¡AL HUESO!
Crudas verdades
Con muy esporádicas apariciones públicas desde que entregó el poder, las más recientes -y con ellas sus declaraciones- han generado enojo en la cúpula del poder, porque han sido dardos certeros para mostrar y cuestionar la destrucción de la democracia en México.
“A los políticos chaparros, todos los problemas se les crecen”. Filósofo de Güemes.
Sobre Ernesto Zedillo y su sexenio hay aspectos discutibles, pero también dos aportes a la democracia que vistos desde distancia menos apasionada generan reconocimiento: creó instituciones independientes para acelerar y dar soporte a la democratización y fue capaz de controlar el cambio desde el partido hegemónico a un régimen abierto y competitivo.
Tiene en ello respaldo en hechos para hablar con propiedad sobre la democracia en nuestro país. Desde que dejó la Presidencia en manos de Vicente Fox, su opositor, por más de tres lustros guardó un silencio que ha roto en los últimos años, para responder a agresiones verbales directas, primero de López Obrador y luego de Claudia Sheinbaum. También para fustigar el regreso al autoritarismo que vivimos en estos días.
Sus expresiones más duras las profirió en una extensa entrevista publicada por el matutino español El Mundo, realizada por la periodista Maité Rico en el marco del Foro La Toja, espacio de análisis y reflexión sobre la democracia, al que el expresidente fue invitado.
Reproducida parcialmente y comentada en algunos de los medios formales desde el domingo 26, la entrevista causó evidente malestar en el Gobierno Federal, que ante el abismo de las verdades se refugió en los consabidos lugares comunes. En su conferencia del lunes, la Presidente utilizó su más manoseado y risible: “México es de los países más democráticos del mundo”.
Vale por ello retomar algunos de los planteamientos centrales del texto:
“No conozco a la doctora Sheinbaum, pero ella ha sido cómplice de López Obrador en la destrucción de la democracia mexicana. No comento sobre sus políticas en otros aspectos, me limito a señalar su papel protagónico en la demolición de esta democracia. Ella contribuyó con entusiasmo a la reforma constitucional de López Obrador para destruir al Poder Judicial. Fue ya prácticamente durante su gestión cuando se entrega la Policía Nacional al Ejército y se suprimen varios organismos fiscalizadores. Y la reforma electoral, que matará las condiciones para una competencia equilibrada, está ocurriendo también bajo su mandato.
“Los nuevos autócratas no buscan el poder a través de un golpe de Estado o una asonada, sino que juegan con las reglas de la democracia para destruirla, una vez que han accedido al poder gracias a ella. Se presentan como demócratas, con un mensaje demagógico y mentiroso que por desgracia atrae a muchos ciudadanos.
“Han suprimido la división de poderes y los contrapesos. Han desmantelado el Estado de Derecho y los organismos de control, como el encargado de la transparencia. Han terminado con la independencia judicial: escoger a los jueces por voto popular es una farsa propia de los regímenes autocráticos y además se hizo con una elección fraudulenta. Y para blindar todo eso, Sheinbaum ha suprimido a efectos prácticos a la Suprema Corte como tribunal constitucional.
“El Gobierno, que controla el Congreso y las legislaturas estatales, puede aprobar modificaciones constitucionales con carácter definitivo, sin que ningún tribunal que pueda objetarlas. Es un caso de autoritarismo único en el mundo.
“La tragedia es que Morena, en su intento de construir un partido hegemónico, ha copiado lo peor del PRI, y nada de lo bueno. La corrupción guía su funcionamiento. El dispendio económico es más grave. La destrucción del aeropuerto internacional a medio construir, o el Tren Maya, o la refinería de Dos Bocas son caprichos faraónicos de López Obrador, realizados en contra de todos los estudios que las desaconsejaban y bajo sospecha de una inmensa corrupción. No tienen un proyecto para hacer de México un país moderno y con verdadera justicia social. Solo tienen un proyecto de poder.
“López Obrador, desde el primer día de su gobierno, dijo que la reforma electoral de 1996 era basura. Violó las leyes y montó un aparato de clientelismo y de propaganda política con cargo al erario y agravando la corrupción, mientras se sacrificaban aspectos esenciales como la educación y la sanidad, hoy en estado lamentable. El clientelismo cínico pagado con recursos ilegales ha sido clave para ganar elecciones.
“¿De veras creen que el señor López Obrador fue un presidente progresista? ¿Mejoró de manera sostenible la condición social de la mayoría de los mexicanos? ¿O en realidad se abocó a construir clientelas político-electorales para mantener a su partido y a él mismo en el poder?
Al concluir, una sentencia fría a la pregunta sobre si es reversible la destrucción democrática en marcha y la imposición de un régimen populista autoritario:
“Es muy difícil, porque han puesto muchas salvaguardas. Al controlar los mecanismos electorales y los tribunales, y militarizar la seguridad pública, cierran la puerta a una solución democrática”.
Ciertamente difícil argumentar en contra por quienes construyeron una mayoría legislativa ficticia, impusieron un Poder Judicial a modo -del que quieren prolongar sus decisiones hacia el pasado- y eliminaron o maniataron toda instancia de contrapeso y control.