¡AL HUESO!
Llanera solitaria
Con Trump como azote y atrapada por un legado de corrupción que le va estrechando el camino, más un equipo en buena parte impuesto en el cual no confía, la Presidenta asume personalmente los costos de un gobierno que acumula poder y no logra soluciones.
“Siempre tengo la razón… hasta cuando me equivoco”. Germán Valdés, “Tintán”.
“Ya tengo experiencia en estas cosas”, expresó la Presidenta cuando, en plena gira por el noroeste del país, le sorprendió la carta enviada por Donald Trump anunciando un arancel general adicional de 30% a los productos mexicanos.
Estilo Juan Camaney, ese “yo mera lo resuelvo” que esgrimió Sheinbaum tocó pared a poco andar, cuando el “rey del arancel” aplicó otro más -17%- al tomate, uno de los vegetales mexicanos de mayor exportación después del aguacate.
El sábado recién pasado vino el cobro de cuenta en la aviación comercial, por el daño en el sector que causaron tanto la cancelación del nuevo aeropuerto, como el recorte de horarios y la obligación de operar en el AIFA los vuelos de carga, para darle algo de vida.
Abierta o tangencialmente, todas son decisiones adoptadas por Washington por los que consideran limitados logros en combatir al tráfico de combustibles y de estupefacientes y demostraron que la prudencia y frialdad esgrimida por la Presidenta como política ante Trump le da pocos frutos, dado que constantemente exige más y aumenta la presión.
Cerrando cada día, las pinzas de la arremetida estadunidense le sacan de la mesura que predica. Lo demostró al enfrascarse en dimes y diretes con Jeffrey Lichtman, abogado de Joaquín padre y de todos los Guzmán. Hábil, el defensor aprovechó la oportunidad de compartir culpas de sus defendidos con la cúpula del poder en México.
Error rebajarse a ese nivel por un arrebato personal. Si acaso, correspondía responder a un subalterno. Además, poco apropiado luego del uso político del juicio de García Luna, cuando a diario su mentor festinaba y utilizaba los dichos de testigos delatores y abogados para atacar a Felipe Calderón. Solo se frenó cuando los mismos afirmaron haberle entregado fondos ilícitos para sus campañas electorales y las de sus protegidos.
Los dichos del abogado, ciertamente reprobables, no tienen base alguna. Son, sin embargo, un adelanto de lo que ocurrirá en el juicio de los hijos de Joaquín Guzmán, convertidos en testigos protegidos y que cantarán al son de la partitura que les fijen los fiscales. De allí la preocupación denotada en la reacción de la mandataria.
A Litchman se sumó el propio Trump, cuando en tono y contenido similares insistió en que el gobierno de México no hace lo suficiente para atacar a fondo a los delincuentes, porque está “petrificado” y temeroso ante ellos, deslizando que no se atreve a actuar contra políticos afines involucrados, que sobran.
Nuevamente fue ella quien salió al paso de las declaraciones y demuestra como, por decisión propia, por dudas en la capacidad de su equipo o por desconfianza, termina al frente de todas las crisis, que sin excepción son parte de la herencia recibida.
Imposibilitada de culpar el pasado, ha buscado cobijarse en la soberanía, arropándose en un nacionalismo de consignas para acusar agresión al país. Pero los distractores se agotan.
Sin pagar costos propios, no puede seguir soslayando los cada vez más evidentes escándalos de corrupción de funcionarios del anterior gobierno, que en buena cantidad le fueron impuestos en el suyo. Repite que no hay impunidad cuando lo evidente es que la ejerce y es arma en la mano de Trump, quien exigen cabezas de nivel.
Ese manto de impunidad la tiene atrapada en una constante defensiva, que es el tenor evidente y dominante de sus conferencias matutinas.
Como Presidenta electa había anunciado eliminar el circo matinal y a poco andar dio marcha atrás. Decidió conservar tanto el modelo como el equipo gestor, encabezado por Jesús Ramírez, quien -es sabido- atiende más a “La Chingada” que a Palacio.
Ha sido repetitivo que queda en evidencia porque asume temas que no conoce, le mal informan sobre asuntos relevantes y, a la vez, Ramírez siembra con preguntadores pagados temas que la ponen en aprietos, o termina hablando sobre nimiedades.
Sin la cínica cara dura de su padrino para sentar falsas realidades, mentir y manipular, la aparición matutina fluctúa entre un yoismo nocivo, errores y naderías, hundiéndola en la intrascendencia ante un ínfimo auditorio.
A raíz de ello, por ejemplo, implantó como requisito de admisión que los reporteros demuestren posteriormente haber publicado la información vertida, así no valga noticiosamente, como es rutinario.
Aún cuando Sheinbaum conserva un alto nivel de apoyo -70%, que nada significa en efectividad de gobierno- es claro que mostrarse siempre como defensora y encubridora del pasado sexenio y su corrupción descarada, más el fracaso ante Trump, la dejan sin espacio, la minan e impiden ganar imagen de estadista.
Sabe que la salida, marcar distancia de la herencia con un camino propio, tiene costos políticos, pero si no los enfrenta será la única responsable del fracaso de un segundo gobierno morenista y de la primera mujer al mando, con enorme costo para México.