Opinión
Sábado 27 de Abril del 2024 12:37 hrs

¡AL HUESO!

Anclando el maximato


Sus 20 iniciativas de reformas a la Constitución o modificaciones legales son, en lo principal, marrullerías electoreras o enumeración de fracasos de su propia megalomanía, por los NO de los otros dos poderes del Estado y de la sociedad civil volcada en protesta

“Ningún funcionario puede dar lo que no tiene y menos lo que no es de él”. A. Merker.

Cerca del adiós, Andrés Manuel López Obrador nunca dejó de ser candidato y nunca logró asumir la estatura de estadista que reclama la compleja realidad mexicana.

Recibió un modelo democrático prendido con alfileres, aún en construcción, que pese a todos sus defectos funcionaba, y al que hoy pretende orillar a un presidencialismo obsoleto, como los que ha apoyado en Nicaragua, Bolivia, Perú, Venezuela, Cuba…

Atrapado en fobias y amarguras, arrastró al país al odio, en un clima político de encono que terminó por amarrar sus propias manos, impidiendo llevar a buen término iniciativas que, en un clima de negociación y entendimiento, pudieron ser viables.

El pasado lunes, la inasistencia al Teatro de la República -afrenta nacional certeramente sintetizada por Armando Fuentes Aguirre- confirmó su desprecio por la legalidad conjugada en la Constitución, ordenamiento que para él ha representado una camisa de fuerzas como freno a su autoritarismo.

“No me vengan con que la ley es la ley”, frase confesional de su sexenio, ha sido la regla para directamente o a través de presiones, atajos legaloides y compra de voluntades, pasar por sobre instituciones, normas y derechos establecidos. 

Siempre víctima y nunca culpable, en un monólogo casi privado en Palacio Nacional -que quiso presentar como acto fundacional-, reveló en el paquete de propuestas la carga de sus frustraciones cuando ya está en la curva final del mandato.

Sus 20 iniciativas de reformas a la Constitución o modificaciones legales son, en lo principal, marrullerías electoreras o enumeración de fracasos de su propia megalomanía, por los NO de los otros dos poderes del Estado y de la sociedad civil volcada en protesta. 

Al cuarto para las doce, en una acción felizmente con mínima posibilidad de éxito, asume en forma descarada un intento transexenal, enmarca en su visión extemporánea la formulación de un plan de gobierno para su propia candidata a la sucesión y le cancela espacio para marcar alguna diferencia con su desastrosa gestión.

Aunque Claudia Sheinbaum encabeza las preferencias, a López Obradr le preocupa su falta de empatía y el efecto de las pruebas de corrupción en la familia presidencial y en el equipo -incluidos tratos con la delincuencia- que han comenzado a mermar el apoyo.

¿Por qué lo hizo? López Obrador confesó de viva voz al día siguiente lo evidente, por razones electorales:  "No va (a) ser nada más qué candidato gana o ver qué partido, alianza o candidato gana, es decidir por un proyecto y eso considero es más importante".

Responsabilizó a la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, de dar sustento o justificación a la jugada electorera. Lo intento desde el día anterior como su disminuida representante en Querétaro, cuando quiso descubrir el hilo negro anticipándose a lo que plantearía su jefe por la tarde.

Aseguró que intentar cambios en la Constitución tiene como objetivo garantizar por el Estado la protección de los derechos sociales, cuestión claramente establecida en el texto original y que el propio López Obrador ha vulnerado como ninguno. Por ejemplo, al obstruir y maniatar a los organismos de control surgidos desde la ciudadanía, el más claro caso, la hoy denigrada Comisión Nacional de Derechos Humanos. 

En igual tenor, lo han pormenorizado distintos analistas, muchas de las iniciativas que el Presidente presentó como propias, están plasmadas en el texto actual de la Constitución, entre ellas el reconocimiento de los pueblos originarios y su derecho a participar en la aprobación de proyectos económicos con incidencias en sus comunidades.

Y así, la de la pensión con el último salario se derrumbó por mentirosa al primer análisis, como modificar al Poder Judicial en su mecánica, al electoralizar la designación de sus juzgadores, es solo una expresión pura de su bilis autoritaria. 

Otras, además de revelar profunda ignorancia, son financieramente inviables o patéticamente absurdas, como la de prohibir la minería a cielo abierto, equivalente al desatino de haber cancelado el nuevo aeropuerto. En este caso, haría del país importador de recursos minerales que tiene y han sido soporte para su desarrollo industrial. 

La más grave, su propuesta de disminuir de 40 a 30% el porcentaje del padrón de votantes requerido para una eventual destitución del o la titular de Presidencia, en lo inmediato pistola en la sien para asegurar la obediencia transexenal de su candidata.

A lo largo del sexenio, con su innegable astucia electorera, el Presidente ha logrado fijar la agenda política y sumergir a la oposición en los temas y distractores de su interés.

Debería ser tarea de los partidos y de la coalición opositora plantear con prontitud un diseño de futuro inmediato para México. Difícilmente lo harán, enfrascados como están en pugnas intestinas y en asegurar alguna candidatura para permanecer en el presupuesto.

Por ello, es tarea de la sociedad civil hacer conciencia sobre la puñalada que se dará al país de repetir el error de otorgar mayoría legislativa a un eventual mandato sometido, bajo control remoto.






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