Mucho Por Reflexionar
Económicamente, la realidad nos ha demostrado que el cambio fue mucho de forma, poco de fondo y nulo en esencia. Si bien sustituimos una mafia del poder por otra, la relación oligárquica entre gobierno y empresas poco cambio. Las estructuras económicas son las mismas, con diferentes corruptos, lo que demuestra que la oportunidad económica de México no radica en otra modificación a la ley, sino en un cambio de cultura, estructural de la sociedad.
Tras el triunfo de José Antonio Kast en Chile la presidenta Sheinbaum minimiza el avance que han tenido los gobiernos de “derecha” en Latinoamérica y el mundo.
“Aquí hay unidad” – dice – “A veces cuando no hay unidad en los movimientos, se genera esta disminución del apoyo”.
No sabría si aplicar aquella máxima popular de, dime de qué presumes y te diré de qué careces, o la de que no hay peor ciego del que no quiere ver.
Simplemente, se montó en la retórica reciclada inagotable que aprendió de su mentor. Aunque tuvo un pequeño lapsus en el que se le salió una verdad verdadera, y nos dejó ver que sí hay inquietud y preocupación: “Fue el pueblo de Chile quien eligió quien quiere que lo gobierne. Creo que es un momento de reflexión para los movimientos progresistas en América Latina y por qué se dan estas circunstancias”.
Es que, en efecto, fueron los ciudadanos chilenos, el pueblo del que habla Claudia, quienes dieron el golpe de timón porque a Boric, el presidente con el que la 4T se identifica, se le complicó la economía y la seguridad. Mera coincidencia con la realidad en México.
A ambas naciones nos unen muchas cosas. También, tenemos grandes diferencias. Una de ellas que hoy se vuelve relevante es que es difícil creer que México tendrá elecciones libres y equitativas. En Chile no hay duda de que así fueron.
Por eso es importante el llamado a la reflexión que hace Claudia a los movimientos progresistas en América Latina.
La presidenta equipara movimiento progresista a todo aquello que huela a izquierda en la región, comparación que está cada vez más cuestionada en círculos académicos e intelectuales alrededor del mundo, por el gran parecido que comúnmente toman los regímenes de izquierda con gobiernos autocráticos y dictaduras.
El llamado a la reflexión fue sincero. Nos hace ver su preocupación de que el segundo piso de la transformación sea obra inconclusa, derruida, como un ruinoso recuerdo de la irresponsabilidad del unido movimiento que encabeza.
Movimiento que se siente falible porque, si bien ha hecho muchos cambios, no ha cambiado lo que amerita cambiar.
En 2018 se votó por un giro radical en la política y economía mexicanas. Con narrativa populista de izquierda y estrategias surgidas del foro de Sao Paulo, una década después de que tuvieran su mejor momento, México se sumó a la izquierda latinoamericana.
La narrativa facultó cambios profundos en la estructura política mexicana. Cambios que no honraron la propia narrativa que les abrió el camino. Políticamente, hoy estamos más cerca del México chauvinista y maniqueísta de Echeverria que de una sociedad progresista con políticas de equidad, igualdad, solidaridad y subsidiariedad.
Económicamente, la realidad nos ha demostrado que el cambio fue mucho de forma, poco de fondo y nulo en esencia. Si bien sustituimos una mafia del poder por otra, la relación oligárquica entre gobierno y empresas poco cambio. Las estructuras económicas son las mismas, con diferentes corruptos, lo que demuestra que la oportunidad económica de México no radica en otra modificación a la ley, sino en un cambio de cultura, estructural de la sociedad.
Como muestra, un botón, el sector energético que después del boom petrolero de López Portillo y la reorganización eléctrica de De La Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, los cinco impulsaron profundas reformas. Treinta años después y no se logró crear una industria eficiente, limpia y que dejara de ser la caja chica de gobiernos para sustentar el desarrollo equitativo de México. Sin negar que hubo algunos destellos de ingenio y éxitos puntuales, el cambio en las leyes no cambió la cultura de servirse de ella.
Claudia Sheinbaum podrá dorarnos la píldora con que hoy están más unidos que nunca. Podrá repetirnos el cuento de que ya vivimos el séptimo año del gobierno más progresista del universo. Pero la realidad la desmiente, ni el oficialismo es un bloque monolítico sin grietas evidentes, ni el gobierno que encabeza a nombre de su predecesor tiene rasgos progresistas.
Por eso, hay mucho que reflexionar. No desde la trinchera de la mañanera ni de la política tradicional. No les toca a ellos que llegaron y nos demuestran que no tienen la capacidad.
Nos toca a nosotros, el pueblo, reflexionar, defender con toda el alma las elecciones que reflejen la voluntad de los ciudadanos, que nuestro voto cuente y botarlos si no sirven.