Opinión
Sábado 27 de Abril del 2024 04:12 hrs

18 de Marzo, Petropresidente o “E” menos 11


Al final, el petróleo no apuntaló al nuevo régimen. Pemex no resurgió, como el Ave Fénix de entre las cenizas y los recursos con los que se construirían las instituciones de la 4T, para durar todo el siglo, nunca llegaron.

Los temas prioritarios para la ciudadanía: salud, seguridad y economía, están en deterioro acelerado, y no hay programa social de transferencias directas que pueda evitar que, más temprano que tarde, todos los mexicanos suframos alguna tragedia: alguna enfermedad sin medicinas ni servicios médicos, alguna agresión patrimonial o a la integridad física, o una caída en el nivel de vida por el desdén de este gobierno a la inversión y la iniciativa privada. 

Socialmente, la población estamos polarizados, divididos y confrontados. Lo que empeora la capacidad de cooperación social que permite aminorar los efectos de políticas públicas erróneas, 

Financieramente, los indicadores, proyectados al futuro próximo, nos dejan ver la fragilidad de la cuenta pública, comprometiendo, en corto plazo, la viabilidad de las pocas políticas públicas “acertadas” de la 4T. 

Los problemas de planeación, cumplimiento regulatorio, ejecución y transparencia que llevaron a la administración a este fin de sexenio tan triste, hubieran sido aminorados si la apuesta, fallida, en la que López Obrador sustentó su éxito, le hubiera resultado, esa apuesta es el petróleo. 

De todos los temas que se debaten en las campañas presidenciales, no el más importante, pero el que más le duele al presidente es Pemex y la realidad, que nos presentan los candidatos, de la inoperancia de las refinerías. 

López Obrador le apostó al petróleo como piedra angular del castillo de naipes que intentó construir. 

En Julio de 2019 el consejo de administración de Pemex aprobó el plan de negocios con una producción, hacia el 2024, de 2.6 mil millones de barriles de crudo diarios. El incremento gradual de producción, por arriba de los 100 mil barriles diarios cada año, le permitiría al gobierno compensar la reasignación de recursos hacia las obras emblemáticas y los programas sociales, al mismo tiempo que paliaba inconformidades de todos aquellos a quienes afectaría por el giro de timón en la política pública; compraría voluntades hacia su proyecto de nación. 

La producción petrolera venía cayendo desde finales del siglo pasado. Con la apertura inicial del sector energético, Calderón, logró estabilizarla en alrededor de 3,700 millones de barriles diarios. Peña Nieto, consciente de que no sería sostenible, terminó de abrir el sector. Las reformas de fondo, hechas demasiado tarde, no alcanzaron a madurar y para el 2018, el ritmo de caída se aceleraba. 

A simple vista la evidencia mostraba que el problema, no la solución, era la apertura del sector. La lógica simplista, de alguien que ve las cosas con tinte ideológico, diría que habría que volver el tiempo atrás. El petróleo, a través de Pemex, volvería a ser el soporte financiero del estado, que daría dinamismo económico a la nación.

La construcción de una nueva refinería y el incremento de producción de las existentes cerrarían el broche al dejar de pagar al extranjero grandes cantidades de dinero por gasolinas y petroquímicos. 

Los excedentes presupuestales ya no se repartirían a los estados, se centralizarían en el Ejecutivo Federal, que los asignaría donde mayor rentabilidad política generaran. Una nueva época de gloria, otra bonanza petrolera que permitiría a López Obrador, ser el prócer mexicano del siglo XXI.

La realidad resultó poquito más compleja de lo que se esperaba: la caída en la producción es estructural, no coyuntural, Pemex no tiene la capacidad financiera o técnica, para explotar nuevos campos y los que hay, están moribundos. Las refinerías existentes se caen a pedazos de viejas. Dos Bocas, no estaría lista en tiempo ni en presupuesto, aportando poco a la solución.  

Al final, el petróleo no apuntaló al nuevo régimen. Pemex no resurgió, como el Ave Fénix de entre las cenizas y los recursos con los que se construirían las instituciones de la 4T, para durar todo el siglo, nunca llegaron.

Al contrario: la visión anquilosada logró hacer de Pemex una carga más, insostenible para el Estado Mexicano, que dejó de ser una economía petrolizada hace mucho. 

Hay muchos temas a discutir en México, uno de ellos es qué hacer con Pemex.  Lo que importa es tener gasolina disponible, buena y barata. Solo los políticos se rompen las vestiduras por Pemex, mientras quedan pendientes los temas de fondo, los que AMLO, no cumplió: salud, seguridad y bienestar económico. 






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