Penthouse; el segundo piso de la 4T
Pero que no se diga que no hay progreso: antes marchábamos por dignidad, ahora se vuela por narrativa… y se aterriza en la pista del oportunismo. Porque en esta nueva izquierda de hangar, la congruencia ya no se mide por los pasos dados, sino por los kilómetros acumulados en clase ejecutiva
Corría el año 1984. Coahuila ardía en dignidad. Nosotros, universitarios con más sueños que viáticos, emprendimos la marcha a pie rumbo a la Ciudad de México. No había Uber, ni escoltas, ni cámaras que nos siguieran. Solo el sol, la esperanza y unas botas que se desgastaban al ritmo de nuestras convicciones.
Caminábamos por la dignificación de la Universidad, por el derecho a pensar sin pedir permiso, por el futuro que aún no sabíamos que nos pertenecía. Cada paso era una tesis viva. Cada ampolla, una nota al pie. Cada noche bajo el cielo raso, una clase de ética que jamás se impartió en ningún salón. Éramos jóvenes, tercos, y profundamente convencidos de que la dignidad no se negocia.
Corte a 2025. El senador Noroña, autoproclamado tribuno del pueblo, recorre Coahuila en avión privado. Sí, privado. Porque al parecer, la austeridad republicana tiene clase ejecutiva. Mientras nosotros hacíamos de la carretera nuestra aula, hoy el aire acondicionado y el catering gourmet son parte del nuevo manual de lucha social.
El mismo Noroña que antes gritaba contra los privilegios, hoy aterriza en Torreón, como si fuera embajador de Qatar. ¿La causa? Actividades políticas, claro. Porque nada dice “conexión con el pueblo” como bajarse de un jet para hablar de justicia social.
Y mientras tanto, la Universidad sigue esperando su dignificación. La misma por la que marchamos a pie, sin reflectores ni escoltas. Hoy, los que se dicen herederos de la izquierda viajan más cerca de Slim que de Zapata.
No se trata de criticar a la izquierda. Al contrario: se trata de defenderla de quienes la usan como disfraz. Morena, ese partido que prometía no mentir, no robar y no traicionar, parece haber confundido el hangar con el ágora. La congruencia se quedó en tierra. Y Noroña, que antes caminaba con el pueblo, ahora lo sobrevuela.
Pero que no se diga que no hay progreso: antes marchábamos por dignidad, ahora se vuela por narrativa… y se aterriza en la pista del oportunismo. Porque en esta nueva izquierda de hangar, la congruencia ya no se mide por los pasos dados, sino por los kilómetros acumulados en clase ejecutiva. Lo que antes era convicción, hoy es itinerario. Y lo que antes se gritaba desde la banqueta, ahora se murmura entre bocadillos de salmón.
Al fin y al cabo, la transformación va en segundo piso… aunque algunos ya pidieron ascenso al penthouse.