Opinión
Lunes 30 de Junio del 2025 13:17 hrs

Entre el Badiraguato de AMLO y los caminos olvidados de Chiapas


Carretera de Guadalupe Tepeyac- San Quintín- Ocosingo

Entre la selva y el olvido, laten muchas heridas sin cerrar. Una de ellas es la carretera inconclusa que va de Las Margaritas a Ocosingo, pasando por Guadalupe Tepeyac y San Quintín. No es sólo una vía: es el trazo pendiente de justicia para pueblos que durante décadas han sido postergados.

En Guadalupe Tepeyac, el zapatismo se alzó no por capricho, sino por hambre, enfermedad, desnutrición y abandono. Fue cuna de un grito colectivo que denunció una realidad brutal: más del 70% de la población vive en pobreza, la mayoría de las comunidades no cuenta con caminos transitables, clínicas ni agua potable, y gran parte de la niñez crece sin acceso a escuelas seguras ni alimentación suficiente.

La tasa de analfabetismo supera el 20% en zonas rurales, y la mortalidad materna e infantil duplica el promedio nacional. Las cifras reflejan una geografía del sufrimiento: mujeres que dan a luz sin atención médica, niños que caminan más de dos horas para llegar a una escuela sin techos, y enfermos que mueren esperando ayuda que no puede llegar por falta de camino.

Cuando no hay carretera, no hay ambulancia. No hay futuro para el café ni oportunidad para el maíz. La distancia aquí no es sólo geográfica: es estructural, es histórica, es política. Es una fractura que no se quiere ver desde el centro del poder.

Y sin embargo, esta tierra no ha dejado de resistir. Los pueblos caminan —a veces durante días— para acceder a los servicios más básicos. Cada niño que falta a clase por lluvia, cada parto que se complica en la oscuridad es un recordatorio cruel de lo que esta carretera podría evitar.

No es solo asfalto. Es acceso a salud, educación, justicia y memoria.

Dos de los más grandes municipios de Chiapas Conectados, 20 comunidades indígenas beneficiadas, 74% habla lengua originaria, 90% vive en pobreza multidimensional

Mientras se pavimentaban rutas hacia megaproyectos, esta región siguió esperando.  Esta carretera no lleva a un tren ni a una refinería. Lleva a la vida cotidiana de quienes resisten desde abajo.

¿Qué lograríamos?

  • Reducir traslados de 6 a 2 horas.
  • Llevar médicos, maestras y justicia a donde no llega el Estado.
  • Abrir rutas para el comercio justo y el turismo comunitario.
  • Reconectar territorios autónomos sin militarización.

Es hora de construir caminos hacia la dignidad, no solo hacia el desarrollo

Este trazo en la selva no es solo carretera: es un hilo que teje historias, memoria y esperanza. Une lo que fue marginado, da paso a voces que resisten, y abre caminos donde antes solo hubo silencio y polvo. Es un sendero hacia la dignidad, marcado por los pasos de los que nunca dejaron de soñar con justicia.

¿Por qué importa esta carretera?

  • +20 comunidades indígenas conectadas
  • +90% en pobreza multidimensional
  • +70% habla lengua originaria
  • 6 horas de traslado actuales se reducirían a 2 horas con carretera

Las  comunidades de la región presentan:

  • 86.8% de población indígena, con más del 74% que habla una lengua originaria.
  • Grado de escolaridad promedio: 6.2 años (primaria incompleta).
  • Analfabetismo: 11.9% (mayor en mujeres).
  • Acceso a Internet: solo el 2.5% de las viviendas.
  • Pobreza multidimensional en Ocosingo: 90.9% de la población.
  • Pobreza extrema: 59.7% de la población.
  • Carencias más graves: acceso a salud, seguridad social y calidad de vivienda2.

Una carretera en esta zona no es solo infraestructura: es una herramienta de justicia territorial.

Esta carretera permitiría:

  • Salida directa de productos agrícolas y forestales (café, miel, maíz, maderas certificadas) hacia Ocosingo y Palenque.
  • Conexión con rutas turísticas hacia la Selva Lacandona, Bonampak y Yaxchilán.
  • Acceso a mercados regionales en Comitán, San Cristóbal y Tuxtla Gutiérrez.
  • Reducción de costos logísticos para cooperativas indígenas y redes de comercio justo.

Además, facilitaría el tránsito de brigadas médicas, docentes bilingües y promotores comunitarios, hoy limitados por caminos de terracería.

 

Esta vía no es un lujo, es una deuda.

Concluirla es tejer territorio, sembrar equidad, saldar promesas. Es reconocer que la historia de Chiapas —y de México— no puede seguir ignorando a los que caminan descalzos pero firmes. Es unir comunidades no sólo con asfalto, sino con dignidad.

Además de su peso simbólico y político, esta carretera representa una oportunidad concreta para el desarrollo sostenible y la preservación de la vida:

  • En lo ambiental, permitiría desalentar la presión sobre la Reserva de Montes Azules, facilitando que las comunidades puedan desarrollar asentamientos planeados y productivos fuera de la selva, reduciendo la deforestación y fortaleciendo estrategias de conservación con participación comunitaria.
  • En lo económico, conectaría a productores de café, maíz, miel y artesanías con circuitos regionales y nacionales de comercio justo, impulsando proyectos productivos, reduciendo el intermediarismo y ampliando las posibilidades de emprendimiento local.
  • En lo social, ayudaría a articular a comunidades aisladas, facilitando el acceso a programas de desarrollo, justicia, regularización territorial y comunicación intercomunitaria. Es infraestructura con memoria.
  • En salud, reduciría los tiempos de traslado en emergencias médicas, permitiría brigadas preventivas permanentes y mejoraría la logística para abastecer medicamentos e insumos a zonas actualmente incomunicadas.
  • En educación, garantizaría que los estudiantes puedan llegar a sus escuelas sin arriesgar la vida; facilitaría el transporte de libros, materiales, y abriría la puerta a la educación intercultural con mayor equidad.

Es también hablar con franqueza de lo que no se ha hecho. A pesar de las declaraciones públicas del expresidente Andrés Manuel López Obrador y de la actual mandataria en favor de los Acuerdos de San Andrés, el territorio zapatista ha sido sistemáticamente ignorado por el Ejecutivo. Mientras se visitaba con frecuencia Badiraguato —incluyendo episodios tan controversiales como el saludo a la madre de un criminal confeso—, nunca se tendió la mano a las madres zapatistas, guardianas del tejido social y de la resistencia digna.

Hoy, bajo un gobierno que se proclama de izquierda y transformación, la Ley para el Diálogo, la Negociación y la Paz Digna en Chiapas sigue vigente, pero no se ha reinstalado formalmente la Comisión de Concordia y Pacificación (COCOPA), mecanismo esencial para construir distensión y justicia. Su ausencia es un silencio institucional que duele: la paz en Chiapas ha sido relegada a un segundo plano, tratada como una molestia lejana, no como una prioridad de Estado.

Desde los puentes invisibles del tejido social hasta la esperanza concreta de un tramo que conecte vidas, esta carretera es un símbolo de reconciliación, memoria y futuro. No pedimos caridad. Exigimos verdad, compromiso y justicia con los pueblos que siguen de pie, pese al abandono.

“Mientras millones de pesos se invirtieron en trenes vacíos y refinerías sin gasolina, estas comunidades siguen esperando algo más simple y justo: un camino para vivir con dignidad. Esta carretera no lleva a megaproyectos: lleva a escuelas, clínicas, mercados y memoria. Es una exigencia desde abajo, una deuda con los pueblos que aún caminan en el lodo.”






OPINION

Fuenteovejuna

Ahogado el niño… Parece increíble, recién en estos días la Secretaría de Hacienda creará una oficina encargada de detectar e investigar lavado del narcotráfico…

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