Opinión
Lunes 06 de Octubre del 2025 14:32 hrs

¡AL HUESO!

Tres apuntes de un año


A pesar de ello y por ese extraño fenómeno ocurrido también en el caso de López Obrador, termina el año con una aprobación personal de 75%, no obstante que es una popularidad sin sustento real cuando su gobierno es mayoritariamente reprobado en economía, seguridad, salud, honestidad y más.
Hay apuntes sobre las razones.

“En el poder, la medrosidad excesiva siempre genera impotencia”. Esquilo.

Asumió con envidiable respaldo ciudadano y con una mayoría parlamentaria absoluta, construida de manera ficticia, que le permitiría un teórico dominio absoluto en la aprobación de sus iniciativas y la aplicación irrestricta de su visión de país.

Sin embargo, el primero de su gobierno no fue para Claudia Sheinbaum un año fácil, limitada por múltiples factores que acotaron su ejercicio del poder y, a regañadientes en algunos casos, le obligaron a diversas variaciones de curso o concesiones políticas.

Fueron doce meses en que a querer o no vivió con la sombra hoy evidentemente incómoda de su mentor político y bajo la presión constante del gobierno de Donald Trump.

Doce meses en que el principal factor limitante han sido las negras herencias del pasado inmediato, desde la imposición de cuadros en el gabinete, como en el parlamento y en la dirigencia del movimiento, hasta la obstaculización de sus escasas decisiones.

A pesar de ello y por ese extraño fenómeno ocurrido también en el caso de López Obrador, termina el año con una aprobación personal de 75%, no obstante que es una popularidad sin sustento real cuando su gobierno es mayoritariamente reprobado en economía, seguridad, salud, honestidad y más.

Hay apuntes sobre las razones.

Una, en la construcción de la imagen política de la Presidenta se ha manejado con énfasis su trayectoria como participante activa en los movimientos estudiantiles de fines del pasado siglo y su involucramiento en causas sociales. Efectivamente lo estuvo, aunque nunca con un papel dirigente destacado, como si lo tuvo su primer esposo, Carlos Imaz.

Con rigor, fue una eficiente operadora, incluso en su desempeño en diversos cargos públicos como parte del equipo central de López Obrador y jefa de Gobierno de la capital del país, período en que lo medular de sus acciones fueron dictadas por su mentor.

Carece además de un recorrido parlamentario o de dirigente partidaria que la haya fogueado en el debate y dotado de capacidades de polemista, lo que se devela en la planura de sus discursos y presentaciones matinales, pletóricas de lugares comunes, para traducirse en una imagen de mano liviana -pero ineficiente- en el ejercicio del poder.

Están a la vista los constantes desafíos desde mandos legislativos, que supuestamente deberían obedecerle y sin embargo, por instrucción o tolerancia de Palenque, mal hablan, cuestionan, desvirtúan y suman polémica a sus iniciativas.

En su indefinición lo ha permitido.

Dos, la corrupción en las filas de su partido-movimiento, que ha llegado al descaro de exhibir en público la riqueza mal habida.

Es lógicamente evidente, como funcionaria de alto nivel, por sus conexiones políticas y como candidata presidencial, sabía de la venalidad de los hijos de su padrino político y de buena parte de los altos dirigentes.

Si pensó en actuar frente a esa situación, seguramente lo hizo buscando la forma de que los escándalos no mancharan a su gobierno. No lo logró, porque si bien las principales denuncias estaban en medios y redes, minimizadas por su aparato de propaganda, la develación desde Estados Unidos le obligó a tomar posición abierta.

Lo hizo con distancia entre la palabra y los hechos, porque tal como en el caso de la Marina-Armada y el denominado huachicol, el águila bajo su mando se ha limitado a perseguir peces menores y no tocar a los cabecillas políticos.

Allí están, entre otros, los casos de Adán Augusto, Fernández Noroña, el Almirante Ojeda, el gobernador Rocha, que gozan del manto de inmunidad tendido desde el principal poder.

En su indefinición, los ha encubierto.

Tres, combate a la delincuencia organizada que ha sido impuesto desde Estados Unidos y se ha situado como el principal instrumento de presión de Donald Trump para mantener una incuestionable docilidad política de Palacio Nacional, disfrazada en el discurso como “capacidad de la Presidenta para mantener relación firme, cordial, sin enfrentamiento”.

Si por clamor social planteó en su diseño de gobierno un tímido cambio del irracional modelo de los “abrazos no balazos” para limitar -al menos- el nivel de impunidad con que actuaban -y actúan- las principales bandas, desde Washington le obligaron a una acción radical, que si bien no rinde aún frutos definitivos, han dado espacio y encumbrado políticamente a su delfín, García Harfush.

En su indefinición, ha evitado que la acción punitiva llegue a cuadros de MORENA directamente involucrados en turbios acuerdos, beneficiosos para ellos o “para el movimiento”.

Tres apuntes de una realidad que cobra negativos en la evaluación ciudadana del gobierno.






OPINION

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