Opinión
Sábado 18 de Mayo del 2024 21:52 hrs

¡AL HUESO!

País de la santa muerte


Por irresponsabilidad en la seguridad y la salud, sumados los fallecimientos por Covid a los asesinatos y desaparecidos, en este sexenio de la muerte falta un millón de mexicanos en cuya ausencia hay responsabilidad oficial, lo que asienta la necesidad de no entregar poder absoluto a un gobernante y regresar al Congreso como factor de contrapeso

“Los delincuentes no pueden tener más derechos que los humanos”. Perogrullo.

Cuando quedan menos de cinco meses de los 70 de este sexenio recortado, una mínima perspectiva de análisis histórico permite dimensionar lo que fue el gran error país en los comicios de 2018, el otorgar también a López Obrador la mayoría en el Congreso.

A ello se sumó la hoy públicamente reconocida sumisión del Poder Judicial a los intereses del Ejecutivo, por el entonces ministro presidente, Arturo Zaldívar. 

Factores sociopolíticos que llevaron a esa concentración del poder son varios, de diferente calibre, con tres que pueden considerarse centrales: profunda decepción ciudadana con los políticos tradicionales, facilitación de la derrota y entrega anticipada del mando por Enrique Peña Nieto, y habilidad de López Obrador en campaña para generar una imagen y un proyecto diametralmente distantes de lo que ha sido su ejercicio real del mando. 

Esa acumulación de poder en una personalidad egocéntrica y autoritaria, dio paso a un gobierno de un solo hombre, ambicioso de poder, irracional e ideático, que sin límites impuso en cada acto su personal interés por sobre los del Estado y con base en su carisma, dádivas populistas y una capacidad de manipular realidades que sorprendería hasta a Joseph Goebbels, ha costado a México vidas, desunión nacional y complicado futuro.

Hasta la llegada de la denominada “alternancia” con Vicente Fox, fue una constante de ese pasado hoy vilipendiado que los presidentes tuvieran mayoría y control sobre las dos cámaras del parlamento, pero ni Luis Echeverría -que podría ser señalado como el más autoritario- osó enviar una iniciativa bajo la orden “no le cambien una coma”.

En congresos con mucha mayor calidad intelectual y política que el pobre nivel del actual, las propuestas eran estudiadas y discutidas por diputados y senadores, quienes en medio de los ríspidos diálogos se esforzaban, sin embargo, por lograr algún nivel de consenso con los opositores. ¿Alguien recuerda que en este sexenio los legisladores del Presidente hayan dejado los diarios epítetos para conciliar una propuesta con sentido de Estado?

En tiempos que esperemos sean los finales de López Obrador -por aquello de un temible maximato-, cuando aún la historia de largo plazo no inicia su frío balance, ya suman los indicadores que darán sustento a un dictamen ineludiblemente negativo.

Uno de ellos es el informe de la comisión Independiente de científicos que analizó la incidencia de la pandemia de Covid-19 en México y cuyas conclusiones resultan demoledoras para quien ante la anunciada gravedad del problema mundial de salud, recomendó a la población prevenir los contagios con magia: detentes, tréboles de cuatro hojas y billetes de dos dólares.

El recuento acta por acta de defunción comprobó que más de 800 mil mexicanos de todas las edades fallecieron por el virus, con lo cual el país ocupó el segundo nivel mundial en número de víctimas. Y la esperanza de vida retrocedió cerca de una década.

Peor aún, si bien 500 mil de esas muertes pueden considerarse resultado de la gravedad de los contagios o de las deficiencias del sistema de salud pública, las otras 320 mil corresponden a lo que la comisión califica específicamente como mala gestión gubernamental de la pandemia, es decir el manejo de ese irresponsable López Gatell que situó a López Obrador en un nivel de ente sobrenatural, quien con el aura de su espíritu positivo alejaría el mal.

En el desmenuzado de cifras de incidencia, el peor escenario se dio en la Ciudad de México a cargo de Claudia Sheinbaum, con 24% del total de víctimas, y donde la hoy candidata oficial llegó al extremo de hacer distribuir como medicina para uso humano un fármaco veterinario, pese a la opinión negativa de las organizaciones internacionales de salud.

Más de 800 mil muertos a los que se les debe sumar la cifra de asesinatos, en este momento 185 mil, y 50 mil desaparecidos, con lo cual en estos días en que desde Palacio se señala a la “Santa Muerte” como un culto igual de digno que el cristianismo, el islamismo o el judaismo, el sexenio carga la negra cifra de casi un millón de ciudadanos cuya vida se llevó la irresponsabilidad oficial.

Como en las culpas por el desastroso manejo de la pandemia y las razones ocultas que explican una política de (in)seguridad que ha entregado control territorial y de ciudadanos a la delincuencia, en cada acción fallida o irracional de gobierno se encuentra la mano de un Presidente al que la candidez ciudadana le cayó como anillo al dedo.

Encaminados a unas elecciones decisivas, cuando la oposición no fue capaz de construir una opción realmente capaz de enfrentar la astucia electoral del tabasqueño, que desde el primer momento puso todo el poder en la óptica de la transexenalidad, el gran riesgo es repetir el error de entregar a la próxima mandataria una mayoría que anularía nuevamente toda posible defensa del interés ciudadano.

Desde Presidencia contrataron a prácticamente todas las encuestadoras para asentar la idea de una gran ventaja electoral, le han tratado de construir a Claudia Sheinbaum una imagen de mujer empática y ella promete correcciones y racionalidad, aunque el esfuerzo no borra las oscuras realidades del pasado ni apacigua su carácter autoritario.

Ojalá -y es la tarea- no ocurra un segundo error de entregar el contrapeso legislativo. 






OPINION

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