¡AL HUESO!
Miseria política
Es en las crisis cuando se demuestran las entrañas de los políticos y ante el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, se vio a la Presidenta desarmada, arrinconada por la realidad y, en su enojo ante los hechos, prepotente. Buscó cargar culpas antes que asumir las propias, sobre todo haber dejado solo al edil y a su gente ante la delincuencia.
“La simulación de humildad solo esconde la soberbia”. San Agustín.
Tan trágico para la Presidenta resultó el vil asesinato, uno más, del alcalde Carlos Manzo Rodríguez, como su patética y deplorable reacción ante el hecho.
Sin el cinismo descarado y capacidad de manipulación de López Obrador, trató de copiar sus métodos de pulverización de la realidad adversa y el resultado fue para ella lastimoso, al dejarla ante el país con una imagen de superada y prepotente.
Llamó carroñeros a quienes reflejaron en notas y comentarios la indignación y hartazgo general por el crimen y por el fracaso gubernamental que implica.
Se brincó el desastre en seguridad de los abrazos de su padrino protegido, para retroceder culpas hasta Calderón y Peña.
Acusó que se quiere lucrar políticamente ¡con el asesinato de un político!
“¡Ya Sheinbaum ya! ¿Quién es usted?”, apuntó el feroz analista e historiador Francisco Martín Moreno, para sintetizar la imagen de un gobierno que no muestra sensibilidad, capacidad de conducción propia ni voluntad de rectificación.
A Claudia Sheinbaum, con los dos asesinatos de alto impacto en Michoacán, se le esfumó el glamour de ser la primera Presidenta de México y se mostró desnuda y pasmada ante la realidad de un país que su impulsor agravó y que ella no se atreve a enfrentar a partir su propio entorno, marcado por la corrupción y los abusos.
Su soberbia y prepotencia hicieron que se le fuera México encima, con redes saturadas (95%) de reacciones críticas, opiniones y memes negativos, ante lo cual quiso dar una muestra de humildad caminando por el centro de la Capital. Peor le fue, porque un desquiciado la acosó y el pasmo de sus “ayudantes” demostró que ni siquiera hay seguridad para cuidar a la Presidenta, con lo que implica si algo más grave le llega a pasar.
Seguramente los autores de la orden de asesinar al alcalde Carlos Manzo lo hicieron por un interés delictivo regional, pero el hecho se transformó en un tsunami nacional que ahogó al gobierno y su plan de seguridad, apuntalado más por inversión publicitaria que por resultados de alto impacto.
Pero hay más y ello sí en el ámbito político: el brutal asesinato demostró la soberbia compartida y golpeó en la colusión, el encubrimiento y la impunidad.
Carlos Manzo fue siempre un rebelde frente a la tolerancia del poder hacia la delincuencia, porque lo vivía y sufría en Uruapan y en su gente. Lo fue desde dentro de Morena como diputado y eso llevó a que sobre él pesara cierre de caminos, cuando quiso obtener la candidatura a alcalde dentro del partido.
No cejó, fue como independiente y recibió un apoyo frontal de los ciudadanos de su municipio y en el corto ejercicio del cargo se obstinó en cumplir su compromiso de combatir sin diferencias a bandas delictivas que asolan Uruapan y Michoacán.
Dio a conocer reiteradas amenazas a su vida y a su familia, a las que respondió con dureza. Señaló que defendería los derechos de los humanos y no de los delincuentes, a los que combatiría de frente con las armas de la policía.
Fue recriminado por la Presidenta, llamándolo -precisamente ella- a respetar la ley, ante lo cual Manzo le demandó, y a García Harfuch, repetidamente, apoyo policial y militar para reforzar la limitada capacidad de la policía municipal.
Sus fuertes demandas, respaldadas sobre todo por los extorsionados tomateros y aguacateros, acogidas por los medios, obligaron al gobierno a enviar efectivos de la Guardia Nacional que poco hicieron, porque en breve tiempo fueron retirados.
Lo dijo su esposa, hoy alcaldesa y legataria de su compromiso, lo repiten jóvenes y ciudadanos en la calle, a Carlos Manzo y a ellos, no les perdonaron y les cobraron su rebeldía e independencia, dejándolos solos ante la delincuencia michoacana.
La venganza repitió lo que han demostrado en múltiples casos similares: más que indolentes o incapaces, así son de miserables quienes hoy detentan el poder con faccioso y extremo autoritarismo.
Esta vez la mayoría ciudadana se unió en el repudió y los tiene arrinconados, porque ni siquiera el cuando menos extraño episodio de acoso a la Presidenta ha funcionado como distractor.