Verborrea Ideológica: el Arma de la 4T frente al Narco
El narco entendió mejor que el gobierno lo que significa ejercer poder. No necesita urnas ni debates: ya gobierna. El Estado, en cambio, sigue en campaña, atrapado en discursos que no detienen balas ni rescatan territorios.
El 15 de noviembre las calles hablaron. Las marchas fueron un grito colectivo contra la violencia, contra la impunidad, contra el abandono. La gente salió con dignidad, con rabia, con memoria. Y apenas un día después, la Presidenta respondió con lo único que parece dominar: verborrea ideológica. Un discurso interminable para justificar lo injustificable, para disfrazar con palabras lo que en las calles se vive con balas.
La escena es grotesca: mientras la ciudadanía se moviliza, el gobierno se refugia en consignas ideológicas. Como si la sangre derramada pudiera clasificarse en izquierda o derecha. Como si los desaparecidos tuvieran partido político. Como si los pueblos desplazados fueran un tema de debate académico.
El discurso como cortina de humo
La Presidenta habla de modelos, de corrientes, de principios. Como si el país fuera un seminario y no un campo minado. Se reparten etiquetas ideológicas mientras las madres buscan a sus hijos en fosas clandestinas. Se presume justicia social mientras los alcaldes son asesinados en sus municipios. El sarcasmo se impone: ¿qué ideología explica que un pueblo entero tenga que pedir permiso al narco para celebrar su fiesta patronal? Ninguna. El narco no debate, impone.
El barrio como espejo del poder
En la colonia, el narco es el que manda. Decide quién abre la tienda, quién cierra temprano, quién se va del barrio. Cobra impuestos como cualquier Hacienda, pero con fusil en mano. Tiene su propio Congreso: la mesa de negociación donde se sientan líderes comunitarios a pedir permiso. Tiene sus jueces: el gatillero que dicta sentencia en segundos. Tiene sus ejércitos: jóvenes reclutados a la fuerza, convertidos en soldados de un Estado paralelo.
Mientras tanto, el gobierno juega a la política. Habla de ideología como si fuera un partido de futbol: izquierda contra derecha, progresistas contra conservadores. Pero en la cancha real, la del barrio, el marcador es otro: el narco va goleando, y el Estado ni siquiera aparece.
La ironía del poder
El narco entendió mejor que el gobierno lo que significa ejercer poder. No necesita urnas ni debates: ya gobierna. El Estado, en cambio, sigue en campaña, atrapado en discursos que no detienen balas ni rescatan territorios.
La ironía es brutal: mientras la Presidenta se entretiene en dividir al país en bandos ideológicos, el narco divide al país en plazas. Mientras ella habla de modelos políticos, el narco impone modelos de terror. Mientras ella juega a la política, el narco juega a gobernar. Y gana.
El costo de la evasión
Reducir el combate al narco a ideología es una forma de evadir la responsabilidad histórica. Es como pintar grafitis en una pared que se está cayendo: mucho color, poca estructura. El costo es alto: comunidades desplazadas, jóvenes desaparecidos, instituciones infiltradas. El narco no sólo gana territorios, gana legitimidad. Se convierte en el poder que sí responde, aunque sea con terror.
El Estado pierde autoridad, y cuando el Estado pierde autoridad, pierde país.
Las marchas como memoria viva
El 15 de noviembre la gente salió a las calles porque sabe que la seguridad no es ideología, es derecho. Porque la memoria de las víctimas exige dignidad, no discursos. Porque la soberanía exige acción, no consignas. Las marchas fueron un recordatorio de que la ciudadanía no está dispuesta a aceptar que el narco gobierne mientras el Estado se esconde detrás de palabras.
La respuesta de la Presidenta, con su verborrea ideológica, fue un insulto a esa memoria. En lugar de escuchar, justificó. En lugar de asumir, evadió. En lugar de gobernar, habló.
El Narco no debate: Gobierna
El sarcasmo no es sólo estilo, es diagnóstico. El narco no debate: gobierna. El barrio lo sabe, la calle lo grita, la memoria lo exige. El Estado no puede seguir escondiéndose detrás de ideologías. El combate al narcotráfico exige unidad institucional, visión de Estado y compromiso real con la seguridad ciudadana.
Mientras la 4T presume verborrea ideológica, el narco gobierna. Y gana.
P.D. Presidenta:
¿Existe acaso un calendario oficial de la 4T donde se marca el día exacto en que la dignidad se abandona? Porque varios de sus fieles —empezando por el caudillo de Macuspana— ya la tiraron por la borda hace años, y todavía presumen que fue un acto de sabiduría. Yo, sigo creyendo que la dignidad no se negocia ni se jubila.