Opinión
Viernes 26 de Abril del 2024 22:35 hrs

Pantalla

Mi vida en paralelo a El olvido que seremos


Excelente película que fue selección oficial en el Festival de Cannes, ganó el premio español Goya a mejor película Iberoamericana y apenas hace unos días arrasó los premios Platino del Cine Iberoamericano

El olvido que seremos (2020) -disponible en Netflix- cuenta la historia del doctor colombiano Héctor Abad Gómez, gran promotor de la salud y activista político de su país, narración que se desarrolla a partir de los años 70 del siglo pasado en la ciudad de Medellín.

Empecé a ver la película de una manera inusual, pues me senté a verla cuando ya habían pasado poco más de quince minutos del inicio porque mi esposa había comenzado a verla. Tan pronto me senté, ella me dio el título de la película, me puso al corriente de la historia y me dijo que era una película colombiana.

Sin mayores antecedentes, empecé a ver El olvido que seremos con ojos inocentes. De inmediato la historia me atrapó con los personajes carismáticos que conforman una familia peculiar como lo fue la del doctor Héctor Abad Gómez, su esposa, cinco hijas y un hijo.

Lo que vemos en pantalla es la intimidad de una familia muy singular en el contexto de la Colombia violenta y con recurrentes crisis políticas. De pronto, como estamos acostumbrados a ver solo telenovelas, series y películas colombianas con historias que giran en torno al narco y los grandes cárteles de la droga, parece extraño ver la vida cotidiana de una familia de clase media que enfrenta la violencia a su manera.

El doctor Héctor Abad Gómez se distinguió por su labor como médico en asuntos de salud pública en general y como precursor de la vacunación en su país; además fue un comprometido profesor universitario y gran luchador en la defensa de los derechos humanos.

Conforme seguí viendo la película empecé a reconocer algunos rostros de actores colombianos que he visto en otras ocasiones, y extrañamente no reconocía al actor principal que interpretaba al doctor. Veía también un gran trabajo de dirección detrás de la cinta y no tenía pista alguna de quién podía ser el director. Terminé de ver la película y quedé profundamente conmovido, pero con un sabor agridulce por el desenlace inesperado de la historia, impensado para quienes no conocen -cómo era mi caso- la vida real de Abad Gómez.

Sin embargo, al ver los créditos al final de la cinta (ese listado interminable de nombres y puestos de trabajo que casi nadie ve) descubrí que El olvido que seremos está dirigida por Fernando Trueba, es decir, un español dirigiendo una película colombiana y sobre todo uno muy galardonado. Entre los premios que ha obtenido Trueba está un Oscar como director de la Mejor Película Extranjera con Belle Epoque realizada en 1992. Descubrí también que el protagonista que da vida al doctor Abad Gómez es Javier Cámara, actor español que domina el acento colombiano y que se ve y suena como colombiano de Medellín, lo hace tan bien que pasa como si fuera talento local. A Javier Cámara lo he visto en películas españolas, pero sin embargo quedó envuelto tan bien en su magnífica interpretación del muy colombiano doctor Abad, que de verdad, no lo reconocí.

La película está basada en el libro El olvido que seremos escrito por Héctor Abad Faciolince, hijo del doctor y que ha tenido una exitosa carrera como escritor. El libro ha sido traducido a varios idiomas y es considerado un bestseller colombiano. La historia está contada desde la perspectiva del hijo en dos etapas de su vida: la infancia y su juventud con una relación muy fuerte entre padre e hijo, y que de acuerdo a las crónicas que leí, escribió la novela 20 años después de la muerte de su padre, justo para no olvidar aquellos años fabulosos que pasó al lado de su padre y transmitirle a sus hijos la historia del abuelo, tal y como él recordaba sus vivencias junto a su padre.

En mi caso, la película El olvido que seremos tocó mis fibras más sensibles porque la vi en tiempos de duelo, a tan solo dos semanas de la muerte de mi padre. Mi papá fue también un médico que se entregó a ayudar a mejorar las condiciones de salud de la población cercana a él y tuvo una fructífera carrera en pediatría y en salud pública en tiempos anteriores a los que vivió el doctor Héctor Abad, pues mi padre empezó a ejercer en 1944 cuando las condiciones de salud eran aún más deficientes que las mostradas en la película. No había agua potable, la población padecía enfermedades atroces al no existir vacunas para muchas de ellas y además la desnutrición era una epidemia regional. No había antibióticos e incluso le tocó aplicar la primera dosis de penicilina en Monclova, ciudad donde ejerció como médico por cerca de 75 años.

En la película, el niño -tal vez por ser el único varón- mantiene una estrecha relación con su padre, platicando extensamente con él y acompañándolo a sus visitas y a su trabajo, tal y como yo lo hice con mi papá durante mi infancia y juventud. Recuerdo pláticas prolongadas con mi papá y largos ratos en su consultorio viéndolo atender a los niños o acompañándolo al hospital infantil que fundó para atender niños desnutridos y de escasos recursos en un Monclova que estaba en pleno desarrollo económico durante los años 50. Cuando mi papá empezó a ejercer el crecimiento demográfico era impresionante y se carecía de servicios de salud básicos, solo había hospitales privados y pequeños, insuficientes para las necesidades de la población. El Seguro Social llegó a Monclova hasta 1962 y del cual mi papá fue director por varios años. Desde esa institución y en su práctica privada, siempre fue un gran promotor de la salud.

Así como el doctor Héctor Abad y su hijo vivieron una vida plena y llena de amor en la infancia y juventud, así la viví yo junto a mi padre, solo que tuve la dicha de que también lo disfruté hasta mi etapa muy adulta, pues mi padre falleció a los 102 años de edad apenas el pasado 4 de septiembre. Hace menos de 10 años, estuvimos rememorando juntos su vida y su carrera como médico para escribir en estrecha colaboración sus Memorias que se publicaron en 2014, y donde quedaron plasmadas las vivencias del doctor Guillermo Enrique Guerra Valdés, mi papá.

Una vez que terminé de ver la película y ver los créditos, empecé a ver el principio y entonces entendí mejor la intención de la película y comprendí porque el inicio está en blanco y negro, luego la razón por la que continúa en color y la parte final regresa al blanco y negro. Eso es tal vez una minucia para el espectador, pero tiene un fuerte impacto en la narrativa, a lo cual el director dice que desde que empezó a concebir la película y la tenía solo en su cabeza, empezó a ver una parte de ella en color y otra en blanco y negro por la razón que descubrirán si ven la película que ya está disponible en Netflix.

El olvido que seremos es una cinta muy premiada. Fue selección oficial en el Festival de Cannes, ganó el premio español Goya a mejor película Iberoamericana y apenas hace unos días arrasó los premios Platino del Cine Iberoamericano llevándose los galardones a mejor película, mejor director (Fernando Trueba), mejor actor (Javier Cámara) y mejor dirección artística (Diego López).

Por razones de afinidad con los personajes que se acercan muchísimo a mi vida junto a mi padre, El olvido que seremos me pareció una excelente película, pero desde el punto de vista cinematográfico, considero que también se lleva la excelencia.






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