Opinión
Sábado 27 de Abril del 2024 17:57 hrs

¡AL HUESO!

Atrapada sin salida


Los mensajes desde Palacio han sido repetidos: si triunfa su obligación es dar continuidad a las políticas de López Obrador, además de mantener sus proyectos estrella, entregados a militares. En la reciente entrevista “a modo” con el medio español Canal Red, sumo una advertencia más: no debe pensar en la moderación, sino mantener la agresividad

“Aquí vive el Presidente; el que manda vive al frente”. Frase popular en el Maximato.

Además de su conocida falta de empatía, que la hace ver como anti-candidata por el poco entusiasmo que genera en público, Claudia Sheinbaum Pardo enfrenta un escarpado camino político, por el que transita en puntillas para no chocar con su mentor.

El protagonismo incontenible de López Obrador y su obstinación en construir una forma de maximato, han impedido que la exjefa de gobierno capitalina exprese una personalidad política propia y menos que tome decisiones sobre su propio futuro.

Así sucedió antes y está sucediendo ahora. Se debe recordar que llegó a la jefatura de gobierno solo con el arrastre de votos por la campaña del propio López Obrador y que a mitad de su mandato sufrió una humillante derrota cuando perdió el control de más de la mitad de las alcaldías. 

Las muestras de falta de fuerza e independencia tuvieron sus puntos culminantes con golpes en la mesa desde Palacio Nacional: a su salida a campaña como precandidata impusieron de sustituto a Martí Batres, porro ajeno a su equipo; luego desbancaron a Omar García Harfuch como su opción para contender por CDMX; y nada hicieron para posibilitar la permanencia en la Fiscalía citadina de Ernestina Godoy, su fiel instrumento de persecución de opositores. 

Tragó sapos y logró que finalmente Morena inscribiera a Harfuch y Godoy como aspirantes al Senado por la Ciudad de México. Pero no en la cómoda lista de plurinominales, ya que ambos, sin carrera política, están obligados a aplanar calles en busca de un voto de suyo difícil, en una urbe airada ante la violencia diaria, fallas en el sistema de transporte y graves problemas de subsistencia, como la impopular falta de agua.

Allí, la propia Sheinbaum arrastra como lastre para ella y sus adláteres las culpas por la tragedia de la Línea 12, una suma de incidentes y accidentes en el metro, responsabilidad hoy evidenciada en el desastre del Colegio Rebsamen y la corrupción política, por el uso de la fiscalía como garrote del poder.   

En su propio “cuarto de guerra”, desde Palacio le impusieron la presencia de otro para ella non grato, el intrigoso vocero presidencial Jesús Ramírez, que ejerce la doble función de llevarle las instrucciones del real jefe de campaña y a la vez advertir a éste de cualquier idea posible de ser considerada tibia o inconveniente.

Los mensajes desde Palacio han sido repetidos: si triunfa su obligación es dar continuidad a las políticas de López Obrador, además de mantener sus proyectos estrella, entregados a militares. En la reciente entrevista “a modo” con el medio español Canal Red, sumo una advertencia más: no debe pensar en la moderación, sino mantener la agresividad.

El resultado ha sido una candidata atada de manos, sin posibilidad de delinear un proyecto de futuro gobierno y limitada a aceptar un “nado de muertito”, en espera de que la todavía relevante popularidad de López Obrador sea suficiente para triunfar el 2 de junio.

Con menos espacio del que en su momento tuvieron los candidatos oficiales durante los gobiernos del PRI, sus posicionamientos como “construir un segundo piso de la transformación”, “continuidad con cambios”, mantener “abrazos no balazos” y concretar el paquete de reformas legales propuesto por el Presidente, han hecho que sea despectivamente motejada “holograma”, “marioneta”, “la calca” o “copy paste”.

Hubo incluso muecas en el propio presídium cuando tras el registro de su candidatura en el INE afirmó su compromiso de “profundizar la estrategia de seguridad y los logros alcanzados por el actual Gobierno”, cuyo costo sobrepasa los 180 mil asesinatos.

De hecho, al apoyar las antidemocráticas iniciativas presidenciales ajustó la soga de la horca en su propio cuello, dado que -como se ha señalado- una de las ideas facilitaría su propia revocación de mandato ante un desacuerdo con su mentor. 

La suma de inconvenientes mantiene en tensión constante al propio equipo de la candidata, que ha visto como los escándalos de corrupción en el grupo en el poder, recientemente acrecentados por las acusaciones de narco financiamiento, han hecho declinar el apoyo popular y fortalecido el rechazo ciudadano a la continuidad, por ejemplo, con el duro e imparable hashtag “narcopresidente”.

Los pensantes más independientes en su grupo de trabajo aspiran a que la candidata pueda superar o al menos conservar los 30 millones de votos que obtuvo López Obrador en 2018, para lo cual ante la pérdida de apoyo principalmente en la clase media, ven necesario sumar a otros segmentos, principalmente indecisos ajenos a los radicalismos.

Por ello, se tomaron la cabeza a dos manos cuando su candidata se sumó a los vituperios presidenciales tras las concentraciones ciudadanas en defensa del sistema democrático, al calificar a las decenas de miles de asistentes, sin distingos, de falsos e hipócritas. 

Claudia Sheinbaum es, en esos términos, una política atrapada por una realidad que en la actualidad le resulta incontrolable y que, en el caso de triunfar, la pondría en la disyuntiva de ejercer como una simple ejecutora de políticas diseñadas y controladas por su antecesor o encaminarse a un choque con impacto impensable en el futuro del país.  

Lo increíble es que este escenario, envidiable para cualquier estratega electoral en el mundo, en México es desperdiciado por una oposición desorganizada, amorfa, con líderes cuestionados, sin propuestas imaginativas, centrada en lo contestatario, que solo se está nutriendo del malestar ciudadano ante la suma de abusos y fracasos del actual gobierno. 






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