Opinión
Viernes 06 de Junio del 2025 01:26 hrs

Nueva Narrativa


Es necesario un cambio de narrativa. Este nuevo México no va a durar para siempre, por lo que, lo importante es, no lo que se acabó, sino lo que viene: lo que va a sustituir a lo que es hoy. Cuando se agote lo que el domingo se inauguró.

El domingo 1 de junio México cambió. Valga el cliché, crónica de una muerte anunciada.

Si bien la esperanza muere al último, muchos la mantuvieron más de lo que la evidencia nos gritaba de frente, sin que la reconocieran: candidatos esperando ganar una posición para servir más que servirse, opositores y sociedad buscando frenar la destrucción, y los propios personajes del oficialismo que “operaron para ganar” con discreción, pero sin la capacidad trapacera de quienes llegaron.

Poco se puede lograr siguiendo la misma lógica.

Es necesario un cambio de narrativa. Este nuevo México no va a durar para siempre, por lo que, lo importante es, no lo que se acabó, sino lo que viene: lo que va a sustituir a lo que es hoy. Cuando se agote lo que el domingo se inauguró.

Es necesario cambiar la explicación de la realidad, reconocer el nuevo entorno y generar nuevas definiciones: Seguir insistiendo que México dejó de ser democracia es añejo y poco significa ya en el contexto actual.

Poco importa si vivimos en una república representativa, democrática, laica y federal o en una dictadura democrática popular, que es, aunque nos suene contradictorio, la forma en que se autodescribe el sistema político chino.

Si México se convirtió en un sistema populista totalitario poco importa cuando nuestro vecino del norte, némesis histórica y nuestro mejor cliente desde hace pocas décadas, parece moverse hacia el fascismo, aislándose y dejando la intención de liderar económica, política y militarmente al mundo.

Si la Comunidad Económica Europea, pináculo de integración regional, muestra profundas grietas ante la creciente popularidad de liderazgos de derecha conservadora, nacionalista y aislacionista.  Si las decisiones comunes, elogiadas y admiradas, durante la segunda mitad del siglo pasado son ahogadas por la imposibilidad de llegar a consensos, poco importa que la integración regional norteamericana sufra un retroceso en su regulación y estabilidad.

Así, en este contexto global, queda claro que EE. UU. no manda un embajador para avanzar en la diplomacia y la alienación comercial, sino para sentar los precedentes de la bukelización que defienda sus intereses, y que a nadie le va a importar.

Vivimos en un mundo donde las diferencias se marcan y remarcan. México no es la excepción.  Cuando no queda claro que los honorables conceptos de libertad, igualdad y fraternidad, los consecuentes valores de democracia, estado de derecho, respeto, tolerancia, autogobierno y justicia, sobre los que se forjaron la cultura occidental, significan algo, de poco sirve que continuemos rasgándonos las vestiduras cuando nuestra clase política y la población sobre la que presume su legitimidad los usa como trapeador.

Seguir montados sobre el discurso de la farsa que fue la elección judicial, de la destrucción de la república, de la traición a las regulaciones que ellos mismos pusieron, del precedente para elecciones futuras, de cómo el ciudadano queda indefenso y las instituciones cooptadas, conquistadas o eliminadas es tanto como resignarse a ceder el espacio, a ser quejoso y no oposición.

Y los quejosos no pueden construir la opción. Los quejosos, como lo hemos visto con los liderazgos partidistas y todos aquellos que, presumiendo independencia y autonomía intelectual, simplemente no pueden dejar el cargo público, aferrándose a las migajas que quedan tiradas del oficialismo. Pero no son capaces de soltarlas, arriesgar su privilegio para construir el futuro desde la base, desde los cimientos.

Resignarse no es opción. La opción es construir la narrativa que va a desafiar a la actual.

Veamos: El Humanismo Mexicano, el mismo que sustenta al oficialismo y el México que se consolidó el domingo, propone: prosperidad compartida, no gobierno rico con pueblo pobre, gobernantes honrados y honestos, democracia popular, prohibido prohibir, desarrollo con cuidado al medio ambiente, igualdad sustantiva, soberanía, política con amor y condena al clasismo, machismo y discriminación.

Con esto en mente, dejemos de insistir en la traición a la república, la democracia y la legalidad. Hagamos evidente, con toda la fuerza posible, la traición a sus propios principios, los que promulgan y presumen, sobre los que han construido la mentira más grande, que son moralmente superiores.

Denunciemos que ellos mismos han cometido incesto, han violado, violenta y descaradamente, en repetidas ocasiones y sin vergüenza alguna a su propia creación.


 






OPINION

Fuenteovejuna

Lecturas del circo dominical: Una, se afianzó la hipocrecía como conducta de gobierno; otra, ausencia de un liderazgo capaz de capitalizar enojo y desinterés…

www.infonor.com.mx