Opinión
Domingo 28 de Abril del 2024 00:05 hrs

¡AL HUESO!

La realidad como guillotina


La criminalidad imparable es el peor resultado adverso de una gestión que será histórica no por algunos éxitos -como pretende el Presidente- sino por el deterioro y retroceso del país, incluso en aspectos que señaló como objetivos torales para su gobierno

“Hay dos clases de hombres: unos hacen la historia y otros la padecen”. Camilo José Cela.

“Queremos el cambio y no se da, queremos mejores condiciones y no las tenemos. ¿Qué hay? Hay mentira, ¿verdad? Hay falsedad. Vemos que hay falsedad, pues estamos llenos de Ejército y delincuentes tan fácil que llegan, liquidan y se van. Penoso, penoso, da pena. Que no nos corrompamos, ya basta. Porque no es posible ver tantas patrullas de militares, de Guardia Nacional y policías en las calles y que se sigan cometiendo asesinatos”.

La frase corresponde al obispo franciscano de Chilpancingo, Guerrero, José de Jesús González, quien informó sobre las juntas que miembros de la iglesia han sostenido con cabezas de las bandas de delincuentes, para buscar lo que el gobierno federal ni el local han hecho, pacificar ese estado fallido, azotado por la lucha entre grupos.

En esencia, ese párrafo medular de un largo diálogo con periodistas locales sintetiza el rotundo fracaso de la estrategia de “abrazos, no balazos”, que marca un promedio de 150 asesinatos por mes en ese Estado, donde simula gobernar Evelyn Salgado y realmente ejerce su papá, el impresentable Félix Salgado Macedonio.

A nivel nacional, la misma situación se traduce en más de 180 mil asesinatos desde el inicio del mandato de López Obrador, si bien la falsa realidad manejada en sus homilías matinales le lleva a señalar que “México es un país pacífico”.

La criminalidad imparable es el peor resultado adverso de una gestión que será histórica no por algunos éxitos -como pretende el Presidente- sino por el deterioro y retroceso del país, incluso en aspectos que señaló como objetivos torales para su gobierno.

La dramática crisis del sistema nacional de salud pública, que tuvo su punto culminante con el imperdonable manejo de la pandemia y más de 800 mil fallecimientos, es dolorosamente una realidad muy distante al prometido nivel Dinamarca y golpea diariamente a la población más vulnerable. Enfrentan tanto desatención como costos económicos, por tener que recurrir a servicios privados y comprar los medicamentos que ni la muy cacareada Megafarmacia del Bienestar los tiene.

Seguridad y salud, dos dramas ciudadanos que llevan a la duda sobre si realmente López Obrador vive y cree en una realidad alterna, a la vez que piensa en una ciudadanía ciega, incapaz de ver y reflexionar en la distancia entre lo que se prometió y lo que se concretó.

Maestro de las percepciones, durante 18 años de campaña tras la Presidencia construyó obstinada y pacientemente la imagen de un político distinto, austero, honesto, decidido a cambiar la vida pública en favor de la moralidad y en beneficio de los más pobres.

El hoy desnuda una mentira irrefutable, no vista solo por quien se obstina en no ver.

En el olvido quedó el modesto Tsuru que manejaba Nicolás Mollinedo, hoy millonario, implicado en el manejo de dineros turbios. Fue reemplazado por camionetas blindadas y protegidas por miembros del que era el Estado Mayor.

No vive en Los Pinos, como los anteriores mandatarios desde Lázaro Cárdenas, porque lo calificó como un gasto lujoso inaceptable, pero presume ante fieles locales y visitantes extranjeros la pomposidad de Palacio Nacional donde se mudó.

Solo para una esporádica foto vuela en aviones comerciales; ahora disfruta los aviones y helicópteros militares que aseguró no utilizaría. 

No pasó del discurso la descentralización territorial de las sedes centrales de las secretarías. A título de ejemplo, la Marina Armada sigue asentada en Ciudad de México.

Lejos de la prometida justicia en el ya extendido drama de los estudiantes asesinados en Iguala, enredó el proceso hasta llegar al límite de ser censurado por los propios familiares tener que regresar a un relato paralelo a la denominada “verdad histórica”.

Con igual tono, en la responsabilidad ante los más de 113 mil desaparecidos -censo oficial- se fue al extremo de acusar a las mujeres buscadoras de actuar politiquero para afectar la imagen de su gobierno. Luego volvió a desaparecerlos, al rasurar el padrón en una maniobra manipuladora cuando menos indignante.

Comprometió cuidado medioambiental y solo en materia eléctrica freno la dinámica de reemplazo de fuentes de generación que traía el país. Y su Tren Maya ha causado el mayor desastre ecológico, con la afectación de la selva en el sureste.

Fue adalid en la lucha para asegurar un sistema electoral que garantizara respeto al libre voto ciudadano; desde el poder se transformó en enemigo del INE, al que ahora pretende revertir a un organismo controlado por el gobierno.

Señaló que las autoridades debían abstenerse de influir en los procesos electorales. Cada día, hasta el exceso afrentoso, actúa como jefe de campaña de la candidata a sucederlo.

Bajo el slogan “no somos iguales”, dijo que emprendería una cruzada contra la corrupción, “el gran mal de México”. Hoy sobran pruebas sobre el financiamiento ilegal de su propia vida política, el involucramiento de su familia en negocios al amparo del poder y la colusión de miembros de su movimiento con criminales.

Son solo algunas de las distancias entre verbo y realidad, en una suma que agota repetir, pero por moral pública hay que mantener vigentes los fracasos, como base de reflexión ante una elección en que no se debe caer en las mismas ingenuidades.

 






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