Opinión
Jueves 04 de Septiembre del 2025 07:59 hrs

Refundar la justicia: entre el bastón de mando y la reparación histórica


La instalación de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación no fue un acto protocolario. Fue una ruptura.No se trató de una ceremonia jurídica, sino de una declaración política, cultural y ética.

Dos discursos, una refundación

El Ministro Presidente Hugo Aguilar Ortiz no ofreció un discurso. Ofreció dos actos de consagración.
El primero, en el Zócalo, fue espiritual: recibió el bastón de mando de los pueblos originarios como mandato ético, no como ornamento.
Habló en lengua mixteca, honró los cuatro puntos cardinales, y recordó que “el bastón imprime un sello peculiar al don y la selección del servicio”.
Reivindicó el artículo 39 constitucional como piedra angular: “La soberanía reside esencial y originariamente en el pueblo”.
Ese momento no fue ceremonia. Fue consagración ancestral.

El segundo, en la sesión solemne de instalación de la SCJN, fue estructural: anunció el inicio de la duodécima época judicial con reformas profundas.
Tope salarial, eliminación de privilegios, creación de órganos de transparencia, convocatoria a universidades, y una nueva ética judicial.
Renombró el Semanario Judicial como “Semanario de la Justicia del Pueblo”.
Ese momento no fue instalación. Fue reinicio institucional.

Ambos discursos se entrelazan como testamento y brújula.
Uno honra la raíz. El otro proyecta el horizonte.
Y juntos configuran una refundación que no ocurre todos los días.

La instalación no fue protocolo. Fue ruptura

La instalación de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación no fue un acto protocolario. Fue una ruptura.
No se trató de una ceremonia jurídica, sino de una declaración política, cultural y ética.
El discurso del Ministro Presidente Hugo Aguilar Ortiz no inauguró una época judicial: invocó una refundación nacional.

Aguilar no habló como jurista encerrado en tecnicismos. Habló como intérprete de un mandato popular, como testigo de la exclusión histórica, como servidor de una justicia que ha tardado demasiado en llegar.
Reivindicó a Benito Juárez no como símbolo de legalidad, sino como estandarte de justicia social.
Y al recibir el bastón de mando, lo sostuvo como brújula ética, como testamento de los invisibles, como mandato de servicio.
“Servicio, no poder”, dijo.
Esa frase no es retórica. Es ruptura con siglos de privilegio judicial.

Las reformas anunciadas: ética, estructura y territorio

Las medidas que anunció el Ministro Presidente no son ajustes administrativos. Son actos de reparación institucional:

  • Tope salarial constitucional: Ningún ministro ganará más que la presidenta de la República.
  • Eliminación de privilegios: Adiós a seguros privados, jubilaciones anticipadas y pensiones de hasta 385 mil pesos mensuales.
  • Revisión de pensiones en retiro: Se ajustarán conforme a la ley, eliminando excesos.
  • Ahorro estimado: Hasta 800 millones de pesos anuales, destinados a fortalecer juzgados, reducir rezagos y digitalizar procesos.
  • Creación del Órgano de Administración Judicial: Para garantizar transparencia, austeridad y rendición de cuentas.
  • Reconocimiento de la elección popular como fuente de legitimidad judicial: Convocando a jueces no electos a sumarse con ética y disciplina institucional.
  • Inicio de la duodécima época judicial: Marcada por pluralidad, cercanía e inclusión territorial.
  • Convocatoria a universidades: Para reformar planes de estudio en Derecho, formando juristas con perspectiva social, comunitaria y pluricultural.

Estas reformas deben celebrarse, sí.
Pero sobre todo, deben vigilarse.
La austeridad debe convertirse en justicia territorial.
La elección popular debe traducirse en rendición de cuentas.
Y el bastón de mando debe ser brújula, no ornamento.

Los desafíos de la refundación: lo que enfrenta la nueva Corte

Refundar la justicia no es solo instalar una nueva Corte. Es desmontar siglos de privilegio, resistencias gremiales y estructuras que han convertido el derecho en herramienta de exclusión. Estos son los retos que la duodécima época judicial deberá enfrentar con firmeza y congruencia:

Independencia judicial bajo presión

La elección popular de jueces y ministros democratiza, sí, pero también expone al Poder Judicial a presiones partidistas, mediáticas y clientelares.
La Corte deberá blindar su autonomía sin traicionar el mandato popular.
La imparcialidad no se decreta: se defiende cada día.

Participación ciudadana: entre el entusiasmo y el desinterés

Con más de 18,000 candidatos registrados, el riesgo de apatía y desinformación es alto.
La legitimidad democrática exige pedagogía, transparencia y acceso real a perfiles.
No basta con votar: hay que comprender lo que está en juego.

Resistencia interna: el viejo sistema no se rinde fácil

Muchos jueces formados en el privilegio ven estas reformas como amenaza.
El nuevo Órgano de Administración Judicial y el Tribunal de Disciplina enfrentarán sabotajes, boicots y simulaciones.
La reforma no se gana en el papel. Se conquista en la práctica.

Redistribución efectiva: que la austeridad llegue al territorio

Eliminar pensiones excesivas puede liberar hasta 800 millones de pesos anuales.
Pero el reto es convertir ese ahorro en justicia real: intérpretes, defensores públicos, juzgados comunitarios, digitalización.
La austeridad sin redistribución es solo recorte. La justicia sin territorio es simulacro.

Transformación educativa: juristas con raíz

Reformar los planes de estudio en Derecho es urgente.
Pero el reto es cultural: ¿cómo formar abogados que escuchen el tzotzil, el náhuatl, el mayo?
¿Cómo enseñar justicia restaurativa, derecho indígena, ética popular?
La refundación empieza en el aula.

La exigencia de una reparación histórica

Porque esta Corte no se instala en mármol, sino en la esperanza.
No se pronuncia desde el estrado, sino desde la herida.
Y no se legitima por decreto, sino por congruencia.

El bastón de mando no es adorno ceremonial:
Es testamento de los invisibles,
juramento de servicio,
y llamado a reparar lo que la ley olvidó.

Hoy, la justicia mexicana tiene una oportunidad inédita:
Despojarse de sus ropajes elitistas,
caminar descalza por los territorios,
y dictar sentencias que no sólo resuelvan,
sino que restituyan.

Que esta duodécima época no sea sólo un cambio de nomenclatura,
sino el inicio de una refundación ética, plural y territorial.
Que el derecho deje de ser privilegio,
y se convierta en herramienta de dignidad.

Porque si la Corte escucha al pueblo,
si honra el bastón como brújula,
y si convierte la austeridad en justicia,
entonces no estaremos ante una reforma judicial,
sino ante un acto de reparación histórica.

Y eso, en México, no ocurre todos los días.

 

 


 






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Fuenteovejuna

Sonrisas, halagos mutuos y rollo conjunto eran ritual esperado. Las exigencias Rubio las planteó en privado y, es usual, lo cedido lo sabremos por filtraciones…

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