Opinión
Sábado 27 de Julio del 2024 09:15 hrs

Puntapié a la 4T o “E” menos 2


No fue todo desperdicio: Aburridos sí, inocuos… para nada. Los debates nos mostraron a los contendientes de pies a cabeza, no como nos hubiera gustado, frente a la adversidad, sino como son, como en la lotería: La Arrogante, El Cínico. La Valiente.

El debate aburrió. No hay duda. Pero no fue inocuo.

.¿Quién, realmente, espera ver propuestas de fondo en un debate? 

Cualquiera que espere un intercambio de ideas profundas entre damas y caballeros, donde se expongan diagnósticos objetivos, estrategia política, económica y social, planes de acción y tácticas de implementación;  donde se evalúen las virtudes y los defectos de las ideas del otro, delimitando claramente la política pública de la ideología política, concediendo para acordar la mejor forma  de corregir problemas complejos como los que hoy nos atañen a los mexicanos; cualquiera que espere que un debate sea un intercambio civilizado de ideas, y no una batalla de emociones, es sumamente ingenuo, rayando en la imbecilidad.

No, un debate debe de ser un espectáculo que acelere el corazón, lleno de ganchos, jabs y swings, donde los participantes entren en clinch y tengan que ser separados, donde el cabeceo y bending sea tan importante como conectar un golpe bajo sin que el referí pueda evitarlo. Un buen debate no debe de ser decidido por conteo – cada lado cuenta a su favor, un buen debate debe de alentar el knock-out

Solo así podemos conocer a los candidatos como personas: saber cómo reaccionan ante la crítica, el ataque y la adversidad, si son capaces de revirar un buen golpe con un gancho al hígado, transmitir el dolor por medio de los sentidos. Conocer si tienen el temple para hacer lo que deben en los momentos difíciles, sin quebrarse, sin achicarse. Al mismo de conocer si son capaces de tocar las fibras, apretar los botones, que desatan las emociones: esperanza, enojo, frustración, que motiva y aglutina espíritu.

Tristemente, el miedo y precaución excesiva de un INE decimado, apenas nos entregó un ejercicio de boxeo de sombra, cada uno peleando por su lado, en su rincón.

No fue todo desperdicio: Aburridos sí, inocuos… para nada. Los debates nos mostraron a los contendientes de pies a cabeza, no como nos hubiera gustado, frente a la adversidad, sino como son, como en la lotería: La Arrogante, El Cínico. La Valiente.

Hace seis años, la noche del 1 de julio, mientras muchos mexicanos celebraban, los que nunca creímos en López Obrador estábamos desahuciados. El reto se fraguaba días después: una mayoría calificada en la Cámara de Diputados, Senadores timoratos y desubicados; los contrapesos políticos, resquebrajados y desangrándose. 

Tres años después, el 6 de junio, brotó un rayo de luz: el oficialismo perdió solo lo suficiente; Andrés Manuel se cimbró y enardeció, intensificó el control del legislativo, el ataque a los contrapesos, cualesquiera que fueran, y el sometimiento de los poderes estatales y locales. La oposición desdibujada, amorfa, apenas lograba mantenerse unida sin poder articular un contra ataque. La sociedad civil, despertando somnolienta, después de 20 años de siesta primaveral, se despabilaba.

Los debates fueron todo lo que pudieron ser, mucho menos de lo que se esperaba. Aun así, nos confirman lo que los mexicanos sabemos, que muchos no se atreven a decir: La Arrogante en su privilegio; la científica, la que tiene premios y reconocimientos, la que ha logrado todo… ¡y más!, la que no necesita ver, escuchar ni considerar a nadie más que a su rayito de esperanza. 

El Cínico: descaradamente falso y desvergonzado; sonrisita forzada que le ha de causar dolores musculares en los cachetes. 

La lotería la podemos cantar con La Valiente: No, no es todo lo que desearíamos como “Gran Estadista”, solo tiene tres virtudes: no trata de esconder lo que es (y cuando lo intenta, no le sale y decide ser ella), realmente le interesa y le preocupa y, los más importante, es valiente. Y, hay que ser valiente (o de plano, muy pendeja, como diría ella misma) para meterse contra un autócrata, entre partidos que la desprecian, con una sociedad civil somnolienta, apenas despertando. Ser ella, que le importe y que sea valiente, ha logrado que la esperanza cambie de manos: hoy es de Xóchitl. 

Los debates fueron aburridos, pero no inocuos: nos dejaron ver lo que tenemos enfrente. No cabe duda de que la contienda cambió con ellos. Hoy hay una esperanza, una pequeña pero sólida esperanza, de que le demos un puntapié a la 4T. 






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