Opinión
Viernes 26 de Abril del 2024 06:08 hrs

¡AL HUESO!

La avalancha verde olivo


Con partidos opositores desarticulados y desvinculados del ánimo ciudadano, sin liderazgos de recambio, López Obrador ve en los cuerpos armados el único ente con cohesión y fuerza suficiente para ponerle un alto o darle futuro

“Los militares en el poder son muy peligrosos: mienten más y roban más… porque se levantan más temprano”. Eduardo Galeano

“Soy el militar que Usted, señor Presidente, usa a su antojo cada vez que su política genera un problema que después no sabe resolver. Soy el que cuida instalaciones estratégicas, el que pelea con los huachicoleros, soy el piloto y el administrador que ahora administrará bajo sus órdenes un aeropuerto, soy el servicio de sanidad que ahora es responsable de resolver la crisis de salud… También soy el marino que después de 30 años de servicio fue comisionado a la Guardia Nacional… Ya nos cansamos Presidente, estamos hartos secretarios. México no merece esto…”

Los anteriores fragmentos corresponden a una carta anónima dirigida a fines de 2020 al Presidente y a los secretarios de Defensa y Marina, misiva que a través de redes circuló profusamente en filas y es una expresión del malestar silencioso de los uniformados por deberes que, principalmente mandos medios, consideran una creciente tergiversación de las tareas del ejército y la armada.

Durante sus campañas, en forma reiterada el candidato López Obrador fustigó a las fuerzas armadas, denunció violaciones a los derechos humanos, llegó a acusar participación en la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y aseguró que, de ser electo, los uniformados regresarían a sus cuarteles y a sus funciones.

Ya Presidente, y ahí está la indomable realidad para atestiguarlo, es otro rubro en que no cumple.

Amnistía Internacional, en el capítulo México de su informe internacional 2020-2021, precisa que bajo la presidencia de López Obrador hay más uniformados en las calles que en los tres gobiernos anteriores -los de Fox, Calderón y Peña-, sin que haya significado disminución del delito mientras persisten abusos e ilegalidades en su desempeño.

En igual sentido, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) emitió un análisis de la situación en nuestro país cuyo título, “México militarizado: la guerra se perdió, pero la paz no llega”, sintetiza el fracaso en materia de seguridad.

Y se extienda a advertir los riesgos de la abrumadora militarización de la vida nacional por la multiplicidad de ocupaciones ajenas que les han sido derivadas.

De acuerdo con diversos recuentos, ya suman la incursión en más de 27 actividades del orden civil, que van desde la construcción directa de obra pública hasta su participación en la electoralizada campaña de vacunación, actúan como muros fronterizos o repartidores de libros de texto, reacondicionan hospitales y se preparan para ser los empresarios del Tren Maya y del aeropuerto de Santa Lucía.

Todo ello, con un relajamiento de las reglas de control sobre sus decisiones financieras y operativas, la carencia de sentido empresarial, la práctica creciente de adjudicaciones directas de contratos y las tentaciones de la corrupción, como lo han mostrado particularmente casos en el combate al tráfico de drogas.

En las justificaciones de su incumplimiento, el Presidente ha llegado a intentar negar que dijo lo que sí dijo y está atestiguado en videos, algo que no es sorpresa pero sí tiene motivaciones de fondo.

Con partidos opositores desarticulados y desvinculados del ánimo ciudadano, sin liderazgos de recambio, López Obrador ve en los cuerpos armados el único ente con cohesión y fuerza suficiente para ponerle un alto o darle futuro.

Como lo reveló el trasfondo de uno de sus discursos, en que alabó la lealtad de las fuerzas armadas al no dejarse tentar por los “cantos de cisne” de un imaginario golpe, una razón es evitar el riesgo de que el creciente deterioro del país por sus fallidas políticas lleve a un “ya basta” de los uniformados.

Otra, es asegurar transexenalidad a sus proyectos estrella, poniéndolos bajo control uniformado directo, ante el riesgo de que su advertida inviabilidad técnica y económica lleve a un futuro mandatario a una acción similar a la suya con el NAIM y por racionalidad los mande al museo del absurdo.

Sin embargo, cuando se les ha dado la máxima relevancia y cuentan con presupuestos de libre manejo que nunca habían tenido, hay malestar e inquietud al interior no solo de mandos superiores y medios, que no ocultan en privado su rechazo a lo que está sucediendo en el país, sino también por lo que explica en forma más directa y práctica un soldado de base: “es que todas estas nuevas tareas nos hacen sudar mucho, pero la regadera está casi cerrada y no salpica”.






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