La precaria situación económica de la Nación hace no factible, posible, viable o realizable el implementar una disminución de jornada laboral sin dañar, aún más, a la propia población a la que intenta beneficiar
Más allá de las crisis puntuales, las últimas semanas han mostrado ante México y el mundo el deterioro generado en nuestro país por siete años de políticas sectarias, de odio y confrontación, ante las que la población muestra un hartazgo que llevó hasta duras expresiones públicas de la Iglesia Católica.
El tono de este mensaje que dio la vuelta al mundo católico y no católico fue un punto y aparte de cómo la Iglesia católica se solidariza y acompaña a los que sufren por la violencia en México, pero también en solidaridad con aquellos que exigen mayores resultados al gobierno. Pero sobre todo un punto de quiebre en la interpretación de la realidad.
Ya pendiente de un hilo, la narrativa de la Presidenta se cae. Cada vez más víctimas de la violencia se ven desesperadas y no encuentran, en el gobierno, empatía. A ellos se les suman las víctimas de la desatención y la ejecución equívoca de la política.
El narco entendió mejor que el gobierno lo que significa ejercer poder. No necesita urnas ni debates: ya gobierna. El Estado, en cambio, sigue en campaña, atrapado en discursos que no detienen balas ni rescatan territorios.