¡AL HUESO!
La historia no absolverá
La farsa escenificada ayer, para imponer el control faccioso del Poder Judicial, es el mayor pero no único hecho de los que arrastran al país a una situación de caos con resultados impredecibles, mientras la ciudadanía permanece impávida frente a la destrucción
“La definición de lealtad no incluye tolerar que se violen las leyes”. Ángela Merkel.
Candidata de la coalición “Sigamos Haciendo Historia”, con holgada mayoría el 2 de junio de 2024 Claudia Sheinbaum fue electa y el 1 de octubre asumió como primera mujer en ocupar la Presidencia de la República de los Estados Unidos Mexicanos.
En sí mismo, ese hecho es indiscutiblemente histórico y así permanecerá marcado en la visión futura del acontecer político en el país.
Otra cosa será el registro de su desempeño en la primera magistratura, sujeto a la evaluación de éxitos y fracasos sobre sus decisiones, balance que en estos primeros 8 meses de gobierno no le resulta favorable.
Su aún apreciable popularidad personal no se traduce en una opinión positiva sobre el ejercicio del gobierno en obligaciones como seguridad, salud, educación, combate a la corrupción, gobernabilidad, rubros todos que reciben calificación negativa.
Como autoridad no ha logrado imponer un sello propio y bajo la consigna de “construir el segundo piso de la transformación”, se revela atada a la figura de López Obrador, sujeta a su influencia, sin espacio para delinear rumbo y cargando los costos cada día más evidentes de los fiascos y aberraciones de su mentor.
Con el Congreso dominado por él, no tiene espacio para ser ella en las grandes decisiones. Así ha quedado demostrado en las respuestas del Legislativo a sus escasas iniciativas, dado que la mayoría son continuidad de la voluntad de López Obrador. Y esas avanzan sin vallas.
Claudia Sheinbaum no se muestra como estadista que gobierne para construir futuro a todos los ciudadanos. Solo contribuye a asegurar permanencia en el poder para su grupo, aunque ello conlleve la acelerada reversión de nuestra incipiente democracia.
A los hechos:
Inicialmente, a partir de las opiniones y predicciones de los principales miembros de su equipo, se mostró tímidamente dudosa sobre la denominada reforma judicial, pero finalmente terminó a la cabeza de la farsa, impulsando una irracionalidad nacida de los traumas de López Obrador.
Y será ella, no él, quien cargue en la historia con la etiqueta de haber puesto un clavo decisivo en el ataúd de la división de poderes, algo que ni la “dictadura perfecta” osó.
En seguridad, silenciosamente para evitar enfrentarse con su mentor y en buena medida por el peso de la realidad y presiones de Trump, aceptó cambiar de estrategia. Pese a la abundante propaganda sobre el éxito de dejar los abrazos y regresar al cumplimiento del deber, las cifras muestran que hasta el momento el cambio no es tan significativo.
El diario recuento policial indica que el nivel de violencia en los delitos se ha incrementado y, según cifras oficiales, en 243 días de gobierno se han cometido más de 18 mil asesinatos, un promedio de 74 diarios, nivel similar al del pasado sexenio, que acumuló 200 mil homicidios.
En paralelo, ha subido la cifra de personas desaparecidas, con más de 4 mil en ocho meses, principalmente jóvenes, un incremento de 75% en relación con los primeros meses de 2024. Y la búsqueda sigue a cargo de las madres y familiares, mientras el Estado no actúa pero si obstruye, denuncian los colectivos.
Uno de los factores torales en la crisis de seguridad, la impunidad, se mantiene intocada.
En aras de atacar y debilitar a los jueces, se eludió comenzar el necesario cambio en la administración de justicia por limpiar las cloacas de la procuración, desde la Fiscalía General hasta las estatales, en su mayoría hoy al servicio de MORENA.
Esa impunidad es particularmente visible en materia de corrupción. Insistieron en no ser iguales y desde el sexenio anterior, partiendo por la familia de López Obrador, probaron ser peores y descarados. Nada hace la Presidenta para cumplir promesas de combatirla y las escasas acciones, merecidas o no, han sido contra personeros del pasado remoto.
En economía la debacle la han develado los propios organismos oficiales, INEGI y Banco de México. La desconfianza genera una avalancha de fuga de capitales y la expectativa de crecimiento anual la fijan con buena voluntad en 0.1%, con una inflación en crecimiento.
La pérdida de gobernabilidad se prueba tanto en los territorios dominados por la delincuencia, como por la propia incapacidad -o conveniente falta de voluntad- del gobierno para ejercer la autoridad legítima: ante el caos generado por la CNTE, la solución fue ceder a la extorsión y comprar su “calma” en 800 millones de pesos.
Aún es posible, como este texto, escribir con libertad y cuestionar a los gobernantes y su desempeño. Sin embargo, está en puerta la censura vía cancelación de medios y espacios a través de la Ley de Telecomunicaciones, esa si idea directa del equipo de la Presidenta.
Es hoy la triste imagen de un país con ciudadanía impávida ante la destrucción de su democracia, sin visualizar el daño a su presente y, peor, al futuro.
A menos que nos sorprenda un inesperado cambio de rumbo, con regreso a la racionalidad política, la implacable visión histórica hablará poco de la primera Presidenta de México y mucho del uso destructivo dado a un enorme caudal de poder.