¡AL HUESO!
López Obrador al desnudo
Lo trágico de los efectos impide reírse de un Presidente fuera de órbita, sin información sobre la magnitud de la catástrofe
“Ante un fenómeno natural, la autoridad debe prevenir, informar y reaccionar con rapidez, seguridad, eficacia y empatía”. Perogrullo de Protección Civil.
Como ha quedado demostrado desde hace meses, para el Presidente López Obrador la única preocupación son las próximas elecciones y a diario se centra en alinear toda la capacidad del gobierno y sus instituciones hacia su obsesión, asegurar la continuidad de una administración que ha sido un desastre nacional.
Cuando deambulaba en sus fobias, centradas ahora en el ataque al Poder Judicial que le presagia un temible futuro personal, la tragedia del huracán “Otis”, un fenómeno natural de fuerza anticipada y efectos previsibles, vino inesperadamente a desnudar en todas sus miserias al Presidente y al gobierno de la autodenominada cuarta trasformación.
Han sido los propios afectados, esos millones de pobres que rodean la pompa hoy vapuleada de un balneario icónico, quienes han señalado con indignación la desidia, la suma de descuidos, ineficiencias, errores, decisiones absurdas y toda una cauda de merecidas adjetivaciones que con López Obrador a la cabeza han acrecentado la tragedia.
Para corroborarlo, el sábado, en vez de viajar a supervisar las operaciones de apoyo a la población guerrerense, se fue a Monterrey para darle más vuelo a Samuel García, con el fin de frenar la probable candidatura de Marcelo Ebrard por Movimiento Ciudadano, una opción que, pese a la nulidad opositora, pone en riesgo su proyecto transexenal.
Desde el martes 24 por la tarde, un ente de gobierno, el Servicio Meteorológico Nacional dependiente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, organismo con capacidad y eficiencia reconocida a nivel internacional, así como el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, previeron la dinámica fuera de parámetros del fenómeno natural atípico y emitieron una alerta recogida por los medios de comunicación, y tibiamente por las autoridades estatales y nacionales.
Bueno, a diferencia de la Armada, que tiene su propio sistema de información meteorológica, y aplicó las prevenciones necesarias en embarcaciones e instalaciones de la que es la Octava Región Naval, con sede precisamente en Acapulco.
La fuerza de un ciclón es incontrolable, como sus efectos, pero las medidas de prevención oportunas aminoran el daño humano y material.
El principio básico de la prevención ante fenómenos naturales es lo que se denomina “efecto extinguidor”: Ojalá nunca sea necesario usarlo, pero más vale tenerlo.
Fruto de la experiencia nacional y mundial, existe un conjunto de acciones que van desde lo más básico, como asegurar ventanas, hasta preparar refugios para trasladar a ellos en forma anticipada a los grupos más vulnerables y alistar los equipos y la organización de las respuestas posteriores.
Nada de ello sucedió en este caso por la distracción negligente del Presidente, que al igual como frente al COVID, contagió a todo el aparato de gobierno, incluido el de Guerrero, con un mensaje laxo a través de la red X.
Y no es una conducta nueva, solo sucede que “Otis” la volvió a sacar a luz en todas sus lamentables dimensiones y nos colocó ante el mundo con la imagen de un país bananero.
Lo trágico de los efectos impiden reírse de un Presidente fuera de órbita, sin información sobre la magnitud de la catástrofe, su irracional impulso de llegar a Acapulco por tierra, el llevar consigo -por tanto incomunicar y maniatar- a quienes deberían haber estado tomando decisiones, y que requirió para sacarlo del atolladero atención, equipos y elementos indispensables en las zonas de desastre.
Cabe recordar que desde el inicio del mandato, como parte de su ambición por eliminar los fideicomisos y apropiarse de esos recursos para sus obras de opio, López Obrador planteó la decisión de eliminar el Fondo Nacional de Desastres Naturales, FONDEN, destinado precisamente a la remediación de efectos.
En conjunto con Protección Civil Nacional, de la que depende una ahora muy avergonzada oficina de “prevención de desastres”, conformaban un grupo de reacción que además de saber aplicar los recursos financieros, contaba con equipos, normatividad, experiencia y personal capacitado para dirigir las acciones de prevención y remediación, a las que se sumaban las fuerzas armadas y dependencias de todos los niveles de gobierno.
Para prueba de los efectos de una decisión desastrosa, aquí en Coahuila tenemos dos ejemplos precisos: el ineficaz despilfarro de centenas de millones en el incumplido rescate de restos de 63 mineros en Pasta de Conchos y el patético desorden ante la inundación de los pozos carboneros en el Pinabete.
En este último caso, sobraban advertencias sobre los riesgos permanentes en la explotación descontrolada de carbón en pozos y pequeñas minas, caos propiciado desde la CFE por Manuel Bartlett, pero los únicos recursos disponibles para acciones de reacción correspondían a Minera del Norte, empresa satanizada por López Obrador.
Cabe recordar que la coordinadora nacional de protección civil, Laura Velázquez Alzúa, desoyó las recomendaciones y advertencia de mineros experimentados y decidió la absurda inmersión de buzos militares en un ambiente acuoso saturado de lodo y carbón, tarea infructuosa que significó perder tiempo valioso para frenar la inundación.
Esos sucesos fueron una muestra anticipada de la tragedia burocrática que “Otis” nos revela en toda su dolorosa magnitud, tanto por la tragedia actual de la población guerrerense, como por comprobación de un aparato de gobierno absolutamente distraído, indolente e ineficiente.
La imagen más patética, más que la propia destrucción, fue el video del Presidente López Obrador atascado en el lodo a bordo de un vehículo militar conducido por un inexperto, con efectivos tratando de usar el peso de sus cuerpos para lograr un avance, cuando ese jeep cuenta con su propio sistema de arrastre de emergencia.
Fue reacción típica de la conducta politiquera del mandatario, una maniobra distractora para eludir la previsible indignación nacional por su ineptitud. Esta vez le falló y se le revirtió con esas imágenes que, para nuestra vergüenza, además circularon por el mundo.
Ni hablar del secuestro de la ayuda ciudadana para entregarla al control monopólico de los militares y por ende a la rentabilidad electoral. La inmoral acción se califica sola.