Opinión
Jueves 28 de Agosto del 2025 13:06 hrs

El llamado de la memoria

Los Arquitectos del Tiempo: 49 Años Después, la Vida nos Reúne en Saltillo


... Hicimos un pacto silencioso —y luego explícito— de volver a encontrarnos el próximo año, cuando se cumplan cincuenta años de haber egresado. Queremos hacerlo con todos los que aún caminan este mundo, con esposas, hijos, nietos y memorias. Porque esta generación no solo construyó edificios: construyó afectos, historias y una forma de estar en el mundo.

Saltillo amaneció con el alma despierta. El viento que baja por la calle General Cepeda no solo acariciaba los muros de cantera: traía consigo murmullos del pasado, risas suspendidas en el tiempo, ecos de pasos jóvenes que alguna vez corrieron hacia la Escuela de Arquitectura con el corazón lleno de sueños. Hoy, esa ciudad que nos vio nacer como arquitectos y como hermanos, nos volvió a llamar. Y nosotros, los sobrevivientes de una generación luminosa, respondimos con el alma abierta.

Nueve compañeros nos dimos cita. No fue un desayuno cualquiera: fue una ceremonia íntima de reencuentro, una ofrenda a la memoria, un abrazo al tiempo que no ha logrado separarnos. El restaurante del Hotel San Miguel se transformó en santuario. Cada silla ocupada fue un altar, cada palabra pronunciada, una piedra más en el edificio invisible de nuestra fraternidad.

Entramos con la nostalgia palpitando en el pecho, con la alegría intacta y con la certeza de que este encuentro era un acto de amor. Porque sabíamos que volver a mirarnos, a reconocernos en las arrugas y en las sonrisas, era también una forma de decirle al mundo que la amistad verdadera no envejece: se fortalece.

Saltillo, ciudad de cantera y memoria, nos recibió como se recibe a los hijos que regresan al hogar. En la subida de la calle General Cepeda, donde las piedras aún guardan los ecos de nuestras juventudes, nos reunimos nueve integrantes de la generación 1971–1976 de la Escuela de Arquitectura de la Universidad Autónoma de Coahuila. El restaurante del Hotel San Miguel fue testigo de este reencuentro entrañable, donde la nostalgia se volvió música, y la alegría, arquitectura del alma.

Roy Carrum, arquitecto de mirada profunda y verbo generoso, fue el artífice de esta reunión. Con la misma pasión organizadora que lo distinguía desde los años de estudiante, convocó con afecto y determinación. Su presencia marcó el ritmo del encuentro, como quien sabe que la memoria también necesita planos y cimientos.

Arnoldo Martínez Gaona, bohemio de corazón libre, se dejó seducir por el piano cercano. Apenas lo vio, lo acarició como a un viejo amigo, y comenzó a regalarnos melodías que parecían brotar del alma misma de nuestra generación. Su música tejió un puente invisible entre el ayer y el hoy, entre la juventud que fuimos y la madurez que nos habita.

Eduardo Flores, “La China”, con su energía vibrante y su mirada crítica, encendió la conversación con reflexiones sobre la vida social y política de Saltillo y del país. Su voz, firme y apasionada, nos recordó que la arquitectura también se construye con ideas, con compromiso y con memoria histórica.

José María Ramos, sólido como los muros que alguna vez diseñó, compartió con valentía su reciente experiencia de salud. Su relato, lleno de coraje y dignidad, nos conmovió profundamente. La forma en que enfrentó la adversidad, con el apoyo de sus vecinos y la atención médica del IMSS, fue testimonio de su temple y de la fuerza que lo ha caracterizado desde los días en que era half back del equipo de fútbol americano.

Alberto Recio, sereno y siempre atento, nos habló de los acontecimientos más significativos de la ciudad con la precisión de quien observa con respeto y cariño el devenir de Saltillo. Su conversación fue un remanso de lucidez, una pausa reflexiva entre las risas y los recuerdos.

Humberto Monsiváis, compañero de largas charlas y convivencias entrañables, nos recibió con la misma calidez de siempre. Su trato amable y respetuoso, intacto a pesar de los años, fue como reencontrarse con una parte esencial de nuestra historia compartida.

Gabriel Mendoza de la Cruz, el Gran Gabo, metódico y brillante, aportó comentarios pertinentes y llenos de alegría. Su actitud positiva ante la vida, su mirada clara y su humor sereno, nos recordaron que la inteligencia también puede ser luminosa y generosa.

Hugo Medina, “Huguito”, fue —como siempre— el promotor incansable de la alegría. Su entusiasmo contagioso, su risa franca y su capacidad de convocar afectos, hicieron de esta reunión una verdadera celebración de la vida. Huguito no ha cambiado: sigue siendo el alma de la fiesta, el arquitecto de los momentos felices.

La reunión fue un mosaico de emociones. Recordamos con ternura a quienes se nos han adelantado en el último viaje, y extrañamos a quienes, estando aún entre nosotros, no pudieron asistir. Pero todos estuvieron presentes, de alguna manera, en nuestras palabras, en nuestras miradas, en los silencios que también construyen memoria.

El pacto de los sobrevivientes

La mañana se fue desgranando entre anécdotas, abrazos y melodías. El piano tocado por Arnoldo, las reflexiones encendidas de “La China”, el relato valiente de Chema, la serenidad de Recio, la calidez de Monsiváis, la lucidez de Gabo, la alegría de Huguito y la mirada organizadora de Roy: cada uno aportó su esencia, como si estuviéramos diseñando un plano colectivo de afectos.

Y aunque el desayuno terminó, nadie se levantó con prisa. Porque sabíamos que lo vivido no cabía en una sola jornada. Hicimos un pacto silencioso —y luego explícito— de volver a encontrarnos el próximo año, cuando se cumplan cincuenta años de haber egresado. Queremos hacerlo con todos los que aún caminan este mundo, con esposas, hijos, nietos y memorias. Porque esta generación no solo construyó edificios: construyó afectos, historias y una forma de estar en el mundo.

Al salir, el sol ya estaba alto, pero algo había cambiado. Saltillo nos había visto reencontrarnos. Y nosotros, los arquitectos del tiempo, habíamos vuelto a levantar juntos un edificio invisible: el de la amistad que no se derrumba, el de la memoria que no se borra, el de la vida que aún nos pertenece.

 






OPINION

Fuenteovejuna

Lamentable espectáculo en la Comisión Permanente y definitivamente no hay a quien culpar o defender, pero al provocador “carroña” le salió la horma del zapato…

www.infonor.com.mx