Periodo Extraordinario
¿Qué necesidad tienen diputados y senadores de hacer toda la faramalla del periodo extraordinario? Que se eviten el periodo extraordinario y se vayan a hacer cualquiera otra cosa que siempre hacen. Una cosa es que se hagan tontos solos y otra es que sigan haciéndonos tontos a los ciudadanos.
Siempre me he preguntado por qué se requiere que los legisladores sean convocados a periodos extraordinarios para avanzar y concretar su trabajo.
No es que piense que no deban de trabajar más de lo que trabajan. Al contrario, si no son capaces de tomar las decisiones críticas para México en tiempo y forma, pues que le talachen. Que le lean, investiguen, analicen, comparen, dialoguen, acuerden, redacten, revisen, y, sobre todo, que cumplan con el encargo que los mexicanos y la Constitución les dio: crear, modificar o derogar leyes que regulen la ida pública del país, representando a la ciudadanía, controlando al ejecutivo y el presupuesto del estado.
En esta ocasión, el periodo extraordinario comenzó el lunes 23 y durará hasta el 2 de julio; nueve días naturales. Lo convocan un par de meses después de terminado el segundo periodo ordinario, que es durante la primera mitad del año. Concluye un par de meses antes de que comience el primer periodo ordinario, el primero de septiembre.
Está anunciado que impulsarán 22 reformas a diferentes niveles del ordenamiento jurídico federal. Algunas de ellas, sumamente controvertidas.
A menos de 24 horas de la instalación del período extraordinario cuando, en la Cámara de Diputados, ya se había aprobado, en lo general, una de las reformas más controvertidas del paquete a atender.
La iniciativa de reforma a la “Ley de la Guardia Nacional”, como se le ha llamado, busca modificar 7 leyes generales y 2 códigos. Es un documento de 945 páginas de carácter profundamente técnico, me imagino, que atiende a uno de los principales problemas que tenemos en México: la violencia, la impunidad, la falta de estado de derecho, justicia y dramática incapacidad del Estado Mexicano de cumplir con la primera responsabilidad ante sus ciudadanos.
No, no se pasaron los últimos dos meses, ya fuera del periodo ordinario, leyendo, analizando, socializando, dialogando y preparando la sesión, como uno se imaginaría que cualquier legislador responsable haría. No.
El documento fue turnado por la Consejería Jurídica de la Presidencia el 6 de junio. 19 días antes de que se presentara al pleno. Una semana después fue turnada a la Comisión de Justicia para su análisis y dictaminación, el miércoles el 11 de junio, 13 días antes de ser presentada en el pleno.
Si no los conociéramos, no habría por qué dudar de la capacidad intelectual de los miembros de la comisión. Más allá de que los mexicanos no somos asiduos lectores – en promedio leemos 3.2 libros al año, seguramente de menos de 100 páginas, letra grande y muchas ilustraciones – los diputados, son Los Diputados; son nuestros representantes, se visten muy bonito y tienen grandes camionetas. Tienen sus casas de gestión donde preparan su próximo escalón político y, sobre todo, juraron fidelidad a la Constitución y lealtad al cargo.
Con esa gran responsabilidad, una semana después, el miércoles 18 de junio, la comisión aprobó por mayoría el dictamen. No importó que se atravesara el Día del Padre que los obligara a viajar a casa el viernes, preparar la comilona el sábado, la fiesta el domingo, por supuesto, y tomarse el lunes para curársela y martes de regreso.
·Entre eso, encontrar el tiempo de leer 945 páginas densas y aburridas, analizando, construyendo diferentes escenarios sobre los posibles efectos, explorando alternativas para discutirlas y acordar lo mejor. ¿Quién necesita más tiempo?
La ley, al final, va a ser aprobada, como es costumbre del oficialismo, sin moverle una coma. Pasará a la cámara revisora, donde la historia será la misma.
Es tonto, pero, para el pueblo sabio, ya no hace sentido, siquiera, intentar saber qué dice y cómo afectará.
No lo digo con sorpresa ni con resignación, sino con profundo enojo. Enojo contra el sistema político, que, después de muchas décadas fingiendo ya no les preocupa, siquiera, hacerlo correctamente, simulando mínimamente que acatan su juramento y la responsabilidad que asumieron.
La reforma en cuestión, y las que se presentarán, pueden ser verdaderas joyas; corregir entuertos e impulsar lo mejor para todos. Tristemente, nadie más que Ernestina Godoy y un par de sus chalanes, lo sabrán. Y en sus manos estamos, inclusive la Presidenta.
Siendo así, ¿Qué necesidad tienen diputados y senadores de hacer toda la faramalla del periodo extraordinario? Que se eviten el periodo extraordinario y se vayan a hacer cualquiera otra cosa que siempre hacen. Una cosa es que se hagan tontos solos y otra es que sigan haciéndonos tontos a los ciudadanos.