Cambiando De Opinión
Votar por votar, sin saber por lo que se vota, sin que existan condiciones de equidad para los contendientes, sin que haya garantías de que el voto vale y cuenta por igual es, si no, el final de la democracia.
Dicen que cambiar de opinión es de sabios. Pues cambié de opinión y me siento más ignorante que nunca.
Cambié de opinión y decidí no ir a votar este primero de junio.
No cambio de opinión porque estoy convencido que las elecciones del Poder Judicial son la farsa más nociva que el estado mexicano enfrenta el día de hoy.
Tampoco porque tenga certeza que no votar por ninguno de los candidatos evitará que llegue, así como sé que no hay forma que votar por alguno lo asegure.
Cambié de opinión porque estoy convencido que votar es el principio, más no el fin, de la democracia. Y esta votación no cumple con los principios ni persigue los fines de la democracia.
Votar es más que una responsabilidad: es la forma que tenemos de premiar o castigar el desempeño de un gobernante, un político o un régimen.
Votar es el acto que articula la rendición de cuentas hacia la sociedad.
Votar, en democracia, es el sublime acto de dirigir la nación hacia donde en conjunto decidimos que es mejor.
Votar por votar, sin saber por lo que se vota, sin que existan condiciones de equidad para los contendientes, sin que haya garantías de que el voto vale y cuenta por igual es, si no, el final de la democracia.
Por eso, cambiar de opinión es de sabios, pero no de serenos. Cambiar de opinión genera muchas dudas y enormes inquietudes. Cuesta trabajo y valor.
Es difícil no atender la convocatoria a las urnas por primera vez desde 1989. Es casi imposible desestimar las palabras de Miguel Meza de www.defensorxs.com , de Roberto Gil Zuarth o Jorge Meléndez de Grupo Reforma, quienes aseguran que no asistir a votar es abandonar el fuerte. Que nos repiten que existe forma de ganarle a la farsa, de convertirla en victoria.
Por qué dejar de atender a Manuel Feregrino, compañero de Ciro Gómez Leyva, quién asegura que le ha tomado un par de horas “conocer” a los candidatos y evaluar por quienes habrá de votar.
Pareciera fácil asumir posiciones radicales como Macario Schettino, a quien no le cabe la menor duda que esta situación ya no tiene remedio, que ha perdido toda esperanza.
Y, por más que algunos opositores al régimen, como Max Kaiser, preparen largas explicaciones enumerando las razones, con toda racionalidad y aparente sabiduría, justificando la razón por la que no hay que asistir a votar, pero sí vigilar y denunciar, la conciencia no se queda tranquila.
Yo he tenido la oportunidad de ver el tema un poco más de cerca que la mayoría. He platicado y discutido con quienes están a favor y en contra. Buscando hacer sentido de todo esto he consultado a quienes tienen profundo conocimiento del tema judicial, no solo en su aplicación legal y política, sino en su historia, evolución y justificación social.
He tenido la oportunidad de entrevistar a candidatas y candidatos a ministro, magistrado y juez, federales y locales.
Todos los candidatos con los que he platicado me han parecido comprometidos y con entusiasmo. Ven las elecciones del Poder Judicial como una oportunidad de servir. Algunos candidatos son, más cercanas al oficialismo, otros son parte del Poder Judicial y otros, que provienen de la práctica privada o la docencia, lo ven como una oportunidad de servir, como un hito en su carrera.
Todos, de una u otra manera, en conjunto, me han llevado a confirmar que el Poder Judicial no se elige por voto popular.
Cambiar de opinión es de sabios.
No asistiré a la casilla a votar, ni seré observador electoral como lo he hecho por más de tres décadas.
Pero sí asistiré a la casilla. Asistiré, haré la fila y pediré mis boletas para la elección federal y la local. En todas escribiré, con plumón rojo, como protesta; “Votar no es el fin de la democracia, es el principio. Esta elección no atiende a los principios de la democracia. Anulo mi boleta buscando un México más justo, equitativo y próspero para todos”
Cambiar de opinión es de sabios. Lo invito a que cambie de opinión conmigo.
Epilogo.
La semana pasada comenté sobre la visita de la candidata ministra Lenia Batres. Me ahorré enfrentarme al dilema de parecer inteligente actuando como tonto, no llegó.