Opinión
Miercoles 03 de Septiembre del 2025 07:45 hrs

Ahora le Toca Gobernar


Ahora no parece haber debate, ni cuestionamiento. El discurso de la Presidenta nos describe, no el estado de la nación, sino el de algún lugar que no conocemos. Y todos aplauden.

Si el 2025 marcará el cambio de una era en la historia de la humanidad, septiembre será el mes que marcará la nueva era política de México.

A nivel mundial los movimientos geopolíticos que ha precipitado la llegada de Donald Trump a la presidencia; un creciente aislacionismo, renovado militarismo y retorno al armamentismo fomenta la polarización entre naciones y aliados. La revolución tecnológica y económica que augura el despliegue de la IA aumentando la brecha, ya de por si insalvable, entre pueblos ricos y pobres. Y la resignación social ante la hecatombe ecológica que parece imposible mitigar y cuyos efectos aumentan exponencialmente el costo económico y en vidas humanas sin discriminar, ahí sí, entre regiones desarrolladas y en vías de desarrollo. Todo esto nos marca un hito en la historia de la humanidad que nos garantiza que se comienza a escribir un nuevo capítulo.

A nivel nacional algo similar sucede con la llegada de septiembre. El punto de quiebre se marca con el cambio de mes y comenzamos a escribir un nuevo capítulo en la historia de México.

Con el inicio del mes llega un “nuevo” Poder Judicial. Entrecomillada la palabra “nuevo” porque de poco nos sirve esa definición. Tiene mucho por demostrar la Corte entrante, sus juzgados, ministros, magistrados y jueces.

Los que se quedaron, la mitad que la tómbola excluyó, se enfrentan a la tarea insalvable, incomprensible, de mediar en una transición mal planeada, atropellada y con dudosos cimientos republicanos.

El llamarle “nuevo”, a lo que a partir de esta semana es el Poder Judicial, no describe lo que son. Tendrán que comenzar por enseñarnos que son dignos de nombrarse como Poder de la República; tendrán que demostrar, en el más tolerante y amplio sentido republicano (ya después nos preocupamos de que sean el más estricto sentido de la palabra), que pueden mantener la independencia ante el Poder Ejecutivo y el presidencialismo, los poderes fácticos y el crimen organizado, el poder económico y el poder de un partido-movimiento a quien se deben.

Una vez demostrando su independencia como Poder, tendrán que demostrar que puedan actuar dentro de un ámbito judicial, de derecho, sustentado en la Constitución y las leyes que de ella emanan, sin caer en resoluciones, sentencias y actitudes de politiquería y chauvinismo, mediocremente legaloides.

Hasta este momento, el marcador no les favorece; el espectáculo del lunes fue chauvinista, politiquero y alejado de la seriedad deseada.

Con el cambio de mes se dio, también, ese evento que durante muchos años representó la demostración de facto del poder del presidente.

El informe de gobierno fue, en los años de la dictadura perfecta, el acto cumbre que aprovechaba el presidente para los grandes anuncios: para demostrar que su palabra es la ley, y que sigue siendo el rey.

Esto se moderó con la alternancia y se abrió la puerta a un debate de mayor altura. No sin rozones y estirones, en un Congreso que se permitía escuchar, no sin apelaciones e interrupciones, el informe y las comparecencias. Responder puntual y asertivamente, en ocasiones hasta lanzar dardos envenenados. Siempre con glosas que cuestionaban lo expuesto y exigían correcciones.  

Ahora no parece haber debate, ni cuestionamiento. El discurso de la Presidenta nos describe, no el estado de la nación, sino el de algún lugar que no conocemos. Y todos aplauden.

Pero el ambiente está enrarecido; las pugnas y vergüenzas de Morena, el silencio de sus aliados, la desesperación del PRI, la movilización del PAN y la actitud timorata de MC. Un sistema político roto al que se le amenaza con una reforma que los sepultaría. La iniciativa privada que no invierte y la inflación que ya le comió el ingreso a la población. Y encima, Trump con sus presiones y amenazas.

Claudia, nos dice tener todo en control: los poderes de la república, un movimiento unido y gobernabilidad. Una economía sólida y la reducción de la violencia. La salud, la educación y la felicidad del pueblo.

No deja de rendirle respeto a AMLO, pero más discreta que al principio. Parece que su recuerdo se evapora y ella se sienta en la silla.

 Ahora sí, septiembre nos muestra que termina el sexenio de López Obrador, que lo que destruyó, cooptó y corrompió hay que reconstruirlo. Que, por más cuentas alegres, el país esta con alfileres y a Claudia le toca gobernar.


 






OPINION

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Valgan para el ministro Hugo Aguilar las ceremonias indígenas, tributo digno a sus raíces. Los otros se demostraron simples payasos de un circo demagógico….

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