Opinión
Jueves 25 de Abril del 2024 19:16 hrs

¡AL HUESO!

Primero mis caprichos


Al ahuyentar la inversión privada y por ende la generación de empleos, el actual gobierno está negando su compromiso verbal con los pobres

Vamos a demostrar la seriedad de nuestro compromiso (ambiental) tanto en casa como en el extranjero y vamos a espolonear a otros países”. Joseph Biden

 

Domina hoy al país un sistema político secuestrado por un gobierno minusválidado por tres factores principales: el mesianismo del Presidente y su ambición de control unipersonal y absoluto; funcionarios sin oficio o de baja calidad profesional; y el imperio del silencio en quienes tienen la capacidad para formular advertencias, propuestas o visión de futuro, pero viven bajo pánico.

Esos factores configuran la esencia en la explicación del doloroso retroceso que ha registrado México en poco más de dos años, desde antes del inicio formal del actual gobierno federal, por una suma de decisiones que han generado un daño político, económico y financiero que gravita como barrera para retomar el desarrollo del país.

Resulta una obviedad decir que en el contexto del siglo XXI, con un mundo tecnologizado y globalizado, la fantasía de regresar a los cánones del nacionalismo revolucionario de los años 70 del siglo pasado es un absurdo que lastra nuestras potencialidades.

Sin embargo, esa es precisamente la ruta que nos está llevando al precipicio.

“Primero los pobres”, es el axioma justificatorio que el Presidente repite como gota sobre piedra y sin embargo lo niega con sus atavismos de trasnochada visión.

Para realmente mejorar las condiciones de vida de los sectores de menores ingresos, la experiencia mundial establece que no funcionan las limosnas sociales y menos con manejo de clientela electoral, sino dotarles de ingresos y para ello, como mínimo, se requieren empleos e inversiones.

Es necesaria planeación de largo plazo e inversión pública y privada, nacional e internacional, en rutas de desarrollo, con garantías claras y sólidas para el capital que las nutrirá.

En su terca óptica, toda la disminuida capacidad de inversión del estado nacional está hoy centrada en sus caprichos: tren maya, refinería de Dos Bocas, aeropuerto de Santa Lucía y Petróleos Mexicanos, así como utilizada electoralmente en el reparto de dádivas.

Salvo sus aplaudidores, la opinión con conocimiento y proyección ha reiterado la nebulosidad que envuelve a sus cuatro prioridades, de las que ninguna tiene un peso significativo para el desarrollo y están destinadas a ser elefantes blancos o barriles sin fondo.

La opción disponible es la inversión privada nacional y foránea, no solamente en este momento prácticamente detenida, sino rutinariamente agredida y menospreciada en hechos y palabras.

Al margen de los conflictos legales que se avecinan, por ejemplo, en materia de energía -tema sobre el que Canadá y Estados Unidos ya adelantaron enojo-, al ahuyentar la inversión y por ende la generación de empleos, está negando su compromiso verbal con los pobres.

“Nuestra empresa, que tiene 50 años creciendo sin problemas en México, ha puesto en suspenso todas las inversiones programadas. Hay preocupación en el corporativo y la decisión, como lo están haciendo incluso automotrices, es mantenerse a la expectativa, sin nuevos proyectos”, confidenció en privado un alto ejecutivo estadounidense.

Y como no, si ante las expresiones de malestar generadas por la reversión en materia de energía, el Presidente desde La Paz, Baja California Sur, le sumó sus propios odios al calificar a la inversión extranjera como depredadora y sentenciarles: “a robar a otro lado”.

Corrobora así lo señalado dentro y fuera del país, la visión de un populista dañino, sin capacidad ni estatura para construir, tónica develada incluso desde antes de su ejercicio formal del poder, con el capricho de arrojar a la basura entre 250 mil y 320 mil millones por la cancelación del aeropuerto en construcción en Texcoco.

Lo racional en un gobierno sensato, incluso contrapuesto a sus antecesores, sería reformar lo que se considera incorrecto del pasado, perfeccionar, negociar, concertar, convencer, sumar, apoyar y así construir desarrollo para cumplir el “primero los pobres”.

En este gobierno la tónica es dividir y destruir, lo que está generando más pobres.






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