Opinión
Lunes 15 de Diciembre del 2025 08:24 hrs

¡AL HUESO!

Tiempos aciagos


Nos esperan tiempos de suyo difíciles, de dictados y presiones constantes, ante lo cual carecemos de un escudo fundamental, esa unidad nacional minada por el autoritarismo y la polarización, a la vez que muchos suicidas esperan o ruegan que desde Washington nos salven de la debacle, una tarea imperativa para nosotros mismos

“Dejen que China duerma, porque cuando despierte el mundo temblará”. Napoleón.

El hecho de que por órdenes de Donald Trump hayan sido bombardeadas 23 pequeñas lanchas, que supuestamente y sin comprobación alguna transportaban drogas hacia Estados Unidos, representa apenas un indicio del complejo futuro que gravitará sobre nuestro subcontinente al menos por los próximos tres años.

Concediendo, sin justificar, que todos los tripulantes efectivamente transportaban drogas, el hecho no elimina la acusación de asesinato, dada la desproporción de fuerzas que permitía a los efectivos estadounidenses simplemente interceptarlos, apresarlos y comprobar el delito. Más allá, como se ha comprobado, en al menos un caso se arremetió por segunda vez contra sobrevivientes.

Lo pudieron hacer en forma similar a como interceptaron y abordaron el petrolero Skipper, al cual también con discutible respaldo legal detuvieron como parte de la arremetida contra el impresentable Nicolás Maduro. Lo hicieron al estilo Trump.

Tanto la crisis social y de salud en Estados Unidos por el creciente narco-consumo de una población insatisfecha con el hoy y el porvenir, como el repudio generalizado al régimen venezolano -exceptuando gobiernos como el mexicano que hace cabriolas para ocultar su simpatía-, llevan a muchos a una tolerancia inaceptable. Y peligrosa.

Ciertamente, como sucedió con los excesos autoritarios de López Obrador, que al comenzar su sexenio sorprendieron por su irracionalidad, los de Trump también destantearon al mundo, que comenzó a esperar una espiral de cosas peores. 

Y las habrá.

Hace meses, el matutino The New York Times adelantó algo que estaba en ciernes, definiéndose en las entrañas del grupo ideológico duro de soporte para Trump, en términos de rescatar el poder imperial hoy torpedeado por China.

Con jiribilla periodística, lo denominaron “la Doctrina Donroe”, aludiendo a esa “América para los americanos” asumida por el presidente James Monroe en 1822, con el fin de eliminar la influencia Europa en un continente que Washington quería bajo su dominio absoluto.

Lo cierto es que a partir de esa época en que recién se consolidaban las naciones a partir del éxito de los movimientos independistas, la Doctrina Monroe ha estado siempre presente con distintas intensidades. Y con distintos niveles de rechazo en las sociedades que conforman nuestra América.

Una temporada álgida se registró desde los mediados de los años 60 del pasado siglo, cuando en medio de la denominada “Guerra Fría” entre el bloque oriental liderado por la Unión Soviética y el Occidental por Estados Unidos, algunos gobiernos latinoamericanos se alinearon con Moscú o adoptaron una posición equidistante de ambos, en el Movimiento de los No Alineados.

Fue algo no tolerable para el imperio desafiado, al implicar en ese momento, sobre todo, riesgo para el suministro de materias primas requeridas por su pujante industria. Arremetió con acciones abiertas y encubiertas para doblegar rebeldías y vino -entre otros hechos- la oleada de intervenciones que llevaron a quiebres institucionales incentivados desde Washington, con el surgimiento de dictaduras represoras en Guatemala, Brasil, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia, entre otras naciones.

Finalmente, el bloque oriental se desmembró y prácticamente desapareció su influencia en el mundo, durante un período en que los sucesivos gobiernos de Estados Unidos mostraron mano enguantada en las relaciones políticas y económicas a nivel global.

Hasta que surgió el enorme poder económico y militar de la China actual, cabeza hoy de un nuevo bloque desafiante en el que como principales se inscriben Corea del Norte, India y la Rusia de Putin, que Trump busca amigablemente neutralizar y, sin resultados visible, distanciar de Beijing.

La potencia comercial de los asiáticos ha marcado un profundo remezón en las economías de todo el mundo, obligando a una redefinición de sus esquemas productivos e incentivado el proteccionismo. En el caso de nuestro continente y también en África, ha sido acompañada por una audaz estrategia de inversión en obras de desarrollo, acción que fortalece una influencia política palpable.

Rescatar el predominio impositivo es, por tanto, la prioridad del equipo de Trump y pasa por abandonar lo que califican como tolerancia errónea de los demócratas. Para ello han formulado la recién oficializada Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, con centro en ese “América para los americanos”, que contempla incluso el incremento de la presencia militar permanente en el subcontinente.

En tal contexto nos esperan tiempos de suyo difíciles, de dictados y presiones constantes como las que ya se ejecutan, ante lo cual carecemos de un escudo fundamental, esa unidad nacional minada por el autoritarismo y la polarización, a la vez que muchos suicidas esperan o ruegan que desde Washington nos salven de la debacle, una tarea imperativa para nosotros mismos. 






OPINION

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