¡AL HUESO!
Telenovela negra
Nada que no se sospechara o supiera, pero los hechos que revelan las comunicaciones del “Televisa Leaks”, dadas a conocer por Carmen Aristegui, prueban la bajeza moral en la manipulación informativa que ejercen por igual esa televisora, el propio Gobierno Federal y medios que sin pudor se han puesto a su servicio
“La mejor manera de vivir con honor es ser lo que aparentamos”. Sócrates.
“Somos soldados del PRI y del Presidente”, declaró sin la menor pudicia moral Emilio Azcárraga Milmo en 1982, cuando justificó el descarado alineamiento de la televisora con la promoción de Miguel de la Madrid y el ninguneo de las campañas del panista Pablo Emilio Madero, de Arnoldo Martinez Verdugo, candidato del PSUM, y de Ignacio González Gollaz, cobijado por el Partido Demócrata Mexicano.
Fue el mismo “tigre” que fijó otro de los objetivos centrales de su televisora: “México es un país de una clase modesta muy jodida… que no va a salir de jodida. Para la televisión es una obligación llevar diversión a esa gente y sacarla de su triste realidad…”.
Pasaron gobiernos y sin importar diferencias y/o rencores entre uno y otro, micrófonos y sets estuvieron al servicio bien pagado del poderoso en turno y de un interés continuo: distraer a la opinión pública de lo sustancial y difundir autoelogios y falsas verdades.
Su hijo, Emilio Azcárraga Jean, y el grupo que le acompaña, cumplen hoy con rigor los dos objetivos al servicio de MORENA y ya no al servicio de un PRI cuyas prácticas López Obrador copió y perfeccionó: distraer a los ciudadanos y asentar los mensajes del anterior y la actual mandataria.
Por instrucción de los sucesivos gobiernos, hubo siempre campañas sesgadas y sucias en contra de personeros políticos o actores sociales que se consideraba “peligrosos” y algunas se apreciaron como burdas, sin llegar al nivel de bajeza y falta de escrúpulos que en estos días se revelan en los denominados “Televisa Leaks”.
Difusión maquinada de mentiras, manipulación de información, plagio, fabricación de videos con hechos falsos, apropiación de bienes públicos y toda suerte de mañas encubiertas para una sostenida acción inmoral y delictual.
¿Quién dice la verdad, Televisa y su prohombre Javier Tejado, que niegan todo, o Carmen Aristegui, una comunicadora a la que se le pueden cuestionar equivocaciones o énfasis desmedidos, pero nunca venalidad?
Es ocioso caer en esa dicotomía y no hay que perderse en las formas, porque el fondo es revelador y abrumador. Está en los cinco terabytes de información que un empleado de Televisa despedido y resentido entregó a Aristegui Noticias.
Lo valioso -y que pone furiosos a todos los que han formado parte de la cohorte de los Azcárraga- es mostrar el nivel de alcantarilla en que dentro del dominante medio de comunicación se sitúa la ética, que debería regir los principios de esa función social.
Desde Jacobo Zabludovsky hasta Enrique Acevedo han pasado muchos conductores y todos, a querer o no, han sido parte consciente o inconsciente -peor- del sucio juego.
Temerosos ante tal maquinaria del mal, que podría atraparlos, pocos medios han hecho eco de un escándalo que debería repugnarnos y cambiar radicalmente la actitud ante la información televisiva, porque tampoco Azteca o Milenio cantan mal las rancheras.
En esos cinco terabytes -cinco mil gigabytes o 5 millones de bytes (caracteres)- hay toda suerte de comprobaciones y revelaciones desenmascaradoras.
No sorprende que se ponga al trasluz el nivel mafioso y la corrupción del ahora consejero presidencial Arturo Zaldívar, artífice del apoderamiento del Poder Judicial. Había sobradas pruebas en denuncias de sus subordinados en la Suprema Corte sobre presiones para inclinar la balanza de la justicia.
Quizás sorprende un poco la bajeza moral de Azcárraga Jean, al articular la campaña mediática que influyó en la quiebra y desaparición de Interjet, empresa de la dinastía Alemán, por décadas con relación familiar y negocios conjuntos.
“Televisa Leaks”, por cierto, desviste y pone en su lugar a Javier Tejado Dondé, que había construido una imagen de santón de las comunicaciones y sentaba cátedra sobre el tema en análisis y columnas que, ahora lo sabemos, ni siquiera elaboraba él.
“Es un mitómano, con una capacidad sorprendente para mentir”, demolió Carmen Aristegui la defensa que pretendió Tejado y, en un símil, el señalamiento es igualmente aplicable al inmoral trabajo de Jesús Ramírez Cuevas en la elaboración de las mentiras que cada mañana se difundían en el pasado sexenio y continúan en el actual.
También él, cabeza de la propaganda presidencial de López Obrador y hoy supuesto coordinador de asesores de Claudia Sheinbaum, tuerce la realidad y fabrica infundios en su propio “Palomar”, además de utilizar el de Tejado.
Ahí está en estos días la campaña contra Ernesto Zedillo impulsada desde Palacio, en que ante la falta de argumentos para contradecir sus verdades, recurren a la bajeza de la denostación personal y la fabricación de falsos hechos.
Hay que agradecer a Carmen Aristegui la valentía para asumir el multifacético riesgo de revelar lo que siempre sottovoce se había sabido, pero sin tan contundentes pruebas.