Opinión
Sábado 27 de Abril del 2024 23:02 hrs

¡AL HUESO!

¿Y la economía apá?


En el marco de la nebulosidad acostumbrada, de cara a los comicios generales se han reforzado los programas asistenciales de rédito electoral, esos recursos que efectiva o falsamente -suman denuncias de desvíos en Bienestar- se otorgan con mínimo control a diversos sectores de la población, pero que sin el respaldo de un crecimiento económico paralelo representan un barril sin fondo para las finanzas nacionales

“Es más fácil explicar fenómenos de la relatividad que los económicos”. Einstein.

Lo que entre los muchos fracasos y errores del sexenio lopezobradorista se llegó a considerar como un acierto, hoy comienza a mostrar los pies de barro del populismo y la corrupción política.

El cuidado en el manejo de la macroeconomía que ejercieron sus odiados neoliberales se mantuvo al menos durante los primeros cinco años del mandato, en buena medida por la persistencia del banco de México y sirvió como colchón para aminorar el daño por las decisiones económicas y financieras irresponsables del gobierno.

Hasta que comenzaron a sonar las alarmas en este inicio de 2024, cuando se hace realidad lo que se esperaba por la conducta política del Presidente, un gasto público abierta o encubiertamente destinado a la rentabilidad electoral. 

En el marco de la nebulosidad acostumbrada, de cara a los comicios generales se han reforzado los programas asistenciales de rédito electoral, esos recursos que efectiva o falsamente -suman denuncias de desvíos en Bienestar- se otorgan con mínimo control a diversos sectores de la población, pero que sin el respaldo de un crecimiento económico paralelo representan un barril sin fondo para las finanzas nacionales.

Han sido las propias decisiones irracionales de López Obrador el factor central para que México no haya llegado a su prometido crecimiento de 4% anual: destinar la inversión pública en obras de dudosa viabilidad económica y social, criminal liviandad frente a la pandemia, generación de desconfianza para el inversor, recursos sin límite a entes fracasados como PEMEX y la CFE, más un largo etcétera. 

Hay señalamientos de riesgo emitidos por instancias internacionales, como la calificación chatarra para la deuda de Petróleos Mexicanos o las advertencias del FMI por el nivel de deuda país. También hay indicadores internos, como el crecimiento de 385% en el déficit público a enero de este año.

El pasado martes, en estas páginas Jorge Erdmann puso un ejemplo claro de las ilógicas instrucciones presidenciales y sus efectos, al tomar como muestra el embargo del presupuesto destinado a mantenimiento carretero, para ir a un uso nebuloso. Según las variantes explicaciones para borrar la sospecha electoral, se destinaría a finalizar el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas; o lo utilizaría el Ejército “para reparar las carreteras del sureste, dañadas por el transporte de material pétreo para los trenes Maya y Transismico”.

El desatino está claro: México es el principal proveedor de los mercados estadounidenses y la mayor parte de los envíos van por carretera -en proporción de casi 3 a 1 en tonelaje y valor frente al ferrocarril-, principalmente desde el centro y norte del país, por lo cual agravar el deterioro de las rutas tiene evidentemente un impacto económico negativo.

Es un ejemplo puntual de un camino económico -si es que existe y no cambia cada mañana- que ha frenado el desarrollo del país, cuando existían condiciones como el nearshoring para catapultarlo. Sin embargo, de fondo es un tema fundamental para resolver que los tres candidatos presidenciales han eludido, centrándose en referencias superficiales.

Recientemente fallecido, Carlos Urzúa, que de economista de cabecera de López Obrador y primer secretario de Hacienda pasó a severo crítico por los desatinos presidenciales, en el análisis “El cartucho encendido”, publicado en noviembre pasado en la revista Nexos, advirtió algunos desafíos que económicos que enfrentará el próximo gobierno, como principal “los magros ingresos públicos y el creciente gasto corriente del gobierno federal”.

Sobre esa base y comparando en el ámbito latinoamericano los ingresos tributarios de México -con 16.7% del PIB en 2021, bajo la media regional de 21.7 y casi la mitad de Brasil, con 33.5%-, apunta la imprescindible necesidad de una reforma fiscal que incremente los ingresos y sea acompañada por un reordenamiento de los niveles de recaudación y aplicación de los ingresos. 

No hacerlo por razones político electorales, como ha sucedido, encamina a México por el camino de seguir incrementando su deuda, ante el estancamiento de los ingresos fiscales y la caída de fuentes alternas, como las exportaciones de la cada vez más ineficiente PEMEX. Mientras, las obligaciones heredadas a través del sistema de pensiones, pago de deuda o las dádivas y costos de operación de programas sociales sin respaldo, acrecientan el gasto corriente gubernamental.

Como corolario político, Urzúa anticipó lo que en estos días está presente: “Quien llegue a la Presidencia de la República el próximo año no sólo recibirá una banda, sino también un cartucho de dinamita prendido. Sobra añadir que ningún candidato que esté en su sano juicio hablará durante su campaña sobre la verdadera situación financiera del país, pero una vez que sea elegido debe elaborar un plan para apagar la mecha del cartucho”.

Y a partir de la consideración de que pese a la acentuación de las malas decisiones por razones electorales todavía en 2024 se sostendrá una frágil estabilidad financiera, cerró su análisis prospectivo con una duda que pone a temblar:

“… suponiendo que quien llegue a la Presidencia tiene madera de estadista, habrá tiempo para diseñar una ruta fiscal alternativa para apagar el cartucho prendido. Habrá tiempo, sí, pero quién sabe si habrá las suficientes fichas políticas, la suficiente conciencia federalista y el suficiente liderazgo”.






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