Opinión
Miercoles 13 de Agosto del 2025 13:12 hrs

¡AL HUESO!

La muerte tiene permiso


Evidente, es innegable el cambio en la política de seguridad. Sin embargo, hasta ahora hay más ruido que nueces. El crimen diario sigue y la ciudadanía lo padece, porque no se ataca el fondo, la impunidad, que comprende el encubrimiento de los políticos asociados.

“Si existimos, la muerte no; cuando existe la muerte, nosotros ya no”. Anónimo mexicano.

 48, 47, 58, 40, 76, 67.

La seguidilla de números semeja propuesta para tentar suerte en uno de los juegos de apuestas y sin embargo son las cifras negras de los homicidios cometidos en el país en días recientes, de acuerdo con la información de la Comisión Nacional de Seguridad.

Tras el frío recuento -sujeto a la credibilidad que se tenga en ese organismo- se oculta, además, la creciente violencia y el sadismo en esas muertes, que en casi 9 meses del gobierno de Claudia Sheinbaum superan ya 22 mil.

El antecesor sumó 200 mil, en sexenio para el que comprometió pacificación y en el que sumaron más de 50 mil desaparecidos a la trágica suma que venía de años anteriores.

No se puede desconocer que hoy -por presión de Washington, para limitar el tráfico de drogas duras- existe intención de abandonar la cómplice política de los “abrazos” y pasar al combate racional ante la empoderada delincuencia que heredó López Obrador. Sin embargo, de persistir, los resultados tardarán.

En tanto, los ciudadanos inermes seguirán pagando en la indefensión costos del desborde de inseguridad propiciado por el hoy digno habitante de “La Chingada”, con territorios dominados por “la maña”, en que son víctimas de secuestro, extorsión, pago de piso y una suma de delitos en prácticamente todos los rumbos del país.

Hay conductas que se han asentado y son campo de fertilización para la ilegalidad, como las justificaciones inaceptables de la autoridad, el encubrimiento tácito de políticos-delincuentes coludidos en negocios negros, la costumbre de la muerte en la sociedad insensibilizada y, sobre todo, la impunidad.

Ante cada crimen surgen los lugares comunes oficiales, paso inicial de la impunidad: “se abrió una carpeta de investigación”, “se procederá hasta las últimas consecuencias”, “no habrá ocultamiento, caiga quien caiga”. Y en la sociedad, ese indigno “algo debía”.

Palabras para escabullir culpa y verdad. ¿Dónde está el fondo sobre el asesinato de los dos principales asesores de Clara Brugada? ¿Hubo castigo para quienes a fin de deslindar al gobernador Rocha Moya montaron una farsa sobre con el asesinato de Héctor Cue?

Por interés político, o por la incapacidad real de la procuración, la casi totalidad de las investigaciones recorrer las oscuridades de la burocracia para terminar en montones de papel o congeladas en las memorias computacionales, mientras para la población permanecen vigentes el miedo y la inaceptable costumbre de la muerte.

Una muerte que perdió el atávico respeto, como lo demuestran los métodos de la delincuencia para deshacerse de cuerpos o, en el colmo, el caso del falso crematorio en Chihuahua, donde las familias engañadas terminaron orando ante porciones de tierra mientras los deudos se pudrían sin haber sido cremados.

Una imagen patética de ese drama nacional se registró a fines del pasado mes con el asesinato de la maestra y taxista veracruzana Irma Hernández Cruz, secuestrada por delincuentes por negarse a pagar extorsiones, utilizada luego como ejemplo para amedrentar a sus colegas choferes y finalmente abandonada muerta.

Una escena en que la única diferencia con los dantescos videos de asesinatos por los yihadistas de ISIS en Medio Oriente, fue la ausencia de decapitación.

La primera reacción del gobierno encabezado por la inmoral Rocío Nahle, fue sembrar que la víctima pertenecía a una banda contraria y buscaba controlar la extorsión a los taxistas. Culpable de su propia muerte, pues.

Fue tal la indignación a nivel nacional y mundial, que el segundo intento fue “suavizar” y desviar el hecho central -extorsión, secuestro y muerte-, con la versión de que había fallecido de un “simple” infarto, porque “fue maltratada por los captores”.

Todo el modelo usual de manipulación, encubrimiento e impunidad.

“La muerte tiene permiso”, título de este texto, fue tomado de un excelente cuento del laureado narrador mexicano Edmundo Valadés.

En un hecho imaginario, pero no distante de la realidad, campesinos de un remoto ejido en el sur del país, reunidos en asamblea y cansados de los abusos de un cacique, demandan a una comisión de funcionarios agrarios autorización para eliminarlo.

Inicialmente sorprendidos, los visitantes esgrimen el imperio de la ley y se niegan a responder a tal solicitud, pero ante la insistencia y la imposibilidad de que les dejaran retirarse, terminan por acceder ante una votación unánime y otorgan el permiso.

Los campesinos les agradecen haber “legalizado” el crimen y les informan: “Pos muchas gracias por el permiso, porque como nadie nos hacía caso, desde ayer el presidente municipal de San Juan de las Manzanas está difunto”.

Hoy, ese permiso está en la tácita impunidad.


 






OPINION

Fuenteovejuna

Con los halcones de Washington redoblando tambores, de aquí intentan calmarlos al “exportar” a otros 26 delincuentes. Solo bisutería y allá exigen oro…

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