Opinión
Lunes 24 de Noviembre del 2025 06:42 hrs

¡AL HUESO!

¿Vamos bien?


Más allá de las crisis puntuales, las últimas semanas han mostrado ante México y el mundo el deterioro generado en nuestro país por siete años de políticas sectarias, de odio y confrontación, ante las que la población muestra un hartazgo que llevó hasta duras expresiones públicas de la Iglesia Católica.

“Van a ocurrir cosas, más vale que ocurran democráticamente”. Porfirio Muñoz Ledo

Si el gobierno insiste en que vamos muy bien y que viene lo mejor, es para que todos temblemos, porque los indicadores financieros, económicos -corroborados por el Banco de México y el INEGI-, más las expresiones sociales y las propias actitudes y malabarismos de la Presidenta y sus cercanos muestran lo diametralmente contrario.

Generalmente, el día a día en que vivimos no permite una visualización con la distancia requerida sobre el curso de la realidad, pero en el caso del actual gobierno se hace cada vez más evidente que en solo 13 meses de ejercicio enfrenta un pronunciado desgaste.

Curiosamente, quienes obtuvieron -primero López Obrador y luego Sheinbaum- la mayor parte de su caudal político a través del dominio de las redes sociales, hoy encuentran en ellas las más graves vías de aguas negras que inundan la nave con descontento.

Especialmente doloroso, porque básicamente la expresión molesta y en crecimiento corresponde a jóvenes, muchos de ellos usufructuarios de las dádivas políticas, que hoy no ven futuro más allá de la mediocridad que les permite ese magro e interesado ingreso. 

Entre otros hay que tomar en cuenta principalmente dos factores: uno, ajena a las cadenas de bots pagados y a la operación del propio aparato gubernamental, la opinión libre es siempre -y sobre todo- crítica de los gobernantes, sea cual sea su signo; dos, la legión de herederos manejada por Ramírez Cuevas, hoy jefe de asesores de la Presidenta, ha perdido su mayor soporte, el cinismo del habitante de Palenque, por lo que el flojo discurso presidencial choca a diario con la realidad.

Dos ejemplos se visualizaron luego de las marchas de protesta ciudadana, que tuvieron su mayor escenificación en la Ciudad de México. Con la acostumbrada perversidad de los más radicales integrantes del grupo en el poder, diseñaron desde antes una operación para distorsionar la protesta, reventarla y volcarla a su favor.

Allí están las agresiones verbales de la Presidenta durante la semana previa, buscando desvirtuar el origen, que fue el asesinato de Carlos Manzo, acto vil que colmó el vaso de la pasividad ciudadana. Confiando en su pretendido control de la juventud, buscaron centrar la protesta, que era general, en una parte del sector, la denominada “Generación Z”. 

Inventaron en paralelo una fantasmal intriga de empresarios y partidos, para terminar orquestando un operativo maquiavélico para frenar la llegada de manifestantes al Zócalo de CDMX, adicionado con actos de terrorismo para desalentar su ingreso.

Como broche de oro, la propia Presidenta dio por fracasada la expresión ciudadana, idea que muchos medios asumieron. Llegó a decir “somos invencibles”, pero le cayó la realidad encima en las propias redes, al mostrar la verdad de lo sucedido, a partir primero de una cifra real de manifestantes que decuplicó los 17 mil que afirmó el gobierno de la ciudad.

Luego, diferentes expertos en seguridad desentrañaron el operativo en que la perversidad de los orquestadores -se señala entre ellos a Martí Batres, con larga historia de porrismo-, colocó incluso como víctimas a esos granaderos que en el papel ya no existen.

Y si mal les fue en la información interna, peor a nivel global, donde las fotos de la represión se convirtieron en testimonio incuestionables, bajo el señalamiento de que un gobierno autodefinido como popular reprimió al pueblo.

A tal nivel, que el siempre astuto Donald Trump uso las imágenes para incrementar la presión sobre el gobierno encabezado por Sheinbaum, al señalar “las cosas en México no andan bien” y apuntar que no desestima una intervención directa en nuestro país.

En medio de esa dinámica de desprestigio y caída de imagen del paraíso morenista, vino la inesperada posición oficial de la iglesia católica a través de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). En voz del Ramón Castro, los obispos expresaron que “ante tanto dolor no podemos callar” y señalaron que contrario a la publicidad gubernamental, la inseguridad general se mantiene y crece en muchas regiones con asesinatos, secuestros, desapariciones y extorsión.

“Nos dicen que hay justicia, pero la impunidad sigue marcando nuestra vida diaria. Nos dicen que la economía va bien, pero muchas familias no pueden llenar la canasta básica. Nos dicen que se respetan las libertades, pero quienes piensan distinto son señalados y descalificados”, puntualizó el posicionamiento.

Fue retomado en Roma por el órgano oficial del Vaticano, que consideró el mensaje como "un llamado profético a toda la sociedad a deponer las ideologías y construir la paz y la reconciliación a través del diálogo, reafirmando que la Iglesia debe ser sinodal, profética y cercana al pueblo que sufre".

Absolutamente inusual por su claridad, la posición eclesial presentada a través del obispo Castro, es un reflejo sin matices de una realidad que nos lleva a confirmar como, en definitiva, no vamos bien ni iremos bien mientras no haya rectificación de fondo.

Desafío ante el cual la Presidenta no puede o simplemente no quiere.






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