quedó, por fin, resuelto. Llegó la fecha.

El primer día, a las once de la mañana de un sábado de 2007, se llevó a cabo la colocación de la ofrenda floral en el monumento a Juárez, celebración que resultó muy emotiva y significativa. Luego nos trasladamos a la Casa de México para la ceremonia de inauguración. Como representante de las autoridades cubanas estaba el maestro Eusebio Leal. Todo iba de maravilla, cuando me avisaron que en la aduana del aeropuerto de la ciudad las autoridades no dejaban pasar la caja que contenía la cabeza del dinosaurio por no saber qué era aquello, a pesar de que se explicaba en el manifiesto. Tuvimos que hablar a México para que el embajador de Cuba hablara a las autoridades en La Habana y dieran el permiso para pasar la famosa cabeza del dinosaurio, para poder ensamblar el esqueleto de la reproducción de aquel prehistórico animal de cuatro metros de altura y 14 de largo.

Esa tarde, ante autoridades de ambos países —nuestro Gobernador y el Gobernador de La Habana— se inauguraría la exposición de esa reproducción, regalo de Coahuila para disfrute de los asistentes al sitio donde se instaló.

Pero volviendo a la inauguración, esa misma mañana, tuvimos un problema de protocolo. El personal de giras de nuestras autoridades puso en el suelo los nombres de las personalidades que presidirían la ceremonia, para que todos supieran en dónde deberían de pararse. Yo estaba entre ellas pues me tocaba dar el primer discurso. Al llegar las autoridades se colocaron en donde se indicaba, pero el maestro Eusebio Leal se negó a ponerse en el lugar indicado pues dijo que no pisaría su nombre. Inmediatamente se quitaron los nombres de todos y entonces, ya más calmado, accedió a instalarse. Luego de ese incidente se prosiguió con la ceremonia, y con la exposición del dinosaurio esa tarde acabó el primer día de eventos del festival. En esa semana estaban programados 15 eventos más.

Para la presentación del Ballet Folklórico de Adultos Mayores se llevaron a dos médicos para cuidarlos, pues el grupo tenía cien integrantes y alguno podría sentirse mal. Los adultos mayores la pasaron de maravilla, las únicas emergencias que se les presentaron a los médicos fueron malestares estomacales del Gobernador y mías. El Gobernador me pidió discreción, pues solo él y yo nos enfermamos. Mientras tanto, los miembros del grupo de baile estuvieron como adolescentes.

Tuvimos que asistir a las entrevistas de radio, de televisión y personales sobre el festival, en programas desde las 7 de la mañana, todos los días del festival.

Todos los eventos se desarrollaron puntualmente y sin problemas. Las autoridades de Relaciones Exteriores estaban gratamente sorprendidas por el comportamiento de los artistas y los funcionarios que íbamos, pues éramos un contingente de doscientas personas. El Gobernador de Coahuila tuvo que regresarse muy pronto por una tromba que cayó en Piedras Negras, para atender la contingencia. La mayor parte de los eventos, entonces, se llevó a cabo sin su presencia.

El último día, la clausura se realizó en el convento y sede de la Camerata de La Habana, con un concierto de la Camerata de Coahuila. El lugar es la Basílica Menor de San Francisco de Asís, en la plaza del mismo nombre, que Eusebio Leal, en 1994, entregó como sede a la Camerata Femenina de la ciudad. La basílica es imponente y majestuosa, estupenda para la clausura de nuestro festival, que contó con la asistencia del embajador de México en Cuba (quien me reclamó que no le hubiera avisado de nuestra estancia en La Habana. Le contesté con la verdad, que ni me había acordado de que había embajada de nuestro país en Cuba. Creo que lo entendió), quien se sentó con el cuerpo diplomático que fue invitado. La basílica estaba llena a reventar. La clausura sería un éxito.

De pronto, después de que presenté a la Camerata y señalé que con ese concierto clausurábamos el Festival de Coahuila en La Habana, las autoridades cubanas pidieron un momento. Me quedé helado pues no estaban programados y no supe qué sucedía. Una de las autoridades culturales cubanas leyó un decreto en el que se otorgaba el reconocimiento “La Gitana Tropical”, máximo galardón en materia de cultura, concedido anualmente a artistas o promotores culturales, que se entregaría esa noche, por primera vez, a un extranjero. Yo me preguntaba quién subiría a recibirlo, cuando escuché mi nombre. Subí al presídium, sin poder creerlo, y confieso que me emocioné mucho. Agradecí tal honor y la Camerata, ya lista, inició su concierto.






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