Opinión
Domingo 28 de Abril del 2024 09:10 hrs

¡AL HUESO!

Cáncer con metástasis


De hecho, precisa que en el actual sexenio ha habido mucha saliva, incluso pañuelos blancos en torno al combate a esa práctica, pero ésta no ha disminuido y México se mantiene como el miembro con mayor nivel de corrupción en ese grupo

“Que el Presidente se prepare, estas denuncias son solo el inicio”. Anabel Hernández.

Aparentemente desconectados, un análisis externo y un hecho interno constituyen sin embargo una corroboración evaluativa del sexenio, de esa realidad gris que cada día el alud de palabras matinales esconde bajo la alfombra.

En un documento oficial de evaluación, la Organización pare la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), de la que México es uno de los 38 estados integrantes, reiteró que la corrupción en nuestro país es mal atávico y representa un valladar para lograr mejoría en diversos aspectos de la vida nacional.

De hecho, precisa que en el actual sexenio ha habido mucha saliva, incluso pañuelos blancos en torno al combate a esa práctica, pero ésta no ha disminuido y México se mantiene como el miembro con mayor nivel de corrupción en ese grupo. 

En lo central ocupado de las perspectivas económicas, el informe coincide en sus conclusiones con lo señalado regularmente por Transparencia Internacional, que sitúa a nuestro país junto con Bolivia y El Salvador en el fondo de la lista de Latinoamérica y entre los peores del mundo. 

La pasada semana, un hecho que en sí mismo podría constituir un episodio del teatro del absurdo de Eugène Ionesco, echó por tierra cualquier intento de rechazar dichas calificaciones.

El periodista Carlos Loret de Mola, persistente y acucioso denunciante de verdades del régimen, fue sentado en el banquillo de acusado por difundir en 2020 los videos de Pío y Martín López Obrador, hermanos del presidente, recibiendo sobres y bolsas con dinero ilegal que el propio mandatario calificó de “aportaciones para el movimiento”.

De acuerdo con los trascendidos de lo que ocurrió en la comparecencia judicial, a raíz de un juicio entablado por Pío López, éste reconoció los hechos que constituyen de suyo un delito perseguible de oficio, pero consideró que su difusión dañó su reputación y le causó pérdidas económicas, por lo cual solicitó una indemnización de 400 millones de pesos, la mitad al periodista y la mitad al medio Latinus, donde se difundieron los videos.

La situación generó desaprobación hasta del propio Presidente, no por lo demencial de la demanda, sino porque vio como en el peor momento se sumó un golpe más al avispero que no deja de rondar en su entorno.

Como es usual, en los meses finales del mandato y en la medida que la percepción de su poder comienza a decaer, crecen paralelamente las revelaciones poco gratas y el cobro de agravios, ante lo cual ha reaccionado de la peor manera, profundizando las crisis.

El ejemplo más revelador, sin duda, ha sido la información publicada por The New York Times sobre supuestos tratos de miembros de su equipo con grupos de delincuentes y la recepción de financiamiento para la campaña política de 2018.

Firmada por la experimentada reportera Natalie Kitroeff, la nota tuvo como interesado y evidente origen -aunque no declarado- a la Drug Enforcement Aministration (DEA), que apenas un par de semanas antes había “soltado” datos de otra investigación similar, sobre financiamiento del narcotráfico a la campaña de 2006.

Si la primera publicación presentada al unísono por ProPública y la alemana Deutsche Welle había generado una reacción airada del mandatario, con descalificaciones surtidas sobre el ejercicio periodístico, ante la segunda no tuvo límite.

La andanada fue principalmente contra la autora, hasta cometer el delito de revelar datos personales, no obstante que con rigor periodístico antes publicar Kritoeff envió una solicitud de reacción oficial al gobierno y en el propio texto asentó que no hay indicador alguno que ligue directamente a López Obrador con los hechos.

El Presidente no respondió y como control de daños quiso anticiparse al revelar el cuestionario en una homilía matinal. Solo logró acelerar la publicación. Lo intentó porque en una situación similar en el entorno nacional, posiblemente una fuerte presión sobre el medio habría evitado la publicación. No sucedió con el NYT.

Fiel a su estilo, asumió las revelaciones como misil dirigido en su contra -seguramente real intención de la enojada DEA-, pero lejos de una respuesta de Estado reaccionó a título personal, de la peor manera, repartiendo lodo.

Desbordó de ira, porque los crecientes señalamientos tienen soporte en la suma de pruebas de corrupción en su entorno -videos, grabaciones, libros- y ahora abonan a la percepción de algún entendimiento con los criminales. Así, adujo que su autoridad moral está por sobre toda ley y que desestima cualquier ordenamiento en su defensa.

El hecho concreto y génesis de su enojo, es que en ambos casos se asentó que las investigaciones de la DEA existen, cuentan con soporte tan o menos válido que el usado en los casos de Cienfuegos, Guzmán Loera y García Luna, y que fueron “congeladas” por razones políticas, para no enturbiar más la deteriorada relación bilateral.

El Presidente quedó herido al ver como se jironea uno de sus estandartes políticos, el combate a esa corrupción que hoy se muestra viva y activa, acerca de la cual al calor de las campañas se acrecentarán las denuncias. 

Tan fuerte es la percepción, que en su inicio de campaña, en un lapsus al que ningún psicólogo le restaría razones de fondo, su candidata erró al asegurar que continuará la corrupción, cuando quiso decir transformación.






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