Opinión
Jueves 25 de Abril del 2024 17:21 hrs

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INE: Salvar la Democracia


La vida democrática exige desafíos. Uno de ellos es respetar sus propios límites, ejercer la autocontención institucional y fomentar el pluralismo y la tolerancia

Al conmemorar ayer el 30 aniversario de la creación del Instituto Federal Electoral, lo que hoy es el INE, el ex presidente del organismo y otros ex consejeros electorales llamaron a Andrés Manuel López Obrador a valorar la autonomía del Instituto y a respetar los límites legales del Ejecutivo en el ejercicio del poder.

No se trata de una sugerencia gratuita. López Obrador una y otra vez ha ensanchado las fronteras de la figura presidencial para coaccionar al organismo autónomo, inmiscuirse en el juego de los partidos y participar, como si fuera un activista o un candidato, en la política electoral del país.

Durante su entrevista “mañanera” de ayer, para no ir tan lejos, el presidente arremetió contra el proyecto en ciernes del PRI, PAN y PRD para ir en alianza en las elecciones del 2021 para renovar las 500 curules de la Cámara de Diputados.

“Ya quedó al descubierto que (PRI, PAN y PRD) son lo mismo”, dijo el presidente, “defienden la misma política antipopular entreguista. Se unieron al modelo neoliberal para saquear, imponer un modelo antidemocrático, corrupto”.

Ese es el discurso de López Obrador. Sigue en su rollo discursivo de hace 10, 15 o 20 años. No se ha dado cuenta de que es presidente y ahora gobierna para todos. Si bien lo postuló Morena y lo eligieron 30 millones de votantes, ahora se debe a la república entera, con sus 125 millones de habitantes, sus instituciones y sus distintas opciones políticas y fuerzas partidistas.

Hoy el mandatario cuestiona frontalmente a la oposición. La “tutela preventiva” del Instituto Nacional Electoral —que le exige abstenerse de hacer pronunciamientos sobre el proceso electoral— le tiene sin cuidado.

Dice el presidente que tiene derecho a expresarse. Tiene razón, pero no tiene derecho a socavar el juego democrático, a acosar a las instituciones y a utilizar, como en los mejores tiempos del presidencialismo priista, la figura del Ejecutivo para fortalecer a las fuerzas políticas afines y a golpetear a las opositoras.

López Obrador representa al gobierno federal, a la Presidencia. Sin embargo, no atiende a dos reglas básicas de la democracia moderna: la tolerancia y la autocontención.

En términos de tolerancia, es claro que para el mandatario la oposición no tiene derecho a exigir, ni a competir, ni a gobernar. No lo merecen por representar al conservadurismo y al neoliberalismo. De ahí parte su premisa de derrumbar a los partidos opositores y a las instituciones creadas en el pasado.

La sociedad también exige la contención de los Poderes del Estado. Si un Poder no sólo no respeta la ley, sino que, además, participa activamente en la descalificación sistemática y el desgaste de quienes piensan y actúan distinto, la vida democrática y la pluralidad estarán en riesgo.

La descalificación presidencial no parte de un debate, de una discusión de proyectos ni de un razonamiento político, sino de una gris premisa del poder: el poder por el poder, el fin justifica los medios.

El ex presidente del Instituto Nacional Electoral, José Woldenberg, ayer recordó que la democracia aspira siempre a un poder regulado y fragmentado; cimentado en la división de Poderes y vigilado por autoridades, organizaciones y medios.

No lo pudo decir mejor: “La actual administración, específicamente el presidente, no les da ninguna importancia a esas tres cosas. El poder en democracia tiene límites, están establecidos en la Constitución y las leyes, pero cuando desde la Presidencia se dice que la justicia está por encima de la ley y la voluntad popular por encima de la ley, lo primero que uno se pregunta es quién dice qué es justo y quién lee cuál es la voluntad popular”.

A decir de Woldenberg, López Obrador cree que es él, el presidente, quien dictamina qué es justo y qué no y “no asume que los límites del poder son una garantía para los ciudadanos”.

La vida democrática exige desafíos. Uno de ellos es respetar sus propios límites, ejercer la autocontención institucional y fomentar el pluralismo y la tolerancia. Otro es el deber institucional del Ejecutivo de defender las bases democráticas de la sociedad

La retórica lopezobradorista, anclada en los sesenta, es en sí misma incomoda porque va acompañada de una profunda convicción presidencial: a las fuerzas de oposición no sólo hay que enfrentarlas; si es posible, hay que aniquilarlas.  

Los ex consejeros del INE lamentaron ayer que el 30 aniversario de la institución se celebre bajo un ambiente hostil. El gran desafío del Instituto, sostuvieron algunos, es trabajar bajo la “declarada desconfianza” del presidente por no estar bajo su línea de mando. Sus retos son mayores: acotar al presidente, promover el pluralismo, sobrevivir a las embestidas externas y garantizar la limpieza y la transparencia del proceso electoral del próximo año y hacer que, contra viento y marea, la democracia persista.

Galerín de Plomos

El puerto de llegada de Tatiana Clouthier al gabinete presidencial era la Secretaría de Gobernación. De última hora el presidente López Obrador decidió nombrarla Secretaria de Economía. Una de sus nuevas encomiendas es asumir la función que tenía Alfonso Romo en la Oficina de la Presidencia: ser el enlace institucional del gobierno con la IP.






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